Capítulo 36

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El sábado a las siete de la mañana sonó el timbre de casa de Björn.

Ding-dong... Ding-dong.
Mel y él, alarmados al oírlo, se levantaron corriendo y fueron a abrir. En la puerta se encontraron a Jungkook con los dos pequeños, que, mirándolos, dijo: —Necesito que os quedéis con estas dos fieras hasta mañana, que yo regrese. Hoy es el día libre de Pipa y quiero llevarme a Jimin. ¿Puede ser?

Aún dormidos, ambos lo observaron y Mel preguntó: —¿Ocurre algo?

Jungkook sonrió, negó con la cabeza y, tras ver que Björn asentía ante lo que había pedido, respondió: —Nada grave que no se solucione con un par de días sólo para nosotros. —Excelente idea —afirmó Mel. —¿Y Soobin?

—preguntó Björn. —Se queda con Simona y con Norbert. Él ya es mayor, pero estas pequeñas fieras, sin Pipa, les darían mucho trabajo.

Björn cogió en brazos a Hannah, que estaba dormida, y entonces Jungkook cuchicheó: —Siento no haber estado el otro día cuando... —No importa —dijo Björn sonriendo—. Todo salió bien.

Los dos amigos se miraron con cariño. Entre ellos sobraban las palabras. Finalmente Jungkook se dirigió a su hijo, que estaba cogido de su mano, se agachó y le dijo: —Pórtate bien con los tíos, ¿vale?

El crío asintió, y Jungkook, guiñándoles el ojo a sus amigos, murmuró: —Gracias, ¡os debo una!

Una vez aquél se hubo marchado a toda prisa, Mel cogió al pequeño Kook y le preguntó: —¿Quieres desayunar, Superman? —Sí. Galletas de choco.

Björn sonrió y, a continuación, susurró: —Voy a llevar al monstruito a nuestra cama. Con un poco de suerte, dormirá un rato más.
Sobre las doce de la mañana, la casa de Björn y de Mel era una auténtica locura. Sami, kook y Hannah, junto a la perra Leya, no paraban de corretear de un lado para otro. La algarabía era tal que al final decidieron sacarlos a todos al parque. Por suerte, Peter se ofreció a ayudarlos con los niños.

Una vez en el parque, Mel vio a Louise con Pablo, pero ésta, al verlos, cogió a su hijo y se marchó. Al seguir la mirada de su novia, Björn preguntó: —Ésa es Louise, ¿verdad?

Mel asintió, pero no tenía ganas de hablar de ella o terminarían discutiendo, así que miró a Sami y gritó: —¡Sami, no cojas a Hannah en brazos o se te caerá!

Segundos después, y con los críos controlados, Mel y Björn se sentaron en un banco a descansar mientras Peter animaba a entrar a los pequeños en un pequeño castillo de colores y parecían pasarlo bien. Los críos estaban rendidos a los pies del muchacho y hacían todo lo que aquél proponía. Hasta Hannah había dejado de llorar para ir tras él con la esperanza de que la cogiera en brazos.
En ese instante pasaron dos jovencitas de la edad de Peter cerca de donde él estaba con los niños y lo miraron mientras se acercaban a él haciéndose las interesantes. Mel y Björn lo observaban, y la exteniente, al ver al abogado sonreír con picardía, murmuró divertida: —Ni se te ocurra decir una palabra de lo que piensas.

Björn sonrió y, cuando aquéllas llegaron hasta Peter y los niños y comenzaron a sonreír como tontuelas mientras se tocaban el pelo, replicó: —El tío es un guaperas. Sin duda, es un Hoffmann.

Sin poder evitarlo, Mel soltó una risotada y Björn añadió: —Es un chico increíble, ¿verdad?
Ella asintió. —Tan increíble como el guaperas de su padre.

Björn sonrió a su vez. Apenas podía creer que aquel muchacho tan bien educado, a pesar de sus circunstancias, fuera su hijo. Las dudas del primer momento quedaron disipadas. Día a día, Peter le demostraba quién era y, cuanto más lo conocía, más le gustaba. Peter era un buen chico que no daba problemas ni pedía nada. Disfrutaba pasando Las tardes sentado en el salón leyendo cómics de Spiderman o jugando ante su ordenador.

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora