Capítulo 46

35 7 0
                                    

Capítulo 54

La vuelta a Múnich en el coche de Björn la hacemos en silencio.

Tras pagar los desperfectos del hotel, cuando Jungkook me ve intenta sentarse a mi lado, pero lo rechazo. No quiero su contacto, y finalmente se sienta delante junto a Björn.

Parapetado tras mis gafas de sol, el viaje se me hace eterno mientras soy consciente de cómo Jungkook mira hacia atrás para conectar conmigo. Quiere hablarme, lo sé. Pero yo no quiero saber nada de él.

Al llegar a nuestra casa, mi perro Susto acude a saludarnos. Por suerte, ya está totalmente recuperado de lo que le pasó, a pesar de que cojea.

El cariño que me tiene ese animal no es normal y, como si tuviera un radar para saber mi estado de ánimo, se centra en darme lametones sin parar para demostrarme que está a mi lado al cien por cien. Emocionado, me siento en el suelo y permito que Susto me entregue todo su cariño. Lo necesito.

Jungkook nos observa y no dice nada. En otras circunstancias, me habría dicho que no
me siente en el suelo ni me deje chuperretear por la lengua del perro, pero en esta ocasión calla y observa. Es lo más inteligente que puede hacer, el muy gilipollas.

Calamar no tarda en llegar también y saluda a todos con cariño, mientras Susto sigue conmigo. En un momento dado, el animal se para, me mira y nos comunicamos con la mirada. Con Susto no me hace falta hablar. Es el perro más inteligente e intuitivo del mundo. Me gusta mi conexión con él.

Instantes después, la puerta de la casa se abre y aparecen Simona y Pipa con el pequeño Kook, Hannah y Sami. Esta última, al ver a sus papis, corre hacia ellos, mientras mis niños vienen a toda prisa hacia nosotros.

Sentado en el suelo, siento sus cuerpecitos sobre el mío, y sonrío. Sin lugar a dudas, mis pequeños me llenan el alma, aunque su padre me ha destrozado el corazón.

Una vez me levanto del suelo con Hannah entre mis brazos, Jungkook se acerca a mí con el niño entre los suyos y murmura: —Cariño..., tenemos que hablar.

Y, como no tengo ganas de montarle un numerito delante de todos y consciente de que tiene razón, susurro: —Esta noche, cuando los niños estén dormidos.

Jungkook asiente y sonríe. Yo no lo hago. No quiero sonreír, y sé que eso a mi amor le parte el corazón. Pero me da igual su corazón.

Bastante tengo yo con hacer que el mío siga latiendo a pesar de la pena tan inmensa que siento.

Con la felicidad que los pequeños nos dan a todos, entramos en la casa. Instantes después, aparecen Soobin y Peter. Peter viene hasta mí y me da un abrazo. Yo lo acepto encantado y, cuando dirijo mi mirada a Soobin, éste me mira a su vez y baja la vista al suelo.

Vale..., no me quiere abrazar.

Segundos después, los chicos suben de nuevo a la habitación para seguir jugando con sus ordenadores.

Sonia, mi suegra, que se ha quedado al mando de todo el fin de semana, me observa y pregunta: —Jim, ¿estás bien?

Prefabricando una bonita sonrisa para ella, asiento. No quiero que los niños ni nadie más se percaten del gran problema que tenemos Jungkook y yo. Así pues, la abrazo y aseguro: —Cansado, pero perfectamente. —Y, sonriendo, pregunto—: ¿Cómo se ha portado la pandilla el fin de semana?

Sonia y Simona sonríen y, mirando a los niños, la segunda responde: —Todos han sido muy buenos, incluidos los más mayores.

Me gusta saber eso. Entonces, oigo a Sonia decir: —Jungkook, hijo, qué mala cara tienes. ¿Te encuentras bien? Parece que tienes el labio un poco inflamado.

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora