Capítulo 16

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—He dicho que no quiero hablar de ello.

Mel se desesperó al oír la contestación de Björn.

Desde que había regresado del consulado, había intentado dialogar con él mil veces acerca de lo que había hablado con el comandante Lodwud, pero él no la había dejado y se había cerrado en banda. Sin embargo, dispuesta a que lo escuchara, insistió: —Luego dices que la cabezota soy yo, pero ¡joder! Quiero decirte que vi a
Lodwud en el consulado y... —No me hables de ese tipo, por favor —siseó Björn furioso.

Recordar las cosas que Mel le había comentado que practicaba con él no le hacía ni pizca de gracia. —Pero, vamos a ver —dijo ella entonces—, ¿desde cuándo no podemos hablar tú y yo?—Desde que hablas de algo que no me interesa y, si encima aparece el nombre de ese tipo, ya... —Björn..., pero ¿qué estás diciendo? Lodwud es pasado, como otras mujeres son pasado para ti. —Mira, Mel..., déjalo.

Enfadada por su cabezonería, ella lo miró e insistió: —De verdad, ¿tan difícil es escuchar lo que tengo que contarte?
Björn, que se arreglaba la corbata mirándose al espejo, asintió. —No es una cuestión de que sea fácil o difícil, simplemente es que no quiero escucharte. No estoy de acuerdo con ese maldito trabajo y no lo voy a estar.

Ahora bien, si quieres poner fecha para la boda, estaré encantado de marcar ese día en mi agenda.

Mel resopló y Björn, al ver el gesto tosco de ella, sentenció: —Vale. No ñ hablaremos de fechas ni de bodas, y ahora, como sueles hacer siempre muy bien solita, decide lo que quieres hacer, pero luego no te quejes. —¿Que no me queje de qué?

El abogado cerró los ojos. En ocasiones, Mel era peor que un mal sueño. —De que las cosas puedan dejar de ir bien entre tú y yo —siseó mirándola
fijamente. —Pero ¿de qué hablas? —Mira, Mel, ¡ya basta!

Esa respuesta era lo último que ella quería escuchar.

Nunca, en todo el tiempo que llevaban juntos, le había hablado de ese modo y,
cuando se disponía a replicar, Sami entró corriendo y se echó en brazos de Björn.

—Papi, ¿me llevas al cole?
Björn, al que se le encogía de amor el corazón cada vez que la niña lo llamaba «papi», sonrió y, dulcificando su voz, dijo tras darle un beso: —Hoy no puedo, princesa. Mamá te llevará. —Pues te tocaba a ti hoy —gruñó Mel.

Él la miró y replicó: —Pues no puedo.
La cría los miró a uno y a otro. Pocas veces los veía en aquella actitud. Luego, observando a Björn, preguntó: —Papi, ¿estás enfadado?

El abogado sonrió y besó el cuello de la pequeña. —¿Y por qué iba a estar enfadado? —dijo.

Sami miró entonces a su madre, que le sonreía, y respondió: —Porque estás discutiendo con mamá; ¿ya no la quieres? —Sami... —murmuró Mel.
Al ver el rostro de la mujer a la que amaba, Björn se acercó a ella con la niña en brazos y, abrazándola con su mano libre, dijo: —A mamá la quiero con locura tanto como te quiero a ti y, aunque discutamos, mi amor, no dejo de quererla; ¿entendido, renacuajo?

La pequeña asintió y, tras ver juntos a sus padres como ella quería, se bajó de los brazos de él y corrió hacia su habitación al tiempo que gritaba: —¡Entonces daos un beso mientras yo voy a por la diadema!

Una vez desapareció la niña, Björn y Mel, que estaban el uno al lado de la otra, se miraron. Tenían mil cosas que decirse y reprocharse, pero él, cansado del malestar ocasionado, la abrazó, la acercó a su cuerpo y susurró: —Siento haberte hablado así. —Yo también lo siento —afirmó Mel.

Consciente de que ninguno de los dos quería estar mal, Björn claudicó y, sin soltar a la morena que lo volvía loco, murmuró con mimo: —Sami quiere que te dé un beso y yo también quiero dártelo; ¿tú quieres recibirlo?
Mel sonrió y, tras ponerse de puntillas, acercó los labios a los de aquel hombre, al que quería con todo su ser, y lo besó. El beso se fue intensificando segundo a
segundo, los últimos días habían estado muy fríos el uno con el otro y, cuando
pararon para tomar aire, Björn murmuró: —Anda, vete a llevar a la niña al colegio o, al final, voy a ir a la despensa, voy a coger el bote de Nutella y te voy a embadurnar entera, para luego chuparte, comerte y follarte como me gusta. —Qué tentador. ¿Puedo hacer yo lo mismo? —dijo ella riendo.

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora