Capítulo 19

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Cuando Jimin y Jungkook llegaron a la casa de sus amigos, Sami se echó a los brazos de sus tíos. Durante varios minutos, éstos le prestaron toda su atención a la pequeña, que, como siempre, era un torbellino de vida y luminosidad.

En el momento en que por fin Björn, Jungkook y Sami se alejaron, Jimin y Mel entraron en la cocina y Jim preguntó: —¿Todo bien con Björn?

Al comprender lo que su amiga le preguntaba, Mel se apoyó en la nevera y sonrió. —Todo perfecto. Creo que ya le ha quedado clarito al guaperas que, si vuelve a jugármela con esa pandilla de urracas, no voy a ser tan amable como lo fui con ellas la última vez. No me gustan, como tampoco yo les gusto a ellas, y esa tal Heidi es una gran zorra. —Heidi es una zorra —repitió canturreando Sami al pasar por su lado.

Al oír a la niña, se miraron y rápidamente Mel preguntó: —Sami, ¿por qué dices eso? —Mami, lo has dicho tú. —Sí, cariño, esa Heidi es muy zorra y muy perra —afirmó Jim agachándose para quedar frente a la pequeña—. Pero, Sami, esas palabras son muy feas y no se dicen, ¿de acuerdo?

Agachándose a su vez, Mel le colocó a su hija la coronita que tanto le gustaba
llevar en la cabeza. —Valeeeeeeeeee —dijo finalmente Sami—; ¿me dais una galleta de chocolate?

Sin ganas de darle más vueltas al tema, Jimin cogió una galleta de un tarro y, en cuanto se la dio a la pequeña, ésta salió corriendo de la cocina.

En ese instante aparecieron Björn y Jungkook, y el abogado, mientras sacaba unas cervezas fresquitas de la nevera, se mofó: —Vaya..., pero si están aquí las dos macarras motorizadas de las birras bien fresquitas... ¿Iréis hoy también a quemar rueda?

Jungkook sonrió. Jimin le había contado el episodio, y soltó una carcajada cuando Mel respondió: —Si me lo vuelves a recordar, quemaremos rueda y Múnich entero, guapito.

Después de un rato en el que los cuatro charlaron y rieron por lo ocurrido, sonó el teléfono de Jimin. Era un mensaje:
Estoy en una más que divina cervecería en la plaza Marienplatz. ¿Tienes un rato para tu loca?

Jimin sonrió. ¡Sebas! Y, levántandose, y guiñándole el ojo a Jungkook dijo: —Mel, ha venido un amigo mío de España; ¿te vienes conmigo a verlo un par de horas?

—¿Qué amigo? —preguntó Björn.

Repanchingándose en una silla, Jungkook miró a su casi hermano y, con gesto cómplice, murmuró: —Tranquilo, Björn. Sebas y las treinta y seis las cuidarán mejor que tú y yo.

Divertidi, Jimin le guiñó de nuevo el ojo a su marido y, cuando salió con Mel por la puerta, oyó que Björn preguntaba: —¿Las treinta y seis?

Una vez en la calle, Mel miró a su amigo y le soltó: —Muy bien. Desembucha. ¿Quién es ese amigo?

Jimin sonrió pero, como quería que se llevara una sorpresa al conocerlo,
simplemente abrió la puerta de su coche y contestó: —Monta y calla.
Mientras conducía, Jim iba hablando de mil cosas. Al llegar al parking público de Marienplatz, dejaron el coche y caminaron encantados hasta la preciosa cervecería Hofbräuhaus. Sin lugar a dudas Sebas estaba allí y, nada más abrir la puerta y entrar, de pronto se oyó: —¡Marichochooooooooooo!

Jimin sonrió. Sebas, su loco Sebas, tan guapo como siempre, corría hacia el
para abrazarlo y besuquearlo. Cuando el abrazo y el besuqueo acabaron, Jimin le presentó a una alucinada Mel, y él, como si la conociera de toda la vida, la besó con cariño.

A continuación, tras mirar a sus escandalosos compañeros de viaje, dijo: —Creo que es mejor que nos sentemos a aquella mesa. Si nos ponemos con ellos, no podremos cotillear a nuestras anchas.

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora