Revelaciones

29 4 0
                                    

-Mnm... Sebastian... -murmuró Ciel medio adormilado al sentir los labios del mayor en su espalda.

-Al parecer ya despertaste... -susurró el adulto en su oído con ternura.

Ciel sonrió sutilmente aún con los ojos cerrados. Le encantaba despertar de esa manera. De pronto sintió que la sábana que lo cubría era levemente retirada y los dedos de su hermanastro se paseaban por distintas partes de su cuerpo. Por un momento el niño pensó que el adulto quería una segunda ronda pero al abrir los ojos y ver la mirada preocupada de Sebastian concentrada en algo, se le hizo extraño.

-Sebastian... ¿Qué ocurre? -preguntó el menor, sentandose levemente en la cama.

-¿Te sientes bien? -cuestionó el mayor con algo de preocupación en su voz.

Ciel hizo una mueca de confusión.

-¿Qué si me siento bien? Claro que sí... ¿Por qué no habría de estarlo?

-Es que... -comenzó a decir Sebastian pero la frase la dejo en el aire al llevar su mano a un costado del ojiazul y acariciar ligeramente un moretón que había aparecido por consecuencia de las acciones de la noche anterior.

Ciel llevó su vista hacia ese sitio y entendió la preocupación de Sebastian.

-Estoy bien. No te preocupes. -le dijo.

-Ciel... ¿estás seguro? No es la primera marca que te dejo al tener relaciones... -dijo el adulto. -Nunca fue mi intención hacerte daño, no lo sé... tal vez... aún eres demasiado pequeño para esto y yo no...

-¡Basta! -exclamó Ciel. -¿Qué te pasa Sebastian? Ya te dije que estoy perfectamente bien. Jamás me has hecho daño. -le aseguró mientras se acercaba a él y le besaba los labios dulcemente, el mayor correspondió al beso. -Yo siempre me he sentido bien contigo... -le dijo al abrazarlo y apoyar la cabeza en su pecho, el ojiescarlata le besó los oscuros cabellos. Aparte... mi piel siempre ha sido muy delicada. ¿No lo recuerdas? -preguntó.

-¿Enserio? -cuestionó Sebastian, he hizo memoria.

Recordó una vez hace algunos años atrás...

El pequeño Ciel lloraba desconsolado mientras Sebastian le limpiaba la herida de la rodilla. Ambos habían estado jugando pero el niño al correr había tropezado y se había hecho un corte.

-¡Me duele mucho! -gimoteaba el pequeño sin dejar de llorar.

-Tranquilo, no pasa nada. -le decía el ojiescarlata de manera dulce al cubrir la herida con una curita decorada con dibujitos de osos multicolores. -Todo está bien, ¿lo ves? -dijo sonriente pero el niño no dejaba de llorar y de quejarse. Sebastian suspiró... era un niño después de todo. Se acercó y le dio un beso en los labios; el infante dejo de llorar y se quedó quieto. -No te va a pasar nada, es sólo un corte. -le dijo el ojiescarlata al separarse de él y dedicarle una sonrisa.

-Está bien. -dijo Ciel aún algo sorprendido por el beso. Todavía no se acostumbraba a los besos de Sebastian, pero no podía negar que le encantaban.

-Ah, es cierto... -musitó Sebastian al recordar que aquella herida el niño se la había hecho de una leve caída.

-¿Te das cuenta? Estoy bien, tú nunca me has hecho daño. -le murmurró el pequeño con ternura mientras lo besaba. Sebastian lo atrajo más y lo besó con más fuerza, como si quisiera devorarlo. Al final se separaron por falta de aire. -Aparte, si dejas de acostarte conmigo me pondré muy molesto. -le susurró al oído, cosa que hizo reír al ojiescarlata.

-No te preocupes... -le dijo Sebastian al acariciarle la espalda. -Creo que nunca podré sobrevivir si no estoy contigo. -se besaron nuevamente. -¿Quieres que te de un baño? -preguntó el ojiescarlata con una sonrisa y Ciel asintió.

Gardenias BlancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora