Descubriendo la verdad

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Ciel metía y sacaba libros de su casillero con aire pensativo. No dejaba de darle vueltas en la cabeza el beso que él y Sebastian se habían dado la noche anterior, el sólo hecho de recordarlo le hacía sonrojarse. Se sentía algo avergonzado por eso, pero aparte sentía una extraña sensación en el pecho al pensar en el mayor. No sabía por qué pero cada que miraba sus labos deseaba unirlos de nueva cuenta con los suyos. Sacudió la cabeza al darse cuenta en lo que estaba pensando. "¿Pero qué rayos me sucede?", se preguntó mentalmente.

-¡Ciel! -exclamó Alois al momento que llegaba y abrazaba a su amigo por detrás. -¿Cómo se encuentra mi persona favorita? -preguntó muy cerca de su oído.

-¡Alois! ¡Ya déjame en paz! -exigió Ciel al momento que se retorcía para liberarse del agarre de su amigo. Lo miró a los ojos con enfado, Alois le agradaba pero a veces parecía como si el rubio quisiera algo más con él que una simple amistad. -¡Me molestas!

-¿Eso quiere decir que no me quieres? -preguntó el rubio con ojos acuosos al borde del llanto.

Ciel suspiró con algo de fastidio.

-Claro que te quiero... -comenzó a decir.

-¡Qué bien! -exclamó Alois al momento que se echaba en sus brazos, Ciel sólo refunfuñó; ese rubio si que sabía manipular a los demás. -Yo también te quiero. -dijo para después deposotar un pequeño beso el la mejilla de su amigo.

-¡Ahg! ¡Ya basta! -casi gritó Ciel. -Si te quiero pero no me refiero a ese tipo de sentimiento. -explicó.

-Mmm, comprendo... -murmuró el rubio algo desilucionado.

-Ahora vamos a clases.

-¡De acuerdo! -accedió con una sonrisa.

Comenzaron a caminar por los pasillos y Ciel no pudo evitar pensar que Alois era un chico demasiado bipolar.

~°~°~°~°~

Sebastian caminaba por los pasillos del hospital en donde trabajaba. Hace algunos años había llegado a ese lugar a estudiar medicina y ahora era un médico exitoso y reconocido, con un trabajo estable, un buen salario, un gran intelecto y por si fuera poco un físico atractivo. Se había convertido en el soltero más cotizado del lugar. En el pasado había tenido varias novias por dos razones, la primera para tratar de tener tranquila a su madre y que viera que él seguía con una vida normal y la otra... para tratar de olvidar a Ciel. Pero después de varias relaciones fallidas decidió claudicar. Simplemente no podía dejar de amar al pequeño. En cada chica trataba inconscientemente de buscarlo a él, su cabello, sus ojos, su suave y nívea piel, su tacto, su voz... y jamás encontró a nadie que lograra sustituirlo; no, por que para él Ciel Phantomhive era único.

Recordaba lo mucho que le había hecho falta los primeros meses, después no fue tan difícil, se acostumbró a su auscencia y comenzó a verlo en su mente com algo imposible de conseguir. Un sueño irrealizable, e inconscientemente comenzó a llenar su departamento de gardenias blancas ya que ese ripo de flores le regalaba a Ciel sólo por que al niño le parecían bonitas. Sebastian recordaba que el inocente y sutil olor de las gardenias era similar a la fragancia que despedía el menor.

Recordó el beso que se habían dado la noche anterior y no pudo evitar suspirar recordando el tacto de esos pequeños y suaves labios sobre los suyos; deseaba más. Deseaba tenerlo entre sus brazos y besarlo apasionadamente mientras lentamente le desproveía del camisón para besar toda su piel expuesta... anhelaba tanto que fuera suyo por completo.

Sacudió su cabeza para así tratar de espantar aunque fuera por un momento las imagenes de sus fantasías en donde tenía a Ciel acostado en la cama completamente desnudo y gimiendo con descontrol mientras él se perdía a embestidas dentro suyo.

-Doctor Michaelis, -lo llamó una enfermera. -lo necesitan en el área de consultas.

-Muchas gracias, iré enseguida.

~°~°~°~°~

-¡Vamos chicos! ¡Una vuelta más! -gritó el profesor de educación física mientras los estudiantes corrían sin descanzo por las canchas.

Alois estaba agotado, inclusive había perdido la cuenta de las vueltas que habían dado. Al pasar nuevamente al lado de las gradas se encontró con la visión del nuevo profesor de biología Claude Faustus que se sentaba con un montón de libros y hojas, seguramente revisando tareas de otros salones. En un momento determinado el profesor levantó la vista y se encontró con los ojos curiosos de Alois viéndolo fijamente a lo que les lanzó una mirada fría que le causó escalofríos al rubio, dejo de mirarlo.

-Vaya... ese profesor nuevo, el tal Faustus, se ve interesante, ¿no crees, Ciel? -le preguntó a su amigo pero al no obtener respuesta volteó hacia atrás y lo vio corriendo un par de metros detrás de él.

La escena le hubiera parecido algo normal ya que el pelinegro nunca había tenido una favorable condición física pero eso se le hizo extraño al ver que Ciel lucía ne verdad cansado y respiraba a grandes bocanadas, como si le faltara el aire. Alois se alarmó terriblemente al ver como el niño cerraba los ojos y se desplomaba en el suelo.

-¡¡Ciel!! -gritó aterrado corriendo a donde estaba.

El profesor de educación física se acercó al pequeño inconsciente y lo revisó.

-Se ha desmayado, hay que llevarlo a la enfermería.

-Yo lo llevaré. -se ofreció Claude, quien al escuchar el aterrador grito de Alois no dudo en acercarse a ver qué es lo que pasaba.

El profesor le paso el pequeño cuerpo de Ciel a Claude, en el acto este lo llevó a la enfermería.

~°~°~°~°~

-¿Se repondrá, enfermera? -preguntó Claude al ver como la enfermera le ayudaba a Ciel a respirar con un inhalador.

-Si, todo estará bien. -respondió ella con una sonrisa. -Lo que pasa es que se desmayo por falta de aire, un chico que sufre asma no debería de hacer esos ejercicios tan desgastantes.

-Entiendo. -murmuró Claude.

Después de que Ciel hubiera inhalado suficiente aire, la enfermera lo recostó en la cama.

-Ahora duerme un poco, eso te ayudará.

El pequeño sólo asintió.

-Sería buena idea llamar a sus padres para que vengan por él, no creo que sea recomendable que se quede por el día de hoy. -aconsejó la enfermera.

-Si me lo permite yo lo llevaré a su casa, conozco a su hermano mayor.

Después de haber obtenido el permiso para hacerlo le llamó a Sebastian.

-Sebastian, soy Claude, no quiero que te alarmes pero Ciel se desmayó en la escuela...

~°~°~°~°~

-¿En dónde está? -fue lo promero que dijo Sebastian al llegar al departamento de Claude.

-Aquí, en mi habitación. -resondió él y lo condujo hacia ahí.

Sebastian se acercó a la cama y vio a Ciel profundamente dormido. Le acarició la cabeza como agradeciendo que estuviera bien y se maldijo interiormente por no haber previsto lo del asma, ¿por qué su madre no lo había comentado? Se sentía como un reverendo imbécil. De pronto el pequeño comenzó a abrir de a poco sus azules ojos.

-Sebastian... -musitó.

-Aquí estoy, amor.

-Quiero ir a casa. -pidió, levantando sus brazos en torno al mayor para que este lo cargara.

Sebastian lo levantó en brazos, dispuesto a llevarselo no sin antes agradecerle a Claude por haberlo cuidado.

Al llegar a su departamento Sebastian puso a un semiconsciente Ciel en la cama comenzando a desvestirlo.

-Lo lamento... -consiguió decir. -Debí estar más al pendiente de ti, yo...

Pero no pudo continuar ya que Ciel lo había callado con un beso en los labios. Sebastian no supo como reaccionar, lo único que se le ocurrió fue corresponder por unos instantes y después separarse levemente de él.

-Ciel... ¿qué estás haciendo? -preguntó confundido.

-Tú dijiste que entre hermanos no pasaba nada, ¿cierto? Entonces no tiene nada de malo que te bese.

-Ciel, pero...

Pero el menor no le dio tiempo a terminar ya que atrapó de nueva cuenta sus labios en un demandante beso que Sebastian no pudo soportar, llevaba demasiado tiempo conteniendose que la idea de que el menor lo besara por iniciativa propia lo volvía loco y lo encendía por completo. Lo tomó por la cabeza y la cintura y profundizó más el beso introduciendo su lengua en la pequeña cavida del menor causandole espasmos de placer. Ciel no pudo evitar ver el torbellino de imágenes que se le vinieron a la mente como recuerdos viejos que lo mostraban a él y a Sebastian unos años atrás besandose y acariciandose mientras sus padres no se encontraban en casa.

-Esto es entre nosotros, ¿entiendes, Ciel? Mamá y papá no deben saberlo. -le decía Sebastian en tono confidencial.

-Lo entiendo, jamás les diré nada de lo nuestro. -prometió el niño al tiempo que se echaba a los brazos del mayor con una sonrisa.

De pronto Ciel se separó de Sebastian sin poder evitar respirar agitadamente.

-Sebastian, -lo llamó. -tú y yo... teníamos una relación antes de que te vinieras a vivir aquí, ¿cierto? -preguntó mirandolo fijamente.

Sebastian suspiró, esa mirada en Ciel indicaba que ya lo había recordado todo o al menos lo suficiente como para hacerle esa pregunta, eso significaba que era hora de explicarle... explicarle como había iniciado su relación años atrás y como fue descubierta por su madre.

by Lariet

Gardenias BlancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora