Descubiertos

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-Oye Ciel... ¿Cómo te ha ido con Sebastian, eh? -preguntó curioso un rubio que se sentaba junto a él.

Ciel suspiró con cansancio. Era la hora del almuerzo y lo que menos quería en ese momento era hablar de los pormenores en su relación con su hermanastro.

-¿Por qué crees que te contaría? -cuestionó.

-Por que... por que... -Alois se devanaba los sesos pensando. -Por que Claude y yo mantenemos una relación similar... anda Ciel, cuéntame. Si me cuentas entonces yo te platicaré sobre mi relación, como por ejemplo, ayer Claude fue a mi casa mientras mis padres no estaban, fuimos a la habitación y...

-¡Ya basta! -gritó el ojiazul, con un sonrojo en sus mejillas. -¡No me interesa tu vida sexual, Alois! ¿Comprendes? -susurró para que nadie los oyera.

-Está bien, ya cálmate... -musitó el rubio.


* * * * * *


A la hora de la salida Sebastian fue, como siempre, a recoger a Ciel en su lujoso auto negro. No se dirigieron directamente al apartamento, hicieron una parada en el hospital donde el mayor trabajaba; ninguno de los dos se percató de que una mujer en un auto plateado lo seguía. Ambos entraron tomados de la mano, cosa que no se les hizo nada extraño a quien los veía, ya fueran pacientes, doctores o enfermeras, ya que ellos pensaban que Sebastian era un hermano mayor tan sobreprotector que no dejaba sólo a Ciel ni a sol ni a sombra.

Entraron a la oficina y el adulto comenzó a firmar algunos papeles.

-Sebastian... -llamó el ojiazul.

-¿Si?

-¿Por qué me trajiste hasta aquí? -preguntó el infante. -Bien pude haberme quedado en casa mientras terminabas tu trabajo.

-Tan sólo debo firmar estos papeles, -explicó el mayor. -es algo rápido; aparte, me gusta tenerte en mi oficina... -confesó. -es como tener una obra de arte en la pared.

-¡Sebastian! -exclamó Ciel, medio molesto con un bello sonrojo en sus mejillas. -Deja de decir esas cosas.

-¿Por qué? -cuestionó el mayor con un gesto de falsa inocencia. -Si es la verdad. -en eso se acercó peligrosamente al niño y lo tomó de la cintura.

-Sebas... -quiso hablar pero el ojiescarlata sello sus labios con un imponente beso.

-¿Sabes una cosa? -susurró en su oído y el niño se estremeció al sentir su cálido aliento. -Siempre he tenido la fantasía de hacerte el amor sobre el escritorio.

Ciel abrió los ojos y se sonrojó a sobremanera ante tal confesión.

-Eres un pervertido. -musitó con media sonrisa a lo que el adulto rió, cargándolo y sentándolo arriba del mueble.


* * * * * *


-Quiero ver al doctor Michaelis. -pidió Ángela a la recepcionista.

-Lo lamento señorita Blanc, pero el doctor está muy ocupado firmando unos papeles y pidió que nadie lo molestara. -explicó esta.

-De acuerdo. -fingió resignarse y se fue por uno de los pasillos. Desvió el camino y apresuró el paso para llegar a la oficina de Sebastian, estaba segura de que algo raro ocurría allí.

Al estar frente a la puerta quiso tocar pero unos casi imperceptibles sonidos detuvieron su mano que estaba a centímetros de la manija. Acercó su oído a la madera de la puerta y escuchó claramente leves jadeos y gemidos. Tuvo que concentrarse demasiado para por fin descifrar entre esos jadeos las voces de Ciel y de Sebastian. Aún sin podersela creer giró la manija lentamente, para evitar ser descubierta y abrió la puerta tan sólo un poco. La visión que se presentó frente a sus ojos fue tan impactante para ella que tuvo que taparse la boca con una de sus manos para evitar gritar. Cerró un poco más la puerta y continuó observando; sobre el escritorio se encontraba Ciel, casi desnudo, con la camisa blanca desabrochada, y sobre él se hallaba Sebastian, con el torso desnudo mientras una de sus manos estimulaba el miembro del pequeño. Atrajo a Ciel por la nuca y lo besó con fiereza.

Ángela sin perder más tiempo sacó su celular y tomó fotografias de lo que veía. Cuando obtuvo las suficientes, cerró la puerta silenciosamente y se dirigió a la salida del hospital. Ya afuera revisó su celular y vio con satisfacción las fotos que había tomado en donde se veían claramente ambos hermanastros besandose.

-Ahora sí Sebastian, aunque no quieras, tendrás que separarte de Ciel para siempre... -murmuró Ángela con voz triunfal.


* * * * * *


-¡Seb- Sebastian! -gritó Ciel al venirse por tercera vez en la mano del mayor mientras este lo embestía con casi todas sus fuerzas. Lo tenía atrapado sobre el escritorio; los papeles que antes el mayor había firmado ahora estaban regados en el suelo.

-Ciel... -jadeó el ojiescarlata al acariciar sus cabellos, beso su cuello, dejando leves mordidas en la piel y se vino dentro del niño, ocasionando que ambos gritaran de placer.

-Pervertido... -murmuró el pequeño en un jadeo al abrazarse al torso desnudo de Sebastian.

-¿Eso crees? -susurró el adulto en su oído tras reír levemente. -Entonces aún no me conoces bien. Espera a ver lo que te haré llegando a casa. -dijo con una voz irresistible.

-¡Sebastian! -el niño se ruborizó notoriamente.

Después de haber acomodado sus ropas y ordenar los papeles de la oficina ambos salieron directo al apartamento.


* * * * * *


-¿Qué es lo que traes ahí Ángela? -preguntó Ash al ver que su hermana ponía unas fotografías dentro de un sobre blanco rotulado para los señores Phantomhive.

-Algo para separar definitivamente a Ciel de Sebastian.

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