Cita

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Sebastian sonrió tiernamente al levantar al muñeco del suelo.


--Pero si es Lindor. --dijo refiriéndose al muñeco. --No lo había visto desde...


Suspiró al recordar cómo había llegado ese muñeco a sus manos.


Era un día frío y triste; las voluminosas nubes del cielo pronosticaban lluvia inminente, aunque bien podría estar soleado y hacer un clima estupendo y Sebastian seguiría completamente triste. El día había llegado. El día en que debía irse lejos para nunca más volver.


"Es por tu bien", le había dicho su madre, "y por el bien de Ciel".


Le dolía. Le dolía infinitamente el tener que irse pero no había opción. Aceptaba con tristeza que su madre tenía razón después de todo. No era bueno para Ciel que Sebastian siguiera ahí, y lo que Sebastian menos quería era causarle un trauma al pequeño. Sus maletas ya estaban hechas y un taxi que lo conduciría al aeropuerto se encontraba estacionado enfrente de la casa. El conductor y Vincent Phantomhive habían ayudado a meter las maletas dentro de la cajuela.


Había llegado la hora de despedirse...


Se acercó a su madre y a su padrastro que se Hallaban parados enfrente de la casa.


--Adiós Vincent, y gracias por todo. --se despidió de él con un apretón de manos. El mayor lo abrazó.


--No hay de qué, y que tengas un buen viaje, hijo. --le dijo sonriente.


--Adiós madre. --se despidió de ella.


Ella sonrió y lo abrazó con fuerza al tiempo que le hablaba en el oído a un volumen tan bajo que ni el mismo Vincent pudo escuchar lo que decía.


--Que tengas un buen viaje, --le deseó. --y espero que no se te ocurra volver, si no quieres que Vincent se entere de todo. --amenazó, para después separarse de él, viéndolo con una sonrisa.


--Si. --respondió Sebastian quedamente. --¿Y Ciel? --preguntó, volviéndose a Vincent a lo cual este movió negativamente la cabeza.


--Está encerrado en su habitación. --dijo. --Le avisé hace unos momentos que ya te ibas pero no quiso bajar.


--Entiendo. --respondió Sebastian en un suspiro mientras lanzaba una mirada anhelante hacia la ventana de la habitación de Ciel. Nno quería irse sin despesirse de él, pero...


--¡Sebastian, querido! Ya es hora de que te vayas, hijo. --anunció su madre, tomándolo por los hombros y volteándolo hacia la dirección del taxi. --Si no te vas ahora, perderás el vuelo.


--Si, mamá. --respondió. --Adiós. --se despidió mientras comenzaba a caminar a paso lento hacia el vehículo.


Y en ese momento se abrió la puerta de la casa de golpe y el pequeño Ciel salió corriendo en dirección a Sebastian.


--¡Sebastian, espera! ¡Aún no te vayas! --gritó.


--¡Ciel! --exclamó el mayor al voltearse y agacharse para recibir al menor en sus brazos.


Ambos se abrazaron fuertemente mientras comenzaban a llorar.


--¿En verdad te tienes que ir? --le preguntó el niño con voz llorosa.


--Si. --respondió Sebastian tristemente.


--Te voy a extrañar mucho. --confesó Ciel.


--Y yo a ti mi amor, como no tienes idea...


--Entonces quiero que tengas esto. --dijo Ciel, separándose de él y mostrándole un conejo de peluche.


--Ciel... es tu juguete favorito...

Gardenias BlancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora