Yendo más lejos

239 21 1
                                        

Ya había pasado aproximadamente una semana desde que Sebastian le había contado lo ocurrido a Ciel años atrás. El menor estaba que echaba chispas de coraje al pensar en Madeline, su linda madrasta. "¡Es una maldita bruja!", pensaba Ciel dentro de su mente cada vez que la escuchaba hablar por teléfono con Sebastian, y claro, el mayor tenía que aparentar que las cosas iban normales, o sea, que no sentía nada por Ciel, que su relación era sólo de hermanos y cosas por el estilo, sería perjudicial para ambos que ella se enterara que habían "vuelto", por así decirlo. Por otro lado Ciel se encontraba un poco confundido ya que no sabía lo que le pasaba al mayor; a Sebastian le había dado por no tocarle más de lo necesario últimamente, ¿no se supone que estaba enamorado de él? ¿Entonces por qué no llegaba más lejos? El menor se sonrojó al darse cuenta de lo que quería que Sebastian le hiciera.

Esa noche el mayor terminó de lavar los platos de la cena y al entrar a su habitación se topó con la erótica visión de Ciel recién bañado y con una toalla amarrada en la cintura. Al menor se le había ocurrido tomar un baño antes de dormirse y Sebastian había entrado justo en el momento en que el menor acababa de salir del baño. El mayor no pudo evitar soltar un suspiro y deleitarse con tan solo verlo; tenía los oscuros cabellos revueltos y húmedos que le caían de forma encantadora por la frente y su cuerpo tenía todavía pequeñas gotas de agua. Descendió la vista más abajo de su espalda y deseó que esa toalla no existiera para poder ver más allá, deseaba ver sus delgadas y cremosas piernas y su...

-Sebastian, ¿te sucede algo? -preguntó Ciel al escuchar un leve jadeo y voltear para ver al adulto en el marco de la puerta.

-No... nada... -contestó este al llevarse una mano a la frente, cerrar los ojos y suspirar sonoramente. -Es que me siento un poco cansado; te dejaré para que te cambies. -dijo y salió de la habitación regañandose mentalmente por ser tan pervertido. "Es tan sólo un niño", se repitió mentalmente para apartar esos oscuros deseos de su mente.

-Sebastian, ¿no vienes a dormir? -preguntó Ciel al salir de la habitación únicamente vestido con ese camisón blanco que le llegaba por encima de las rodillas y que lo hacía ver exageradamente adorable. El mayor se relamió los labios ante tal visión, y es que de verdad que llebava mucho tiempo conteniéndose en llegar más lejos con él, que ya no soportaba más.

-No, -respondió. -mejor duérmete tú primero, yo tengo trabajo pendiente del hospital. -mintió.

Ciel al detectar la mentira frunció el entrecejo e infló ligeramente las sonrosadas mejillas.

-¿Me puedes contestar una cosa, Sebastian?

-Claro, la que sea, ¿que ocurre?

-¿Que qué ocurre? ¡Eso mismo te pregunto yo a ti! -gritó de repente haciendo sobresaltar al mayor. -¡¿Se puede saber por qué últimamente me has estado evitando?! -exclamó verdaderamente enfurecido, que de no ser por el poco autocontrol que le quedaba, de seguro y le lanzaría una patada.

-Yo... -Sebastian no sabía qué responder, no contaba con que el menor se diera cuenta de que de forma sutil estaba evitando el contacto con él aunque por dentro se estuviera consumiendo en llamas por no tocarlo, pero su ansiedad iba a otros límites, necesitaba sentirse dentro de Ciel.

El ojiazul vio con desespero que el mayor no le respondía, entonces optó por otra táctica; puso la cara más tierna que tenía en su repertorio, caminó lentamente hacia el adulto y se sentó en sus piernas rodeando su cuello con sus pequeños brazos y rozando sus labios con los de él.

-¿Qué acaso ya no te parezco atractivo? -preguntó con voz tierna muy cerca de sus labios, haciendo que su aliento chocara contra la cara del mayor que se estemeció al sentirlo tan cerca, bajo lentamente hasta su cuello depositando pequeños besos haciendo suspirar al mayor. -¿Ya no me quieres? -preguntó muy cerca de su oído y siguió besando su cuello.

Sebastian se estremecía ante el contacto, era como si la piel de Ciel fuera algo similar al fuego por que lo encendía hasta la locura, posó una de sus manos en la infantil espalda y la otra en sus cabellos.

-Ciel... -musitó. -Detente...

-¿Por qué? -cuestionó el niño entre pequeños besos. -Si a ti te gusta, ¿no es así? -preguntó al verlo a la cara con una sonrisa traviesa.

Sebastian no aguantó más tener esos pequeños y delicados labios tan lejos así que los atrajo en un demandante beso, ya habia sido demasiada tortura para él, tener a Ciel de esa forma lo volvía loco. El menor sintió una ligera presión en sus labios, así que los abrió de a poco para que el mayor introdujera su lengua en su cálida boca ocasionándole gemidos que fueron ahogados por el beso. Se separaron por la falta de aire y comenzaron a jadear. Sebastian se mordió el labio inferior al ver los dulces labios del niño antes rosados y ahora de un color rojizo y ligeramente hinchados, entreabiertos y respirando agitadamente. Se dirigió hacia su oído y lo besó para después susurrar:

-Eres demasiado adorable, Ciel...

El infante se estremeció al sentir el cálido aliento de ese hombre chocar contra la piel de su oído. Luego gimió levemente al sentir los labios de Sebastian sobre su cuello y una de sus manos filtrandose por debajo de su camisón tocándole la piel del pecho.

De pronto Sebastian se detuvo y miró con algo de duda a Ciel, lo tomó por la cintura y pegó su frente a la de él.

-¿Quieres que continue? -preguntó el mayor temiendo un poco que la respuesta fuera no.

-Si. -respondió Ciel sin pensarlo, sólo sabía que sentía un calor incontrolable y que sólo Sebastian podría calmarlo.

-Escucha Ciel, si continuo no me detendré hasta acerte mío, puede que te lastime un poco en el proceso y no deseo hacerte daño, yo sólo... -quiso continuar pero Ciel lo calló con un sutil beso en los labios.

-Está bien, -le dijo al mayor suavemente. -quiero que lo hagas, es lo que más deseo.

Sebastian sonrió al momento que lo besaba en la frente y le acariciaba la cabeza.

-Seré cuidadoso. -prometió al momento que atrapaba los labios de Ciel de nueva cuenta y lo llevaba cargando hasta la habitación.





by Lariett

Gardenias BlancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora