La habitación estaba casi en total oscuridad, tan solo la profanaban esos débiles rayos de luz de luna que osaban atravesar los cristales para iluminar la miseria que se extendía por partes iguales hacia todos lados. Todo estaba casi en silencio, tan solo de vez en vez se dejaba escuchar un pequeño llanto entre las sombras. Era Sebastian. Se encontraba sentado en el suelo, abrazado a sus rodillas llorando en silencio la pérdida de su amado Ciel. Sabía perfectamente que de seguro se debía de ver ridículo o patético llorando en el suelo, deprimiéndose aún más con cada recuerdo doloroso sin siquiera poder levantarse al menos para comer o darse una ducha pero la verdad era que no tenía ánimos para nada. Sin Ciel prefería no vivir, no existir; desaparecer de la faz de la Tierra y así dejar de hacerle daño a los demás.
Se sobresaltó ligeramente al escuchar cómo alguien franqueaba la puerta de su apartamento. Tan solo se acomodó mejor en el rincón en donde estaba y tomo de un mueble cercano una fotografía de él y Ciel juntos. Escuchó pasos sobre el piso de madera; se limpió las lágrimas del rostro y esperó con una vaga esperanza que los pasos en su departamento fueran de la muerte que había llegado a buscarlo. Se sorprendió a sobremanera al ver a ese par de indiferentes y mortíferos ojos dorados verlo por detrás del cristal de sus anteojos.
— ¡Sebastian! ¿Pero qué demonios... ?— no pudo terminar la frase por la sorpresa de ver el estado en el que se encontraba el departamento y el mismo propietario—. ¿Qué es lo que ha pasado aquí?
— Se lo llevaron, Claude...— murmuró con voz quebrada mientras veía un punto inexistente en la pared—. Se llevaron a Ciel... y nunca más lo volveré a ver...— Claude procesó la información rápidamente en su cabeza, resopló con algo de molestia y se agachó para quedar a la altura del ojirojo.
— Bueno, eso explican los gritos que escuché hace unas semanas.— miró a Sebastian y al ver que este no le hacía el más mínimo caso, resopló, aún más enfadado y le tomó de los hombros, zarandeándolo con fuerza.— ¡Oye!— le gritó y este por primera vez le hizo caso, trató de quitárselo de encima lanzando golpes al aire.
— ¡¿Qué te ocurre?! ¡Déjame en paz, Claude!— el ojidorado no hizo caso y en lugar de eso lo tomó de ambos brazos y lo replegó contra la pared.
— ¡¿Qué diablos te sucede, Sebastian?! ¡¿Acaso vas a quedarte aquí por siempre sintiendo lástima por ti mismo?!
— ¡Oye, no tienes ningún derecho de hablarme así! ¡No tienes idea de cómo me siento!
— ¡Ja! ¡¿Qué no tengo idea de cómo te sientes?! ¡¿Qué acaso te crees que soy de piedra?!
— ¡Pues la verdad siempre he pensado que sí! ¡No tienes sentimientos!
Después de haber pronunciado aquellas palabras recibió un puñetazo en la cara por parte del ojidorado. Soltó un quejido y se llevo la mano al rostro mientras su agresor lo miraba con furia.
— ¿En verdad piensas eso de mí, Sebastian? ¿Crees que no tengo sentimientos?— murmuró Claude con voz queda mientras bajaba la vista. Hizo una sonrisa irónica y suspiró.— Yo... es verdad que nunca demuestro lo que siento, pero eso nos significa que no pueda sentir.— Sebastian lo miró fijamente y sintió pena; al ver esa mirada tan afectada se dio cuenta que lo había herido realmente.
— Claude, yo... realmente lamento haber dicho todo eso.
— Esta bien, no importa... ya sabía desde antes que tenías esa impresión de mí.— Suspiró y se llevo una mano a los cabellos.— Creo que siempre he sido alguien bastante frío, egoísta y ególatra... pero todo eso cambió cuando me hice el novio de Alois.
— Si, lo sé...— murmuró el ojirojo. Él mejor que nadie sabía los cambios que esa relación le habían traído a Claude. Sonrió levemente al recordar que jamás había visto reír de manera sincera a Claude... tan solo con Alois. El ojidorado suspiró.
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Gardenias Blancas
RomansaCiel Phantomhive es un niño de doce años que por decisión de su padre debe irse a vivir con su hermanastro Sebastian. A decir verdad Ciel no recuerda mucho de Sebastian, solo sus amables sonrisas, su cálida mirada carmesí y las gardenias que de vez...