Nuevos amigos

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-¡Sebastian! ¡Ya es hora de que me lleves a la escuela! -anunció Ciel al momento que se levantabade la mesa, después de haber desayunado. Ya llevaba el uniforme puesto que consistía en una camisa de botones y manga larga color blanco, saco y pantalon color azul marino, corbata roja y zapatos negros.

-Ya voy, tan solo deja que busque mis llaves. -avisó Ssebastian. -Espérame afuera.

Ciel hizo una mueca de frustración, tomó su maletín de estudiante (que también era requisito del instituto en donde estaba) y se dispuso a esperar al mayor afuera. En ese momento se abrió la puerta del vecino de enfrente que salió a recoger su correspondencia. Ciel apenas y le prestó atención; era un hombre alto, de cabello negro y ojos dorados cubiertos por unos anteojos. Vestía un traje negro elegante, pero sin llegar a verse excesivamente formal. El dueño de esos ojos dorados parecía estar absorto revisando su correspondencia, pero en eso le llamó la atención la visión de un niño parado frente a la puerta abierta del departamento de enfrente. Nunca lo había visto por ahí.

-Hola. -le saludó tras acercarse a él. -¿Buscas a alguien? -preguntó.

-No, -respondió Ciel. -Tan solo espero a mi hermano mayor.

-¿Hermano mayor? -preguntó confundido.

-¡Encontré mis llaves! -exclamó Sebastian al momento de salir del departamento y cerrarlo detrás de él. Se percató de la presencia del sujeto que estaba con Ciel y en seguida lo reconoció. -Ah, hola Claude. -le saludó. -Vveo que ya regresaste de tu viaje a Francia.

-Así es. -respondió el aludido. -Acabo de volver. Por cierto, -comenzó a decir, movido por la curiosidad. -¿Este niño es...?

-Él es mi hermano menor, Ciel Pphantomhive y está viviendo conmigo por cuestiones de estudio. -explicó Sebastian. -Ciel, -lo llamó dirigiendose a él. -él es el señor Claude Faustus y es nuestro vecino de enfrente.

-Mucho gusto. -saludó Ciel, extendiendole la mano al mayor por mera educación.

-Es un placer. -saludó Claude al momento que estrechaba la pequeña y delicada mano del menor.

-Nos vemos después. -se despidió Sebastian, yéndose con Ciel. -Debo llevar a Ciel a la escuela. Adiós.

-Adiós. -se despidió Claude.

Cuando los perdió de vista se dirigió a su departamento. Suspiró al ver el desorden y las cajas y maletas cerradas.

-Tengo mucho por hacer. -murmuró solo para él, la momento que se disponía a desempacar.





* * * * * * *






-Pasaré por ti a la una. -le avisó Sebastian a Ciel, después de haber estacionado su lujoso auto negro en frente del caro instituto en donde estaba inscrito. -Tal vez después de la escuela... podríamos ir al cine. -propuso. -¿Te parece?

-Si, está bien. -accedió Ciel. -Siempre y cuando prometas que después me ayudarás con la tarea.

-Lo prometo. -sonrió Sebastian.

-Bien, nos vemos. -se despidió Ciel, saliendo del auto.

-Que tengas un buen día. -le deseó Sebastian.

El niño ingresó al instituto. En definitiva no cualquiera estudiaba ahí. Era un lugar impresionantemente lujoso, amplio, estaba casi en su totalidad pintado de blanco, plateado y azul. Tenía infinidad de salones, centros de idiomas, laboratorios de computación, de biología, física y química. También poseía una amplia biblioteca, salones de estudio, cafetería, dos enormes patios, un jardín y canchas de diversos deportes. Y lo mejor de todo: varios clubs.

Por estar en el primer año Ciel llevaba en su plan de estudio las materias básicas que eran matemáticas, español, literatura, biología, física, química, ciencias sociales, computación; aparte de que tenía que escoger un idioma, un instrumento musical y un club al cual pertenecer. Aún tenía una semana para desidirse por todo eso, pero ya tenía más o menos claras sus preferencias: en idioma elegía el italiano; en instrumento aún no se decidía muy bien si piano o violín; y bueno, en lo que respecta al club, ahí si no había elegido ninguno aún.

Llegó al salón de su primera clase, que era matemáticas impartida por el profesor James Sullivan, un profesor de unos aparentes veintiocho años, alto, de cabello negro, ojos negros cubiertos por anteojos y piel pálida.

El niño se sentó en su pupitre y se dispuso a sacar sus libros correspondientes a la materia. Een eso, un rubio de ojos color azul celeste se le acercó con una sonrisa.

-¡Hola Ciel! -le saludó felizmente.

- Hola Alois. -le saludó Ciel igualmente, prestandole más atención a sus libros.

Alois quería platicar con su amigo pero en eso entró el profesor Sullivan y todos tomaron asiento.




* * *






Sebastian aprovechaba su día libre para limpiar el departamento. No es que estuviera especialmente desordenado, solo era que le gustaba mantener el orden. Lavó su ropa y la de su hermano, desempolvó los muebles, acomodó los cuartos y limpió el baño. El departamento lucía perfectamente pulcro, lo único ue faltaba era preparar la comida pero planeaba invitar a Ciel a comer a algún restaurante después de ir al cine, así que le restó importancia. Fue a la habitación que compartía con Ciel y se dispuso a colocar una caja de zapatos arriba del ropero, pero en eso de lo alto del mueble cayó otra caja entreabriéndose a los pies del mayor dejando al descubierto a un muñeco de peluche que consistía en un conejo con un parche negro en el ojo derecho vestido con ropas azules de un conde.

Sebastian sonrió tiernamente al levantar al muñeco del suelo.

-Pero si es Lindor. -murmuró refiriendose al muñeco. -No lo había visto desde...

Suspiró al recordar cómo había llegado ese muñeco a sus manos.





Lariett


Gardenias BlancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora