Los gemelos

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Sebastian recostó a Ciel en la cama, mientras se comenzaba a desabrochar la camisa y cerraba la puerta. Se subió a la cama y gateo hasta estar encima del niño, comenzó a besarlo con delicadeza mientras lo despojaba de la ropa.

La verdad era que el ojiescarlata no soportaba el hecho de que Claude y Alois miraran con interés al pequeño. Ciel era suyo... y de nadie más.   -Ciel... -susurró en su oído haciendolo estremecer. -Eres mío... para siempre...   -No me digas que... te dieron celos... al verme con Alois... -murmuró el ojiazul mientras una sonrisita traviesa cruzaba sus labios. -Que idiota eres... ¡Ah! -gimió al sentir las manos de su hermanastro recorrer sus piernas hasta llegar más arriba.   -Soy el idiota más feliz del mundo siempre y cuando te tenga a mi lado... querido Ciel... -le dijo mientras le besaba las mejillas y comenzaba a frotar su miembro.

  -Ah... Sebastian... ¡Aaahh! -gimió el niño al aferrarse con desesperación a las sábanas. -Más... -pidió con las mejillas totalmente sonrrojadas.   Sebastian sonrió complacido, se acercó al rostro del menor y lo acarició suavemente.   -Me alegra que lo disfrutes mi niño, no hay nada que me complazca más que verte así. -dijo mientras regresaba a su labor de frotar y masajear el miembro del niño.   Pronto el menor se corrió dejando algo de su esencia en la mano del mayor quien no pudo evitar lamerla con placer. Se posicionó encima del niño dispuesto a profanarlo después de haberlo preparado para eso.   -¿Estás listo Ciel? -preguntó, tratando de controlar su urgencia.   -Si... -contestó el niño en un gemido. -Hazlo ya...   -De acuerdo... -respondió el mayor y de una sola estocada entró en él haciendolo gemir.  

-¡Aaahhh! Seb... ¡Sebastian! -gemía Ciel con descontrol mientras el mayor entraba y salía una y otra vez. -Más... ¡más rápido!   Sebastian lo complació yendo más rápido cada vez. A cada momento ambos gemían y se estremecían, disfrutaban demasiado estar juntos. Al final Ciel se vino, manchando un poco su vientre y el del mayor mientras que el otro se venía de forma explosiva dentro de él.   Sebastian atrajo al menor y le beso la frente al momento que lo abrazaba.   -Te amo Ciel. -le dijo mientras le acariciaba los oscuros cabellos. -Te amo... sólo a tí... para siempre...   -Y yo a tí también... -murmuró el niño mientras se quedaba dormido.  

~°~°~°~°~  

Sebastian acarició levemente los cabellos del niño mientras este dormía plácidamente. Observó sus cabellos revueltos que le caían encantadoramente encima de la frente, sus mejillas sonrojadas, sus labios entreabiertos por donde pasaba el aire. El ojiazul lucía tan tierno e indefenso... como un bebé. Al mayor le encantaba ver así a su niño, pero ese era día de escuela y tenía que despertarlo. Lo meció suavemente mientras pronunciaba su nombre.   -Ciel... Ciel... es hora de despertar. Tienes que ir a clases.   -Mnm, quiero dormir... -murmuró el niño mientras hacia una mueca de inconformidad aún con los ojos cerrados.   -Vamos amor, tienes que levantarte. -le insisitió. -Y si te levantas temprano, te daré un premio.   Eso hizo que Ciel abriera los ojos de inmediato con un ligero destello de confusión en ellos. Sebastian sonrió.

Ciel era un niño después de todo.   -¿Qué clase de premio? -preguntó como un niño emocionado por la navidad.   -Es un secreto, pero te aseguro que es un premio muy especial. -prometió el ojiescarlata giñándole un ojo. -Y te lo ganarás siempre y cuando te levantes de una vez.   -De acuerdo. -accedió el menor, levantandose rápidamente de la cama.   -Vamos. -le dijo el adulto mientras lo cargaba en brazos. -Te daré un baño. -Sebastian sabía perfectamente que Ciel tenía trece años y que se podía bañar y vestir solo pero él mismo quería tener el gusto de atender a ese pequeño ángel, lo amaba demasiado.  

Después del baño, ambos desayunaron y Sebastian lo llevó a la escuela. Luego de dejarlo se fue al hospital para revisar algunos papeles pendientes. Al entrar al lugar varias mujeres, pacientes, doctoras y enfermeras lo vieron mientras lanzaban suspiros, él tan sólo sonrió de medio lado al recordar a Ciel, sus ojos, su cabello, su delicada piel... definitivamente para él no existía nadie que pudiera igualar en belleza a Ciel Phantomhive.  

Entro a su oficina y se dispuso a trabajar.   Sebastian tenía la vista totalmente perdida en los papeles que tenía en las manos. Luego su vista divago por un momento y se encontró con el retrato de Ciel sobre su escritorio. Miró el reloj con impaciencia, queriendo salir pronto del trabajo para verlo.   Después de unos momentos aguien tocó la puerta.   -Adelante. -dijo el ojiescarlata.   -Hola Sebastian, cuanto tiempo sin verte.

-dijo una voz femenina muy familiar.   Sebastian levantó la vista y la vio. Era de altura mediana, piel pálida y cabello blanco, portaba un vestido lila muy elegante. Sus ojos púrpuras lo veía fijamente.   -Ángela, ¿Qué demonios haces aquí? -preguntó Sebastian bruscamente.   -¡Pero qué brusco eres conmigo! -exclamo ella, fingiendose indignada. -¿Esa es la forma de tratar a tu prometida?   -No digas tonterías. -dijo Sebastian, molesto.

-Tú y yo ya no tenemos nada, por si no lo recuerdas yo terminé con nuestra relación, te dije que no te quería volver a ver en la vida. -añadió, fulminándola con la mirada.   -Pero amor... -trató de suplicar ella.   -¡No me llames así! -exclamó el ojiescarlata molesto. -Aparte, no me haz respondido, ¿qué es lo que haces aquí? Se supone que estabas en Italia, ¿no?   -Así es, pero volví para reconquistarte. -dijo ella y Sebastian hizo una mueca de fastidio. -Sebastian, éramos el uno para el otro, nos íbamos a casar, ¿qué pasó?

Terminaste conmigo de la nada.   -Si lo hice fue por que me di cuenta de que en realidad lo nuestro no funcionaría, yo no te amo.   -¡Pero yo a tí sí! -exclamó ella, tratando de acercársele pero él la rehuyó. -Si tan solo me dieras la oportunidad...   -¡No! -casi gritó Sebastian. -No estoy interesado.   -¿Por qué? ¿Acaso hay alguien más? -preguntó Ángela al momento que fruncía el seño al ver que Sebastian no respondía. -¿Sabes que a tu madre no le agradará saber que terminamos?   -Eso no me interesa, ya soy un adulto y ella no tiene por que meterse en mi vida. 

~°~°~°~°~  

-Disculpe, ¿la oficina del doctor Sebastian Michaelis? -preguntó Ciel a la recepcionista.   -Si, está por allá. -indicó ella y luego añadió: -¿Eres el hermano del doctor?   -Hermanastro. -aclaró él.   -¡Ah! Es que... ¡eres tan lindo! -exclamó ella haciendo que el ojiazul produjera una mueca de fastidio, se encontraba harto de eso.   Ciel se encaminó por el pasillo hacia la oficina de Sebastian. Ese día había salido temprano del instituto y por no tener saldo en el celular no pudo llamarle a su hermanastro para que fuera por él, por esa razón tomó un taxi para llegar hasta el hospital.   Llegó a la puerta y tocó suevamente al momento que la abría.   -¿Sebastian? -lo llamó.   -¡Ciel! -exclamó el adulto sorprendido al verlo. -Amor, ¿qué haces aquí? Creí que estabas en la escuela. -le dijo al acercarse a él, ignorando de todo a Ángela.   -Es que salimos temprano y no te pude avisar por que no tengo saldo. explicó el niño. 


-Mi vida, me hubieras avisado desde el celular de Claude, o de alguno de tus amigos. ¿Cómo llegaste hasta aquí?   -Tomé un taxi.   -¡¿Tú solo?! -casi gritó el mayor. -Ciel, eso es muy peligroso.   -Ah, ¿te interrumpí? -preguntó el ojiazul de pronto al ver a Ángela detrás de su hermanastro, pensando que estaba en alguna consulta o algo por el estilo.   -No, no interrumpes nada, la señorita ya se iba.   -Mi nombre es Ángela. -se presentó. -¿Tú eres el hermanito de Sebastian? -preguntó con curiosidad.   -Hermanastro. -aclaró Ciel, casi molesto por tener que repetirlo una y otra vez.   -Bueno, Ángela, es hora de que te vayas. -dijo Sebastian, algo molesto. No deseaba que esa mujer se le acercara a su niño, ni ella ni su hermano.

  -Bien, compermiso. dijo ella y salió por la puerta.   A Ángela se le hacía muy raro que Sebastian se portara de aquella forma tan caiñosa con ese niño que ni siquiera era de su sangre. Era como si tuviera algún interés especial en él. Salió del hospital y se encontró en una esquina a su hermano gemelo llamado Ash, que la esperaba en su auto plateado. Ella se subió al auto completamente molesta.   -Vaya... al parecer no lograste reconquistar a tu querido Sebastian. -mencionó él en cierta forma divertido. 

-Cierra la boca. -dijo ella con el seño fruncido. -Sebastian Michaelis será mío, no importa lo que tenga que hacer para lograrlo.   -Estás loca, hermanita. -dijo él burlonamente.   En eso vieron cómo Sebastian salía del hospital con Ciel de la mano.   -Al parecer Michaelis no ha cambiado en nada, es como si los años no pasaran por él. -mencionó Ash, sin interés, de pronto el pequeño que iba de la mano del traga años le llamó la atención. -¿Quién es ese niño tan bello? ¿El hermano de Michaelis?   -Hermanastro. -aclaró Ángela, molesta. Luego vio como su hermano miraba al niño de esa forma tan intensa y se le ocurrió un plan.   Sonrió perversamente.  


Lariett  

Gardenias BlancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora