"Yo no le tengo miedo a nada, pero todavía no me explico por qué tiemblo cada vez que te veo"🥀
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Cuando Caitlin Snow está harta de que todas las personas a las que decide entregarle su corazón mueran, decide ir...
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En el reino del alma, Darya navegaba en su barca a través de corrientes etéreas que parecían no tener fin. El tiempo se había vuelto un concepto borroso, diluido en una sucesión incesante de tareas repetitivas. Cada ola que acariciaba la proa de su barca parecía un suspiro del tiempo mismo, y cada suspiro la llevaba más lejos de su propia esencia.
El paisaje a su alrededor era una mezcla de luces tenues y sombras danzantes. Almas en pena, con miradas perdidas, esperaban su turno para embarcar en el viaje hacia su destino final. Darya se sentía atrapada en una danza cíclica, como si estuviera reviviendo el mismo día una y otra vez, su barca avanzando sin cesar, pero siempre regresando al mismo punto de partida.
El tedio la abrazaba como una manta pesada, aplastando su espíritu y apagando sus energías. Cada gesto mecánico, cada movimiento repetitivo, se convertía en una tortura para su ser. Las risas y las lágrimas de las almas que transportaba se mezclaban en un coro ininteligible, un murmullo constante que se infiltraba en su mente.
Pero en medio de ese caos de monotonía, había una luz que persistía en su interior. Eran los recuerdos de las personas que más amaba: las sonrisas y los gestos cálidos de Caitlin, la fortaleza y el coraje de Frost, la alegría y la ternura de Ana, la camaradería y el apoyo del equipo. Esos recuerdos eran como estrellas brillantes en el firmamento oscuro de su existencia.
Cada vez que la desesperación amenazaba con consumirla por completo, Darya cerraba los ojos y se aferraba a esos recuerdos. Los visualizaba con toda su fuerza, recordando los momentos compartidos, los lazos creados y las promesas hechas. Eran su ancla en medio de la tormenta, su refugio en el caos interminable.
Aunque su cuerpo estaba atrapado en ese ciclo sin fin, su mente volaba hacia ellos, hacia el mundo que había dejado atrás. Sentía su presencia a su lado, como un consuelo tangible en medio de la soledad abrumadora. Eran su razón para seguir adelante, para resistir el agotamiento y la locura que amenazaban con arrastrarla.
Así, Darya seguía navegando la barca en el mundo de las almas, sus recuerdos y su amor por aquellos que había dejado atrás eran su fuerza, su guía y su esperanza en medio de la eternidad aparente. Cada remada, cada suspiro, la acercaba un poco más a la posibilidad de volver a abrazar a quienes amaba y recuperar la vida que había perdido en medio de esa monotonía sin fin.
Aunque solo era una esperanza vana, no podía dejarse morir, solo debía resistir un poco más.
