"Yo no le tengo miedo a nada, pero todavía no me explico por qué tiemblo cada vez que te veo"🥀
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Cuando Caitlin Snow está harta de que todas las personas a las que decide entregarle su corazón mueran, decide ir...
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Estaban descansando un momento, la batalla por el prisma sería pronto, Darya lo sentía en cada poro de su piel, ese sentimiento de que la guerra se aproxima, ahora, todo era más claro, tenía un propósito en mente, uno que pronto se iba a cumplir, solo tenía que conseguir ese maldito prisma, dárselo a Oliver y por fin sería libre de volver a su tierra y destruir al hombre que asesino a su hermana.
Cerró los ojos un momento, desde que Ana había muerto, ella no había vuelto a dormir, mejor dicho, no había vuelto a soñar, porque todos sus sueños, se los llevó ella con su ultimo respiro, dejando una simple nada, un vacío eterno en su mente y en su pecho, la sensación de que algo faltaba y era ella.
Su hermanita tenía un don hermoso, un regalo de esa horrible explosión que acabó con la libertad de su mundo, Ana, tenía el poder de entrar en los sueños de las personas, de darles calma a los refugiados que eran atormentados por pesadillas, de darle horribles sueños de muerte a los torturadores que las esclavizaban, todo eso, desde la seguridad de su recamara, sin ser vista nunca, sin ser detectada.
Y era Ana quien le daba sueños hermosos a Darya, eliminando de su mente cualquier pesadilla relacionada con su trabajo, con ser un agente encubierto de la resistencia para evitar que más gente como ella, que más niños como Ana, sufrieran la crueldad del régimen.
Era una época en la que ella aún creía en lo justo y en lo bueno, donde tenía una razón para luchar y para seguir resistiendo, porque, cuando su fuerza flanqueaba, solo necesitaba ver los ojos tan peculiares de su amada hermanita para recordar que debía seguir siendo fuerte.
Por ella.
Para darle una vida que mereciera vivir, para que pudiera ser más que solo un arma en caso de que el régimen las atrapara, para que viviera como algo más que como una rata de alcantarilla, robando, escurriéndose y escapando a la primera señal de invasores.
Todo lo que quería era un mundo mejor para Ana, un mundo como en el que ahora estaba, pacifico, con gente dispuesta a todo para defenderlo, pero cuando ella murió, esa parte de Darya murió con su hermana.
¿Por qué debía existir un mundo donde los niños podían ser niños? ¿Por qué Ana no pudo vivir en un mundo como ese? Se preguntaba y esas preguntas sin respuestas la dejaban con un odio y una ira que eran el combustible de su día a día.
Odio por la humanidad.
Odio por el mundo en el que le tocó vivir.
Odio por cualquier sentimiento de felicidad o goce.
Se prometió, cuando Ana murió que nunca más volvería a sonreír o a ser feliz hasta vengarla, ella nunca conocería lo que era un sueño pacifico de nuevo, lo que era reírse, lo que era la felicidad, se prometió que nunca, jamás, volvería a tener una vida de diversión hasta no cumplir con su objetivo.
