"Yo no le tengo miedo a nada, pero todavía no me explico por qué tiemblo cada vez que te veo"🥀
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Cuando Caitlin Snow está harta de que todas las personas a las que decide entregarle su corazón mueran, decide ir...
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La noche caía suavemente sobre la ciudad, tejiendo un manto de estrellas en el cielo oscuro. La pista de patinaje se extendía ante ellas, bañada por la luz de la luna y adornada con destellos de luces brillantes que titilaban a lo largo de la vía. Un aire fresco y nítido envolvía el ambiente, haciendo que cada inhalación fuera como una bocanada de claridad.
Frost y Darya se encontraban en medio de ese escenario idílico, dos almas que habían encontrado su camino de regreso una a la otra. Los primeros pasos en el hielo eran tímidos, como un baile cauteloso entre dos corazones que anhelaban reencontrarse. Cada movimiento era una caricia silenciosa, un lenguaje compartido que trascendía las palabras.
Los patines deslizaban con suavidad sobre la superficie helada, trazando círculos y arabescos en un ballet mágico. Las risas resonaban en el aire, llenándolo de una melodía dulce y contagiosa. Frost y Darya se movían con una sincronía que solo el corazón puede entender, como si sus almas hubieran ensayado este momento durante toda una eternidad.
El viento susurraba secretos de amor mientras sus manos se encontraban, entrelazando los dedos con una delicadeza que parecía sostener el universo entero. Las miradas se encontraron, y en ese instante, el tiempo pareció detenerse. Los ojos de Frost, fríos como la noche, se encontraron con los de Darya, llenos de luz y calor.
—Venir a patinar de noche, solas, fue una gran idea— Frost comentó en un tono suave, como si las palabras fueran una caricia en sí mismas. Darya asintió con una sonrisa, su corazón latiendo al compás de la nostalgia y la dicha.
—Eso lo dices porque tú si sabes patinar, yo parezco un venado—Frost rió, una risa que resonó como campanas en la noche.
—No te preocupes, estoy aquí para guiarte.
Y así, en medio de risas y conversaciones que fluían como el agua de un arroyo, Frost y Darya patinaron juntas en la pista de hielo. Cada movimiento era un paso hacia la intimidad, cada palabra era un lazo que las unía aún más. El tiempo perdía su significado mientras compartían historias, sueños y risas.
El cielo se teñía de tonos dorados y rosados a medida que el sol se asomaba en el horizonte, marcando el fin de su cita. Frost y Darya se detuvieron en el centro de la pista, sus alientos entrelazados como los hilos de un destino compartido.
—Ha sido una noche hermosa—Darya susurró, su voz suave como una caricia. Frost asintió, una sonrisa tierna en sus labios.
—Sí, lo ha sido. Y estoy agradecida de que hayas vuelto a mí y de haber vuelto a ti—Darya se acercó, sus ojos brillando con una luz que no tenía comparación.
—Nunca volveré a alejarme, lo prometo.
—Yo también te prometo que no volveré a irme...al menos no por tanto tiempo, Caitlin me cedió su vida y aunque tú mereces también pasar tiempo con ella, me gusta estar aquí contigo sin tener que desaparecer—Darya sonríe el escucharla
