"Yo no le tengo miedo a nada, pero todavía no me explico por qué tiemblo cada vez que te veo"🥀
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Cuando Caitlin Snow está harta de que todas las personas a las que decide entregarle su corazón mueran, decide ir...
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Darya se encontraba en un estado de conmoción, sus ojos fijos en Frost mientras Caitlin luchaba desesperadamente para revivirla. Todo a su alrededor parecía sumido en un silencio abrumador, un silencio que resonaba en sus oídos como un eco de su propia angustia. En ese instante, todo estaba en calma, pero no era una calma tranquilizadora, sino más bien la quietud tensa que precede a la tormenta.
Su mente era un torbellino de pensamientos y emociones en conflicto. La promesa que había hecho a Frost y a Caitlin resonaba en su cabeza como un eco persistente. Pero en ese momento, en medio de la desesperación y el miedo, Darya se encontraba en una encrucijada. La imagen de Frost, su amor, su otra mitad, desvaneciéndose ante sus ojos, la hacía temblar en lo más profundo de su ser.
El pitido constante en sus oídos parecía ser un recordatorio constante de la vida que estaba en juego. Las palabras de Frost resonaban en su mente: "Prométeme que serás feliz." Pero, ¿cómo podría ser feliz si perdía a la persona que había llegado a significar todo para ella? La calma que sentía era irónica, como si el mundo mismo estuviera sosteniendo el aliento, a la espera de su decisión.
Darya sabía que, si arriesgaba su vida para traer de vuelta a Frost, estaría rompiendo su promesa, poniendo en peligro no solo su propia vida, sino también el futuro que Caitlin y Frost habían deseado para ella. Pero también sabía que dejar que Frost se fuera significaría enfrentar una vida sin su amor, una vida llena de un vacío imposible de llenar.
La tensión en su pecho se intensificaba con cada latido de su corazón. Sentía como si estuviera en el ojo de la tormenta, rodeada de silencio, pero luchando contra una ráfaga de emociones turbulentas. Sus dedos se cerraban en puños involuntarios, sus pensamientos oscilaban entre la lealtad a su promesa y el miedo abrumador de perder a Frost para siempre.
En medio de ese momento de quietud forzada, Darya se enfrentaba a una decisión imposible. Su amor por Frost y su deseo de no perderla luchaban contra su compromiso de cumplir su promesa y proteger su propia vida. Mientras el silencio persistía a su alrededor, su mente se debatía en una tormenta de dilemas internos, buscando una respuesta que tal vez no existía.
Y decidió ser lo que era antes; imprudente.
Antes no pensaba en las consecuencias de sus acciones, no importaba si moría con tal de salvar a la persona que amaba, con tal de salvar a Ana, ahora, solo quería ir por Frost, aunque tuviera que pagar un alto precio al ente oscuro del reino de las almas.
Así que cuando Caitlin declaró oficialmente muerte a Frost, Darya tomo la mano de Frost y empezó con su ritual mientras una parte de su mente se divida para proteger a Caitlin y evitar que alguien la detuviera.
Mientras que Darya solo sentía silencio.
Caitlin experimentaba algo totalmente diferente.
En el torbellino de su mente, el caos era absoluto. Gritos resonaban en su interior, una cacofonía ensordecedora que parecía provenir de todas direcciones a la vez. Luces intermitentes destellaban como fragmentos de memorias rotas, parpadeando en su mente como estrellas fugaces que se negaban a quedarse en su lugar. Un vórtice de desesperación y confusión la envolvía, girando sin descanso, como si estuviera atrapada en el ojo de un tornado emocional.
