Un Día de Caza: Pertemis

Capítulo ocho:

22 DE DICIEMBRE

—Percy... Percy...

Un estallido sacudió el tren entero.

Creo que esa fue la tercera bofetada. Me va a dejar una marca.

—¿En serio...?—murmuré, aún con los ojos cerrados.

Colocó una mano sobe mi rostro.

—Perdona, pero llevaba dos minutos y medio intentando despertarte.

—Sólo cinco minutos más...—gimoteé.

—Ya casi llegamos a Chicago.

Bostecé.

—¿Qué hora es?

—Las seis de la mañana.

—¿Tan temprano?

—¿No quieres visitar la ciudad de Chicago?

—Siendo completa y absolutamente sincero... no.

Me tiró del pelo.

—¡Hey!

—¡¡Percy!!

—¡¡¡Estamos en una misión!!!

—Percy, presiento que en Chicago hay algo importante y TÚ vas a venir conmigo porque es tu misión.

—¿Mi misión es acompañarte a hacer turismo?

—Tu misión es hacer lo que yo te diga, ¿lo has entendido?

Suspiré.

—Sí...

—Bien.

Perezosamente me levanté de su regazo y miré por la ventana. Aún era de noche, no se veía ni el más mínimo rayo de sol. La tenue luz de la luna iluminaba los bosques que procedían a la ciudad de los vientos.

—Arty...

—¿Eh?

—¿No tendrías que... mover... o algo la luna?

—¿El sol dejó de brillar cuando Apolo se convirtió en humano?

—Pues... no.

Se encogió de hombros.

—Incluso sin estar en el carro lunar, la física seguirá haciendo girar esa roca alrededor de la tierra, Máni será perseguido por el cielo por ese lobo Hati, Jonsu iluminará las noches de Egipto, y podría seguir así por un rato.

—Oh, claro... entonces... ¿has dormido?

—Los dioses... no... necesitamos... dormir...

—Oye, faltan unas tres horas aún, deberías descansar un poco.

—Pero...

—No iré a ninguna parte—prometí—. Por favor, duerme antes de que termines colapsando. No queremos agotar tus últimas reservas de energía, ¿o sí?

Trató de responder, pero sólo le salió un leve murmullo. Apoyó su cabeza sobre mi hombro y cerró los ojos.

Un par de horas más tarde, nos encontramos caminando por la ciudad de Chicago sin tener ni la menor idea sobre lo que deberíamos buscar.