24 DE DICIEMBRE
—Ponte esto.
Acababa de amanecer, hacía aún más frío y una leve nevada caía a nuestro alrededor. Artemis ya había desmontado todo el campamento y apagado la fogata, lo que me dejaba tirado en el suelo nuevamente helado hasta los huesos.
Miré la prenda de ropa que la diosa me ofrecía, una vieja sudadera que había decidido traer conmigo por si acaso.
Sólo entonces caí en cuenta de que A) todo mi equipaje se había perdido durante el ataque de Gambazilla, y B) no tenía nada puesto a demás de unos pantalones desgarrados y un montón de vendas.
—C-claro... lo siento...
Me vestí tratando de hacer caso omiso a cada uno de mis músculos chillando de dolor y me volví hacia la diosa, que estudiaba el suelo en búsqueda de un rastro.
—Lamento no haber podido rescatar más de tus cosas—dijo—. Esperemos que eso sea suficiente por el momento.
Ambos sabíamos que la poca ropa que me quedaba no sería en lo absoluto suficiente, pero decidí confiar en que encontraríamos el arco de Artemisa (o me moriría de forma dolorosa) antes de sucumbir a la hipotermia.
Comenzamos nuestro camino a lomos de una enorme osa, la cual, según Artemisa, se había ofrecido a llevarnos.
No iba a ser yo quien se quejase. Después de todo, a duras penas podía caminar, y no era muy distinto a montar sobre mi perro del infierno, la Señorita O'Leary. Eso sí, me preguntaba como había hecho aquella osa para crecer tanto.
—Agárrate de mí si no quieres caerte—repitió Artemis por tercera vez—. Un oso pardo puede correr en promedio a cincuenta kilómetros por hora. Y con mi bendición, seguramente podrá triplicarlo.
—Estoy bien—prometí—. Realmente no quiero incomodarte...
La osa dio un repentino acelerón, y lo siguiente que supe es que estaba mirando hacia el cielo con aire de derrota. El rostro de Artemis apareció sobre mí, mirándome burlonamente.
—Te lo advertí.
Rodé los ojos.
—Tú ganas...—murmuré, antes de que se apoderase de mí un impulso de idiotez—. Pero no prometo no disfrutarlo.
Artemis frunció el ceño.
—¿Qué tú no qué?
Me las arreglé para reincorporarme y sonreír a duras penas.
—Bueno, ¿quién no amaría viajar tan de cerca con una diosa tan hermosa como tú?
Lo siguiente que supe es que nuevamente estaba en el suelo.
Sí... quizá esa vez me había excedido un poco.
Y... ya había tomado algunas bofetadas como esa antes, pero en ese entonces no acababa de estar a punto de catapultarme hasta la órbita. Digamos que mi cuerpo no se sintió muy feliz de recibir un golpe de tales magnitudes.
Viajamos en silencio por un par de horas, lo que me dio tiempo a meditar un poco sobre lo que acababa de suceder.
¿En qué había estado pensando? Normalmente molestar a una diosa de aquella manera sólo servía para ser asesinado de formas espantosas. Pero yo de hecho sabía que Artemis sentí algo por mí, aunque fuese en contra de su voluntad.
Hablarle de esa manera había sido como picarle los huevos a un dragón dormido, no podía haber terminado bien.
Pero más allá de la imprudencia, ¿por qué había sacado el tema a colación? Había estado actuando de esa forma desde el inicio del viaje, lo que me hizo cuestionarme seriamente que tanta era la influencia de Eros sobre mí en ese momento.
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Un Día de Caza: Pertemis
FanfictionYa todos conocen la historia, eabalo1987 creó la obra original pero no se ha actualizado desde 2017, por lo que decidí continuarla a mi modo, siempre con el máximo respeto hacia el autor. ... Lo que empezó como una navidad para Percy acabaría en una...