21 DE DICIEMBRE
Esta fue la parte más difícil de la misión: pasar horas y horas metido en un tren con solamente una parada de tres horas a mitad de camino.
Artemis y yo nos sentamos en la sección media del vagón. Tomé la ventana mientras ella se acomodaba en el asiento que daba al pasillo.
Comencé a recordar mi primera misión, cuando tenía doce años. En ese momento había visto a una familia de centauros y al León de Nemea a lo lejos, todo junto con Grover y... Annabeth.
Miré a Artemisa, quien parecía igual de inquieta. Era ciertamente gracioso mirar su bonita cara llena de curiosidad mientras toqueteaba el asiento y todo lo demás a su alrededor.
—Prefiero el carro lunar...—murmuró, mientras tocaba el botón del asiento, el cual se echó para atrás dándole en la cara a una mujer y tirándole el café encima.
Sobra decir que tuve que ser yo quien se disculpase porque cierta diosa estaba demasiado ocupada mirando un brillante botón rojo.
—¡No!—le tomé el brazo antes de que lo pulsase.
—¿Qué pasa si le pico?—preguntó.
—Das una alarma para detener el tren—gruñí—. No lo pulses.
Giró la cabeza cruzándose de brazos. Me pregunte en dónde me había metido. Esa diosa tenía la molesta costumbre de pasar de comportarse como una asesina despiadada a actuar cual niña malcriada de siete años.
—Ya, no te pongas así—le pinché un cachete con el dedo—. Si me perdonas te compro un helado.
—¡Okey! ¡Vamos!—me tomó de la mano y me llevó a rastras hacia el vagón comedor.
—¡Espera! ¡Lo decía en broma!
—Ese es tu problema, no el mío.
Suspiré resignado.
—Bueno... es el dinero de Hermes, no el mío...
Al poco tiempo me encontré al lado de una diosa con un mucho mejor humor, y admitiré también sentirme bastante mejor después de una buena dosis de azúcar helada.
—Así que... ya han pasado unas tres horas desde que partimos—dijo ella.
—Ajá... sí...
Estaba un tanto distraído, viendo cómo comía su helado, lamiéndolo lentamente. Recordé una cosa que Leo me había dicho hacia un par de años: "En su primera cita, llévala a comer helado, así podrás ver cómo la chupa". Como de costumbre, no había sabido apreciar su sabiduría en el momento.
"Estúpido helado"—pensé—. "Ojalá estuviese en su lugar"
Hice una mueca.
"¿De dónde Hades salió ese pensamiento?"
—Percy, ¿me estás escuchando?
Sacudí la cabeza.
—¡No! Ehm... no, lo siento. ¿Decías algo?
—Pregunté cómo estaba tu helado.
—Ah... pues, está bueno.
—Ni siquiera lo has probado.
—Oh... cierto...
Le di un par de lamidas.
—Ahora sí. Está bien.
—¿Y no quieres saber cómo sabe el mío?
—P-pues... yo...
Se acercó lentamente hacia mí hasta que fui capaz de sentir su aliento.
—Pruébalo—susurró.
No me lo tuvo que repetir. Estrellé mis labios contra los suyos y empujé mi lengua dentro de su boca hasta que estuve satisfecho.
Sólo entonces fue que sentí que mi cráneo era golpeado con la potencia de un cañón.
—Percy, ¿estás bien?
Me sobé la cara. ¿Me había dado OTRA bofetada.
—¿Y eso a qué vino...?
—Te quedaste mirando a la nada durante cinco minutos.
¿Lo había imaginado todo? Sentí una gran desilusión.
Recordé algo que me había contado Nico sobre su último viaje al Tártaro: Él y Will habían caído bajo el poder de una criatura descendiente de la primordial Nix, que los había sumido en pesadillas tan reales que eran indistinguibles de la realidad.
Me pregunté si acaso estaría siendo víctima de un ataque similar. No sabía que sería peor, que de hecho estuviese bajo el efecto de un sueño o que me estuviese volviendo loco de verdad y estuviera alucinando.
—Yo... ejem... ¿te gustó el helado?
Sonrió.
—Definitivamente, gracias Percy—se acercó y me dio un beso en la mejilla.
Volvimos a nuestros asientos mientras sentía mi cara arder. Ya estaba atardeciendo, nos encontrábamos entrando a Pensilvania, pasando por los montes Apalaches, con hermosos bosques verdes y frondosos.
Bostecé.
—Empieza a hacerse tarde...
Artemis me miró con diversión y me dio un golpecito en el hombro.
—Marmota.
—A mucha honra...—se me escapó otro bostezo.
Soltó una leve risa.
—Entonces deberías dormir.
—Pero no quiero dormir incómodo.
—¿Y qué quieres que haga?
—No lo sé, tú eres la diosa.
Me dio un zape.
—Ponte cómodo y no te estés quejando.
Me acosté en el asiento y apoyé mi cabeza sobre el regazo de la diosa. Artemis se ruborizó mientras le daba un tic en el ojo izquierdo.
—¿Qué crees que estás haciendo?—siseó.
—Ponerme cómodo—respondí.
Ella resopló, comenzando a acariciar distraídamente mi cabello.
—Eres imposible.
—Gracias, Arty.
Su rostro comenzó a emitir un brillo áureo.
—¿Cómo me has llamado?
—Yo... ¿perdón?
—¡No! No... no me molesta.
Sonreí adormilado.
—¿Y tú no tienes sueño...?
—Un poco—admitió—. Pero no demasiado, duerme Percy.
Recordé en ese momento lo verdaderamente agotada que se veía Artemis cuando me permitió verla a travez de la Niebla. Me sentí culpable y traté de levantarme, pero el aroma de la diosa era embriagador, su calidez y su tacto parecían estarme arrastrando más y más profundo, lejos de la conciencia.
—A-Arty...—intenté hablar.
Ella me sonrió dulcemente, ejerciendo un poco de su influencia divina para hacerme dormir.
...
Muy bien, hasta aquí se acaba el material del autor original, que aunque subió ocho capítulos, será a partir del siguiente que yo comience a trabajar con nuevos elementos.
Quise subir esta primera parte de jalón para no tenerlos leyendo la historia que ya conocen en su mayoría durante días, pero las actualizaciones de la nueva trama llegarán un poco más despacio.
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Un Día de Caza: Pertemis
Hayran KurguYa todos conocen la historia, eabalo1987 creó la obra original pero no se ha actualizado desde 2017, por lo que decidí continuarla a mi modo, siempre con el máximo respeto hacia el autor. ... Lo que empezó como una navidad para Percy acabaría en una...