Tercera persona:
24 DE DICIEMBRE
Cuando Artemis abrió los ojos, sólo vio fuego.
Se retorció desesperada sobre sí misma, encontrándose con que se hallaba encadenada contra una gran roca, justo frente a una pequeña fogata. Ya había anochecido, y si no se equivocaba, deberían de estar rozando la media noche.
—P-Percy...—murmuró.
Comprendió que ya era demasiado tarde para que el chico pudiese volver con su familia a tiempo. Seguramente se estarían preguntando que les había sucedido, y Artemis no sabía cómo explicar que el hijo de Poseidón podría estar muerto en un pozo helado en ese miso instante.
Aunque visto de otro modo, tampoco tendría que explicar nada si la mataban allí mismo también.
—Cuando salga de aquí... ¡Juro que que te arrancaré los huesos uno por uno y te obligaré a comértelos de regreso, estúpido gigante de tres leches!
Comenzó a respirar agitadamente, se sentía muy débil y cansada. Había consumido casi todo su poder en la batalla anterior, lo que la había dejado al borde del colapso.
—Pero miren que magnífico ejemplar ha traído la caza de hoy—se burló Orión, saliendo de entre el follaje con los ojos refulgiendo—. Probablemente todo el mundo esté deseando probar un poco de esa carne, pero es toda para mí.
Artemis lo fulminó con la mirada.
—¿Qué estás planeando conmigo, bastardo pervertido?—siseó—. ¡Mátame de una vez si es lo que quieres! Me estás aburriendo.
Orión alzó una ceja inquisitivamente.
—¿Oh...? Había olvidado lo agresiva que eres cuando tienes hambre, arquerita—tomó el rostro de la diosa con una de sus manos y se cernió sobre ella mientras desenvainaba un cuchillo—. Me parece que voy a tener que disciplinarte...
Pasó la hoja del arma por sobre la mejilla de la diosa, abriendo un corte que hizo chorrear icor dorado.
—Cuando termine contigo, mi pequeña cazadora, no serás más que una pequeña perra que rogará gimiendo todos los días por complacer a tu amo. No se me ocurre un mejor castigo después del infierno que tuve que pasar después de que te deshicieras de mí...
—Orion—lo reprendió una nueva voz—. Aléjate de mi comida.
Artemis reparó por primera vez en una figura encapuchada que parecía estar cocinando algo al lado del fuego. No obstante, no era comida lo que se revolvía en un recipiente sobre las llamas, era la misma esencia inmortal de Artemisa.
El gigante se volvió hacia la extraña.
—No me molestes, Circe—le espetó—. Yo la capturé, así que déjame resolver mis asuntos con ella en paz.
La hechicera se descubrió el rostro, mostrando una cara que antes pudo haber sido hermosa, ahora medio quemada y llena de cicatrices.
—Recuerda nuestro trato, hijo de Gaia—le advirtió—. Puedes quedarte con ese caparazón que apenas y puede llamarse diosa, pero sólo después de que me haga con su poder.
Orión le apuntó con uno de sus cuchillos.
—¿Y a ti en qué te afecta si la dejó en el suelo como la puta que es? De cualquier modo tendrás tu sopa inmortal.
Circe lo encaró, sin mostrar el más mínimo signo de miedo ante el gigante.
—La virginidad de Artemisa no es sólo una decisión personal, sino que es algo directamente sagrado—explicó—. Aún si es algo estúpido, la virginidad es uno de los dominios de esa diosa, y profanarlo lo corrompería en cierto modo. Haz con ella lo que quieras una vez me quede con su divinidad. Toda su divinidad.
Orión enfundó su arma.
—Se me está acabando la paciencia, hechicera...
Ella chasqueó los dedos, y todo el cuerpo de el gigante comenzó a retorcerse.
—Tampoco es sabio por tu parte tentar mi paciencia—dijo, con tono calmo—. Recuerda quién fue quien te sacó del Tártaro después de que la hija de Belona te enviase allí. Recuerda quién puede enviarte de regreso si lo considera oportuno.
Orión cayó de rodillas, con la piel echándole humo y respirando con dificultad.
—Sólo unos minutos más—prometió la hechicera—. En cuanto Artemis agote las últimas energías de ese cuerpo, podrás hacerte con tu premio.
Circe se volvió hacia dónde la diosa.
—No es nada personal en tu contra—rió—. En realidad, me agradas bastante, señora Artemisa. No obstante, necesitaba un dios al cual absorber para recuperar mis fuerzas, y resultó que Orión fue el único gigante que conseguí encontrar.
Apretó los puños, y niebla luminosa se arremolinó a su alrededor.
—Pero le prometo que sus poderes estarán a buen recaudo—prosiguió—. Usaré su fuerza para castigar a aquellos que me hicieron esto, quienes destruyeron mi santuario y se llevaron prisioneras a mis aprendices. Por supuesto, Teach y sus hombres están en mi lista, pero los verdaderos culpables tienen reservado un infierno en especial. ¿Qué le parece?
Artemis apretó los dientes, conocía la historia por parte de Reyna Ramirez: Percy Jackson y Annabeth Chase habían liberado a los prisioneros de Circe en un intento por escapar de su isla, lo que había terminado por destruir todo el balneario.
El destino de la hechicera nunca había sido claro, hasta ese momento.
—Percy...—murmuró.
Orión enterró una flecha en el hombro derecho de la diosa, arrancándole un grito de dolor.
—Él te importa, ¿no es así?—se burló—. No creí que tuvieses los ovarios para acercarte a otro hombre en tu vida. Cuando Circe acabe con él, te llevaré para que lo veas, me preguntó que sería más divertido, ¿debería quebrar tu mente al punto de que ni siquiera te importe? ¿O quizá debería usar su misma muerte para quebrarte?
Ella le escupió.
—Jódete...
Los ojos del gigante emitieron un desagradable brillo.
—Tomaré mi tiempo para entrenarte de tal forma que lo sientas en tus huesos y alma—advirtió—. Lamer el espació entre mis piernas se convertirá en una rutina diaria para ti...
En ese preciso instante, una explosión sacudió la montaña hasta sus cimientos, iniciando un terrible incendió forestal.
—¡Es un ataque!—gritó Circe, mientras el dios Oreo se manifestaba a su alrededor en múltiples cuerpos de tierra.
No obstante, nada más aparecer, uno de los Ourea se derritió en nada más que un charco de roca fundida entre espantosos gritos de agonía.
Una voz resonó a travez de la noche:
—¡Estúpido gigante!—rugió—. ¡Ven y enfréntame como el hombre que dices ser!
Artemisa abrió los ojos de par en par.
—No puede ser... ¡Apolo!
El dios del sol hizo acto de presencia rodeado por una supernova en miniatura, con los ojos encendidos en llamas y el arco en ristre.
—¡¡Devuélveme a mi hermanita, maldito bastardo!!
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Un Día de Caza: Pertemis
FanfictionYa todos conocen la historia, eabalo1987 creó la obra original pero no se ha actualizado desde 2017, por lo que decidí continuarla a mi modo, siempre con el máximo respeto hacia el autor. ... Lo que empezó como una navidad para Percy acabaría en una...