02. Rin

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Soy el último en enterarme de que tenemos permiso para abandonar esta prisión de mierda. Quizás tendría que haberme ilusionado más de lo que lo ha hecho en realidad.

O tal vez es que me da igual estar aquí o en casa, porque la sensación es la misma.

Al menos me consuela saber que Sae no va a estar cuando yo llegue. Lo último que necesito es salir de aquí y encerrarme de nuevo con la persona por la que vine a este sitio en primer lugar. Bastante he tenido, y más con el partido.

Es curioso, nadie diría que quien ha salido ganando del encuentro he sido yo.

Tal vez porque no es el caso.

La secretaria de Ego, o lo que sea la única chica que he visto en meses en este lugar, ha sido la encargada de llamarme para darme mis pertenencias. Tampoco dejé tantas cuando ingresé aquí: el móvil y la cartera, y no he tenido intención en recuperarlos pese que en la primera fase he tenido puntos suficientes como para ganármelos de vuelta.

He estado demasiado concentrado y, ¿para qué? Para nada.

Enchufo el teléfono a la corriente con el cargador que tenía en el macuto, y dejo que recupere un poco de batería tras tanto tiempo apagado. Siempre lo tengo en silencio, eso me ahorra escuchar la infinidad de notificaciones estúpidas que me han llegado durante mi encierro. Solo presto atención a una de mi madre informándome sobre que está al tanto de que vuelvo hoy a casa.

Sé que Sae no está, porque desde que se fue a España cada vez que vuelve se hospeda en otro sitio diferente, pero aun así me tienta confirmarlo.

Si no lo hago es porque ya vengo de pasar una noche en vela pensando en él.

Bueno, ojalá decir que ha sido solo por mi hermano.

Que la secretaria de Ego me haya dejado para el final me viene bien. Significa que el resto de petardos que me han acompañado estos meses ya se han ido, y que puedo tomarme mi tiempo. Llego a plantearme quedarme, incluso. Nos han dado permiso para salir, pero no nos obligan. ¿Qué voy a hacer fuera?

O peor, ¿qué me queda por hacer aquí dentro?

Después de una noche de sábanas empapadas en sudor y de pesadez en los párpados, lo último que quiero es seguir en este antro. Quiero huir de todo lo que supone, al menos durante estas dos semanas que me permiten estar lejos. Quiero olvidar todo lo sucedido mientras, a la vez, me preparo para mi vueltas sin negar lo que ha ocurrido.

Y pese a que las palabras de Sae no han sido las únicas que me han mantenido despierto esta noche, es solo en eso en lo que quiero pensar cuando vuelva a casa.

Iluso de mí, los hay aquí que pretenden amargarme en mi propósito.

Lo peor es que, en el fondo, tampoco puedo culparlos.

Oigo que la puerta del dormitorio se abre y me es imposible no alarmarme. O es la secretaria que viene a ver si sigo aquí, o es el servicio de limpieza. Desde la última prueba no comparto cuarto con nadie; me encargué personalmente de que así fuera. Aun así, la habitación está preparada para tres personas, con su litera y su cama individual.

Habría aceptado cualquier visita, si con eso pudiera agilizar mi marcha de aquí. Hasta entendería si quien llama es Bachira, porque es el único de mis hasta ahora compañeros que se toma la privacidad como quiere y molesta más de lo deseado.

Pero no es él, sino uno de sus más sentidos y molestos compañeros.

Solo con pensarlo ya quiero vomitar.

Miro a Isagi lo justo y necesario para que sepa que soy consciente de que está aquí, y que lo ignoro voluntariamente. Estoy terminando de guardarlo todo en mi macuto. Una vez más, me ayuda apenas tener nada conmigo. No tenemos mudas más allá de la ropa oficial de Blue Lock, y esta no pienso llevármela. Guardo calzado, ropa interior y el neceser porque, de prendas de calle, la única posibilidad la llevo puesta: un pantalón negro que antes me quedaba bien pero que ahora me molesta a causa de haber fortalecido las piernas con los entrenamientos del centro; una sudadera fina gris que me supone el mismo problema de talla, y una chaqueta de cuero que, por suerte, me sigue valiento. Es el mismo conjunto con el que entré aquí porque no he recibido prendas diferentes desde que llegué.

Tu golpe de suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora