10. Isagi

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No sé quién se sorprende más de que haya vuelto a casa, si yo o mis padres. La verdad, les he ignorado tanto durante la última semana y media que creo que es normal que se muestren confundidos. Tampoco tengo mucho que explicar.

Para ello, tendría que saber qué ha pasado, y no lo tengo muy claro.

—Vaya, hijo, no sabía que habías conectado tanto con el hermano de Sae Itoshi —me comenta mi padre. No sé si hay duda o admiración tras sus palabras, pero ambas me abruman—. Eso es... Bueno, genial.

—¡Claro que lo es! —ratifica mi madre—. Nos alegramos mucho de que estés haciendo amigos gracias a Blue Lock.

Amigos... ya.

Eso me hace aún más gracia que el hecho de llamar a Rin hermano de Sae Itoshi. ¿Somos amigos? Lo dudo mucho. Y no será que no he puesto de mi parte, pero... está claro que su forma de tener relaciones con su entorno dista mucho de la mía. Estamos bien, lo cual es importante. Sobre todo porque, si he vuelto hoy a casa, no es sino porque pasado mañana nos toca encerrarnos de nuevo en un edificio donde vamos a vernos las caras a diario.

—¿Cómo? ¿Pasado mañana? —A mi madre no le hace tanta gracia—. Pero, si... ¡acabas de volver! ¿Vas a irte de nuevo?

—Tampoco puedo elegir —recuerdo—. Son las normas.

—Podrías haber elegido venir antes. —Se cruza de brazos. Está de pie al lado de la televisión, esa que mi padre ignora desde que he llegado—. Apenas te hemos visto.

—Ya... —Me rasco la nuca—. Perdón por eso, se me fue el tiempo con Rin.

Y tanto que se me fue. No puedo creerme que vaya a volver a Blue Lock en día y medio y que no haya sido capaz de aclarar nada de lo que me ha pasado con él antes de regresar. Fue mi intención, ¿no? Al ir a buscarlo, encararle y hablar las cosas tras lo que sucedió después del encuentro contra el equipo de Sae... Yo solo pretendía arreglar las cosas, disfrutar de mi tiempo de descanso y encarar la fase dos de Ego sin problemas.

Pues no, Yoichi, ahora te espera un verdadero calvario.

Vale, quizás estoy exagerando. Sobre todo porque, si pienso en reencontrarme con él, no lo hago con miedo ni presión. Al contrario. Tengo... tengo ganas. Muchas.

Quizás no hemos forjado la amistad más perdurable. De hecho, preveo que en cuanto nos crucemos en un campo de fútbol seguramente intente arrancarme la pierna del cuerpo si marco antes que él, pero... Sé que Rin vuelve a tolerarme. Que, para ser exactos, lo hace más que nunca.

No voy a ser un adolescente orgulloso y decir que creo que le gusto, porque solo de pensarlo me sonrojo y ya es lo que me faltaba, pero no me ha dejado muchas dudas. Más que nada porque si ya es penoso haciendo amigos, controlando otro tipo de emociones es un completo desastre.

Aún me sorprende que no me diera una paliza tras lo que hicimos en ese autobús. Supongo que me costará digerir que, aunque lo escondió bien, sé que estuvo a punto de reír por la posible pillada, y que por eso el resto de cosas aún me tienen anonadado. ¿En qué cabeza cabe que el muy idiota se sorprendiera cuando le dije que volvía a Saitama? Porque sí, se quedó helado al enterarse de que había reservado el tren para hoy por la mañana. Por un momento llegué a pensar que se había molestado y todo, porque no volvimos a... bueno, a hacer nada después de decírselo. Prácticamente tampoco hablamos. Que tampoco es que Rin sea parlanchín, pero se había adaptado ya a mi forma de ser rondando por su cuarto. De repente, fue como si se tratase del primer día y no quisiera ni verme.

Luego se le pasó. Anoche, mejor dicho, cuando llegó el momento de dormir y se dio cuenta de que veníamos compartiendo cama ya varios días y que esa en cuestión iba a ser la última. Creo que dedicó su silencio a valorar la forma de echarme a patadas. Si no lo hizo, asumo que fue porque me comporté dignamente y solo me tumbé dándole la espalda.

Tu golpe de suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora