09. Rin

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El único motivo por el que cedo a su presión es porque no soporto que sigamos encerrados en la misma casa. Más que nada porque él, aparentemente, le ha pillado el truco a eso de convivir conmigo en apenas dos días y sabe cómo sacarme de mis casillas.

O hacerme perder la cabeza.

Me da rabia ser consciente de lo incómodo que me siento a su lado. Sobre todo porque... en fin. Sabe sacar provecho de mi compañía, lo cual es extraño porque ya de por sí soy una persona que solo sabe lidiar consigo misma cuando está sola. Pero Isagi hace lo que quiere, y tras ser un incordio insaciable durante los primeros días... al cuarto parece que se ha adaptado. Y sí, sigue molestando, pero ha aprendido cuándo hacerlo.

Eso, o quien se ha acostumbrado a la presencia del otro he sido yo.

Y por eso quiero pisar la calle y alejarme de la convivencia. No pensar más en ello.

—Estaba seguro de que me sacarías de casa solo cuando estuviera granizando fuera.

—Hablas de ti como si fueras un perro —le digo—. Y, tienes suerte: lo estaba esperando, pero solo diluvia.

No ha dejado de llover desde el día en el que preparé crema de calabaza. Creo que fue como el preludio a lo que aún estaba por empeorar. Un aviso que ignoré, porque debí mandarlo de vuelta a Saitama en el acto y, sin embargo, no solo no lo hice sino que tampoco he vuelto a sacar el tema.

Ahora, aparentemente, ya es tarde.

Quiero que se vaya, que no se me malinterprete, pero como me he acostumbrado a que esté aquí noche y día, no he puesto mucho interés en echarlo. Él aún menos. ¿Acaso sus padres no preguntan dónde diantres está? Se suponía que, ahora que tenemos dos semanas (ya vamos de camino a que no quede ni tan siquiera una) para desconectar de Blue Lock con nuestras familias, no saldríamos de casa. O Isagi no guarda buena relación con sus padres, o le ha sido indiferente no estar con ellos ahora que ha salido del dichoso centro.

La verdad, pese a llevar aquí cuatro días, no se me ha ocurrido preguntarle.

Temo el momento en el que se me escape alguna muestra de interés e intente aferrarse a ella para contarme su vida entera. Porque no me interesa, quiero decir. Ni tan siquiera las ligeras dudas que puedan surgirme al respecto. Es solo... Joder, llama la atención, cuanto menos, y me preocupa. No por él, sino por mí.

¿Mis padres se van a ver a Sae y de repente Isagi se presenta en casa? De no ser porque es imposible que mi hermano se haya compinchado con él para atormentarme en mi tiempo libre, sospecharía de su presencia.

Luego pienso en cuántas veces nos hemos liado desde que está aquí, y se me pasa.

Para eso también tiene facilidad, la misma que yo para quedarme a cuadros cuando me entra y no sé reaccionar a tiempo. Aunque no me preocuparía tanto si no pasara de ahí. Ya de por sí me abruma lo sencillo que es para él hacer como si nada y acercarse para besarme o subirse encima cuando estoy jugando en el ordenador o sobre la cama. Que tampoco muestre reparo a colarse en mi cama mientras intento dormir y, sin entenderlo, acabemos acostándonos otra vez...

En el fondo preferiría que todo fuese un plan de Sae. Al menos así no me costaría entender qué cojones me pasa con Yoichi Isagi.

—Se me da bien jugar sobre mojado —apunta. Vamos de camino a los campos, sigue empeñado en jugar pese a que el césped estará encharcado—. Aunque sin calzado adecuado, seguramente me dé de hostias contra el suelo.

—Ya he accedido a jugar, no hace falta que me des más motivos para convencerme.

Se ríe y me empuja hacia un lado. Lo hace con tal naturalidad que pasa por alto cómo me lo quedo mirando después. ¿En qué momento mi sarcasmo pasó de ser una pulla para él a un comentario amistoso? Yo nunca le di esa connotación. No de forma consciente, al menos.

Tu golpe de suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora