18. Rin

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Loki me ha dado un buen toque de atención en el entrenamiento de hoy. Mañana jugamos contra el Ubers, y yo estoy lejos del que sería mi mejor rendimiento. Hasta el imbécil de Shidou se ha dado cuenta, porque en vez de reírse como podría hacer perfectamente, me mira con cara de idiota todo el rato.

Tal y como hace el equipo entero.

Aún no sabemos quiénes jugaremos. Hasta ayer habría dicho que mi presencia en el once era innegable, pero... La verdad. Si ahora mismo me pasan un balón, a lo mejor el único remate que logro hacer es con la cara por estar empanado.

Me encantaría poder decir que no es por Isagi, pero sería mentir.

No me lo saco de la cabeza. Ni a él, ni al gilipollas entrometido de Kaiser saliendo del vestuario con un paseo triunfal.

Hago lo que puedo por no dar rienda suelta a mi imaginación, pero esta me juega la mala pasada de recrear mil posibles encuentros entre ambos y ninguno involucra ropa de por medio. Al contrario, no hay ni una prenda. No hay nada más que ellos dos y un desenfreno parejo que hace a Isagi enloquecer de placer como si hubiera dado con el santo grial.

Uno que es alemán, rubio y con un tatuaje horrible de una rosa en el cuello.

Yo estoy lejos de salir ganando en la comparativa. Apariencias aparte, si Kaiser ha conseguido atraer la atención de Isagi hasta el punto de que se líe con él es porque ha hecho algo que yo no, y eso es hacerle caso. Aunque sea para provocarle, para enrabietarlo o para entrenarlo a su gusto. Lo único que he hecho yo es darle largas.

A estas alturas, pensar en el beso fortuito que le planté cuando vino a buscarme y yo pensaba que aún teníamos algo que aclarar solo sirvió para espantarlo. No sé qué esperaba, hasta ese impulso llegó tarde porque no salió a la luz hasta que él no vino desesperado a darme un ultimátum.

El problema es que cuando se da uno de esos es porque pretendes dar un periodo de reacción. Corto, eso no lo niego, pero esperas a que la otra persona actúe en consecuencia.

Bien, pues Isagi no me ha dado ni un segundo. Lo que pensé que era una amenaza solo fue una advertencia. No quería nada a cambio, ya me había echado. Solo me avisó de que iba a dar su siguiente paso... y ese lo llevó sobre la polla de Kaiser.

O al revés, la verdad es que no quiero ni pensarlo.

De seguir hablándome con mi hermano, le habría llamado para contárselo de inmediato y esperar su consejo. Uno de esos que me daba cuando éramos pequeños y yo intentaba ser como él antes de tiempo. Pero de contactar con él para pedirle ayuda lo primero que haría sería sorprenderse de que me atraigan los chicos. Ni siquiera me hace cambiar de opinión el que Shidou me dé a entender que a Sae también.

Estoy seguro de que me diría de todo de enterarse. Tal y como cuando éramos críos y copiaba su actitud frente a los demás.

—No puedes hablarle así a tus compañeros, Rin —me decía.

—Pero... Pero tú lo haces. —Y yo solo quería ser como él.

—Yo soy mayor. Yo sé defenderme si pasa algo.

Y así con todo. «Yo sí puedo hacer esto porque soy mayor. Yo sí puedo decir esto porque soy mayor. Yo sí puedo actuar así porque soy mayor».

Por ende, a él podían gustarle los chicos pero a mí no. Lo sabía. Lo hacía con plena seguridad porque aunque nunca fuese a tener esa conversación con él, mi corazón la recreaba sin problemas. Ahora la edad ya no era la excusa, sino el estatus. Sae podía hacer lo que quisiera porque tenía más facilidades para salir ileso de ello. Yo no. Yo aún era un don nadie al que salir del armario le iba a joder la carrera y la vida.

Tu golpe de suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora