04. Rin

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Siempre que estoy en Kamakura siento un peso sobre los hombros con el que no me veo capaz de cargar. Hace tiempo desde que mi ciudad natal dejó de traerme algo que no fueran malos recuerdos. En parte, una de las cosas que espero de salir elegido como el mejor delantero en Blue Lock es no tener que volver por aquí.

No es que necesite muchos apoyos económicos para conseguirlo, pero es cierto que cualquier ayuda monetaria viene dada por el estatus de mi familia y, últimamente, de mi hermano. Es lógico que prefiera buscarme la vida por mí cuenta que depender de ellos.

En especial, de Sae.

Cualquier rincón de Kamakura me hace pensar en él. Nunca fui un niño muy sociable; toda mi infancia vino ligada a la suya y, si bien él tampoco se movió por muchos puntos diferentes, vaya donde vaya que quede cerca de la casa familiar tiene recuerdos con él grabados con sangre y fuego.

Querría borrarlos todos de mi cabeza, con tal de no seguir atado a una idea de Sae que sé que no va a volver.

Pero soy imbécil, así que los revivo siempre que puedo para recordarme que no soy el culpable de nada de lo que ha pasado. Fue su decisión. Fue él quien decidió romper no solo con nuestro sueño, sino con mi entereza. Yo, que viví siempre de su mano y siguiendo sus pasos porque pensaba que me llevarían a un lugar seguro. Yo, que dependía de él hasta para correr. Ahora recorro Kamakura solo, y aunque es un día gris de invierno que invita a todo menos a salir de casa, a mí no me apetece volver.

Bastante he soportado a mis padres preguntándome sobre el dichoso partido. Lo último que quería era seguir aguantando sus comentarios sobre lo mal que nos estábamos comportando Sae y yo. Y eso que esa dichosa guerra familiar en el fondo me ha favorecido. No me apetecía pasar dos semanas soportando la crisis interna de los Itoshi, así que que ambos hayan optado por irse a ver a mi hermano a donde sea que dice que se ha instalado... me viene bien. Tengo la casa para mí solo. Y aunque no es algo que vayan a otorgarme durante las dos semanas que tengo que pasar fuera de Blue Lock, ya es algo.

De momento solo llevo día y medio aquí. Ayer apenas hice otra cosa que dormir o estar encerrado en mi dormitorio revisionando alguna peli de terror con tal de no pensar en nada. Hoy, y puesto que tuve que salir a despedir a mis padres cuando se fueron, no me ha apetecido quedarme encerrado entre cuatro paredes pudiendo sentirme ahogado en el exterior.

Es curioso cómo hasta mi familia ha preferido irse con Sae pese a que llevan meses sin poder verme. Puesto que esto se convierte en un pensamiento recurrente, quizás sí debería de haberme quedado en casa viendo cine que me evite pensar en lo que no quiero.

Ya es tarde, aun así. Y como casi siempre, los paseos sin destino me acaban llevando a los campos de entrenamiento del equipo regional de mi viejo colegio. Los mismos donde Sae y yo pasábamos horas muertas. Primero conmigo no siendo más que un mísero espectador, y luego haciéndome partícipe de todos sus pasos.

Las últimas veces que estuve dentro de estas pistas lo hice solo. Ya entonces hacía mucho desde que mi hermano no había vuelto por aquí. Ni siquiera cuando regresó de Madrid, comportándose como una persona nueva, sintió la necesidad de rememorar sus orígenes y de dónde había surgido su éxito.

Para Sae Itoshi ya nada existía salvo aquello en lo que se había convertido en el Real Madrid. Una estrella. Un mediocentro egocéntrico que más allá de verse como el creador del juego de un equipo y, por ende, el artífice de cualquier posible gol, se identificaba a sí mismo como un objetivo cumplido.

Los que dejó atrás conmigo antes de irse a España, ya le daban igual.

¿Por qué regresar a los campos de fútbol de nuestro equipo del colegio? Solo sería revivir un pasado del que renegaba. Yo, en cambio, estoy aquí como cada vez. No porque guarde cariño a mis compañeros, ni a los resultados que les di con mis goles o que les dio él. Lo hago para no olvidarme de mi objetivo.

Tu golpe de suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora