14. Rin

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Se puede decir que mi única suerte ahora mismo reside en que Ego sabe lo importante que soy para Blue Lock, y por eso no me ha echado de la competición.

Podría. Yo en su lugar, lo habría hecho.

Aunque, de la misma manera, habría dado un motivo de fuerza mayor para que me expulsasen. Un puñetazo no es nada en comparación a lo que podría hacerle a Shidou de tener total libertad.

Porque, aparentemente, él tiene toda la del mundo para decir y comportarse como le viene en gana. ¿Le castigan igual que a mí? Como es de esperar, no. Y sí, sé que no puedo quejarme porque ya la primera vez el que acabó con una camisa de fuerza fue mi compañero y no yo, pero... ¿Acaso no lo merecía?

¿No se merecería ahora una jodida paliza que lo dejara sin piernas y sin poder jugar al fútbol nunca más?

La psicóloga de Blue Lock dice que tengo problemas de ira y que pensamientos como ese lo demuestran. Yo creo que no conoce a Shidou, y que por eso cree que el probelma lo tengo yo, y no él.

Alguien que parece venir aquí solo para amargarle la vida a los demás, no es trigo limpio. Alguien que, por algún dichoso motivo, mantiene contacto con Sae Itoshi, tampoco.

—¿Se te ha olvidado jugar, pestañitas?

Es mi primer entrenamiento tras mi breve sanción. Me prohibieron participar en las sesiones con Loki, lo que me ha llevado a ejercitarme por separado y sin tener forma alguna de demostrar que soy indispensable en el equipo. Eso ha dado rienda suelta a mi querido compañero para atormentar a los demás, incluido a nuestro entrenador. Supongo que eso también es un golpe de suerte para mí, aunque, está claro que no iba a durar eternamente.

—Dos palos, una patada a las nubes... —me provoca. Acabo de fallar mi tercer tiro a puerta en una pachanga de cuatro contra cuatro—. ¿Empezamos desde cero? ¿Te enseño cómo se ha de colocar el cuerpo para disparar bien? —Intento pasar de largo por su lado para ir a recuperar la posición, cuando el muy imbécil me agarra del cuello de la camiseta, por la espalda, y me empuja hacia delante para agacharme—. Torso curvado. Si no, el balón saldrá disparado al tercer anfiteatro del...

Llevo la mano hacia atrás y le agarro la muñeca hasta inmovilizarlo. Cuando lo tengo controlado, lo tiro al suelo y estampo su espalda contra el césped. El muy gilipollas no borra esa sonrisa engreída de la cara ni cuando clavo el pie derecho al lado de su cintura y la rodilla izquierda sobre su abdomen. Para colmo, estira los brazos hacia arriba, superando su cabeza, y se muestra rendido no ante mí, sino frente a quien quiera vernos.

—No tengo nada que demostrar a nadie, Shidou —le recuerdo, colérico e impaciente—. No me hagas quitarte a ti las opciones de seguir paseándote por un campo de fútbol.

—¿Estás seguro, Rin? —sigue su burla—. Si no tienes nada que demostrar, ¿qué haces aquí? —Mira mi rodilla, clavada en su cuerpo, y se echa a reír. Las vibraciones hacen que me desestabilice—. ¿Dónde ha quedado tu afán por demoler a Sae y...?

Hinco con más fuerza la rodilla y creo que es la primera vez que su ceño se frunce con algo parecido a una molestia. Me tienta empujar más, pero, me contengo.

—Aún no sé qué te traes con mi hermano. A este punto, ni siquiera estoy seguro de querer saberlo. —Porque las opciones que me deja cada vez que habla de ellos dos acostándose no me parecen para nada atrayentes—. Pero, ten clara una cosa, Shidou: no vais a saliros con la vuestra. Sea lo que sea que trama manejándote para ir en mi contra, yo soy más fuerte que vosotros.

—Quizás. —No lo sopesa ni por un segundo, en realidad—. Aunque, tengo curiosidad por saber cómo piensas demostrarlo desde la grada. —Aprieto la rodilla, y esta vez el muy imbécil gruñe—. Piensa en positivo... —Baja los brazos al césped y se apoya con las palmas para erguirse y llegar hacia mí. Con una sonrisa, me susurra—. Si acabas expulsado, podrás ver a Isagi jugar con Kaiser desde lo más alto del palco.

Tu golpe de suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora