18.5. Kaiser

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¡¡AVISO!! Este capítulo ha sido modificado el 24/05 para actualizarlo de cara al canon del manga (pasados de Ness y de Kaiser)

Vine a Japón una vez de vacaciones. Tenía... Creo que doce años, y era con los juveniles del Bastard München en una especie de gira internacional que nos enfrentaba a un equipo nipón antes de irnos a Tailandia a hacer lo mismo por allí.

No recordaba yo que estar aquí podía ser tan divertido.

El partido de ayer fue una primera toma de contacto con lo que ese jodido Ego se ha inventado para su país. Lo reconozco, la primera vez que oí hablar de Blue Lock pensé que no era más que un reality show parecido al Gran Hermano pero con futbolistas desesperados que no iban a ser nadie en la vida.

Luego vi jugar a Seishiro Nagi, y dije «joder, ese tío es bueno».

Lo próximo fue ver a Rin Itoshi. Ahí dije «no me jodas que Sae tiene un hermano».

Y como colofón... vi a Yoichi Isagi.

Joder. Creo que cuando eso pasó no dije ni una sola palabra durante todo lo que duró su partido. Nos habíamos reunido todos los del Bastard para verlo, aunque yo acabé haciéndolo por mi cuenta porque, bueno, digamos que la aparición de Yoichi en lo que es el concepto de mi vida llegó en el momento oportuno.

En otras palabras: estaba hasta los huevos de mi equipo y de jugar en la Bundesliga.

Es una hartura, la verdad. Nuestra superioridad es aburrida. Soy joven y, aun así, ya puedo decir que las ligas se suceden sin emoción a excepción de dos o tres partidos contra los rivales directos. Sin competencia, sin aliciente. Ya no disfrutaba de jugar. O sea, si era un encuentro de la Champions League, ahí está claro que sí, pero estos no son tan sucesivos como querría. Y a veces te tocan eliminatorias tan estúpidas que después de soñar con un duelo contra el Real Madrid va y se pasan de largo y acabas en Portugal jugando contra el Benfica. Lo cual no es un equipo que me entretenga, la verdad.

Estaba harto y desmotivado. Cansado, hastiado. Hasta los huevos, en resumen. Y partiendo de la base de que soy futbolista prácticamente por obligación, que me quiten los pocos alicientes a disfrutarlo que tenía, no ayuda mucho.

O el puto Ego me presentaba en la televisión un programa entretenido, o iba a perder la fe en la humanidad futbolística. Y... joder si me lo presentó.

Si dependiera de mí, no habría puesto un partido de la sub 20 japonesa en pantalla por placer en mi vida. ¿Si se enfrentaran a la alemana? Vale, quizás. Tal vez. Pero ver a esos muermos en donde el único que resalta es Sae enfrentándose a otros once mindundis... La verdad es que prefiero arrancarme las uñas de los pies.

O eso pensaba, porque, como digo, dar con lo que Ego ha montado en esta especie de palacio del fútbol me ha dejado a cuadros. Por fin tengo ganas de jugar, por fin tengo una motivación diferente a ganar la Champions League.

Creo que nunca he sido tan feliz como cuando cogí el teléfono y llamé a Noa para preguntarle si acababa de ver lo mismo que yo.

—Sí —contestó—, ya te digo que sí.

E incluso entonces supe que en realidad su respuesta y mi cuestión no iban juntas. Él hablaba de la idea de negocio, del planteamiento inteligente de Ego de dar con la futura estrella nipona que les diera el Mundial.

Yo hablaba de Yoichi Isagi.

Cuando le exigí que moviera sus hilos para traernos hasta Blue Lock, lo hacía pensando en Yoichi Isagi.

Cuando le insté a aceptar la propuesta de Ego de participar en su torneo de ligas, lo hacía pensando en Yoichi Isagi.

Cuando me preguntó si estaba dispuesto a perder ese preciado tiempo en el primer cuatrimestre del año de la Bundesliga y la Champions League para irme a alimentar el monstruo japonés que acababa de surgir... dije que «por supuesto» pensando en Yoichi Isagi.

Tu golpe de suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora