Cerró la última de las cajas, asegurándose de que la cinta adhesiva quedaba bien pegada. Aquel iba a ser su último día en Oxford, su vida volvía a ser transferida a su ciudad natal. Solo esperaba que aquella vez fuera diferente.
Su hermana menor había vuelto hacía apenas unos días del campamento en el que estaba; una pequeña excursión realizada por su colegio para despedirse de su último año en la educación infantil.
Y, la noche anterior, habían salido a cenar lo cuatro juntos, como una buena familia, para celebrar el cumpleaños de su padre todos unidos, alegando que la última vez, la más pequeña, no había asistido a la celebración.
Suspiró, dejándose caer sobre el desierto colchón. Pasó sus manos por su rostro y se tiró para atrás. Entendía que su padre quisiera alejarse de su madre. Después de tanto tiempo, de todo lo que hizo, ¿cómo podía buscarlo?
Lo había hablado con él, aprovechando que la niña no había regresado a casa todavía. Marcus necesitaba soltarlo todo, liberarse de aquello que tanto le perseguía.
Elizabeth le había escrito, llamado cientas de veces y mantenido encuentros en medio de la calle. La rubia lo tenía agobiado y llegaba al punto de temer salir a la calle.
La razón por la que se alegraba de marcharse era esa. Su padre ya había sufrido bastante.
—May, papá dice que es hora de irnos —la puerta se abrió al completo, mostrando el pequeño cuerpo de la niña —. ¿Has terminado?
El joven se sentó correctamente sobre su antigua cama y sonrió a su hermana. La quería demasiado. Tanto para él como para el resto, la llegada de Charlotte fue una sorpresa que nadie se esperaba. Tal vez por eso era una sorpresa. Y, en un principio, el mayor no estaba nada de acuerdo con la noticia. Un bebé llegaría y el terminaba de cumplir los doce años de edad.
Comenzaba el instituto aquel año, sabía que debía estudiar cada vez más. Se aproximaban muchas más tareas, exámenes complicados y todos ellos se le acumularían. Tener un pequeño ser llorando por la casa no le parecía la mejor de las opciones.
Pero admitía sentir una gran emoción de tener una hermana, aunque dijera frente a sus amigos que eso era mentira. Sentía debilidad por la pequeña, siempre la tuvo. Todos esos pensamientos sobre lo molesta que sería su vida desde aquel instante, desaparecieron cuando tuvo a la pequeña entre sus brazos.
Pudo observar su rostro pálido, sus brillosos ojos y esa pequeña capa de cabello de un tono castaño claro. Se parecía a él, demasiado, y eso le alegraba más todavía.
—Sí —asintió mirándola —. Solo debo bajar esas últimas cajas.
La niña se acercó hasta estas, ambas apiladas en una columna. No se veían pesadas, creía ella, talvez tendrían el peso de esas que contenían sus muñecas. Cogió la más pequeña y la levantó con un poco de esfuerzo. ¿Qué narices llevaba su hermano en dicha caja? Para ella pesaba mucho.
—Creo que mejor la llevas tu —volvió a dejarla en su sitio, frotando sus manos —. Son muy pesadas y, aunque déjame que te diga, que yo estoy muy fuerte —sonrió de manera superior, llevándose una mano al pecho —, no me gustaría tropezarme escaleras abajo. Gracias.
Mayne rió ante tales palabras. No podía negarlo, adoraba a su hermana pequeña.
Se puso en pie, dispuesto a cargar con ese par de cajas que aguardaban, apiladas, a ser llevadas hasta el maletero del vehículo. Y, una vez, la parte trasera hubiera sido cerrada, el nuevo capítulo en sus vidas habría comenzado.
El joven observa a su pequeña hermana mientras ambos bajaban las escaleras. Charlie se veía muy emocionada, tal vez para ella eran solo unas simples vacaciones. Sus padres no habían comentado la mudanza con ella e, igual, era por eso que le resultaba tan extraña la necesidad de todas su pertenencias.
La niña había oído que allí donde iban había playa y que podrían bañarse todos los días. Esa era la razón por la que la menor no quiso desprenderse de su bañador con estampado de diversas caricaturas de unicornios. Según ella: su favorito.
Charlotte se veía mucho más emocionada que él en sus últimas mudanzas.
La primera apenas y la recordaba. Tenía la misma edad que su hermana cuando sus padres fueron trasladados a Oxford. Había dejado atrás a todos sus amigos y dadas las situaciones, y la corta edad con la que contaba, había perdido todo tipo de contacto con ellos.
La segunda fue a un peor. Tenía solo nueve años, no esperaba tener que alejarse para siempre de su madre. Sabía lo que pasaba en casa con ella, él también había sufrido lo suyo. Aún podía mirar su brazo y ver una pequeña cicatriz que lo había acompañado por años.
Años más tarde, apenas unos meses antes de la llegada de la menor, se enteró de la verdad razón de aquella marcha.
Marcus no podía alejarse de dicha ciudad, su contrato en el hospital en el que trabaja aún no había finalizado y, tiempo adelante, no dudo en aprovechar la oportunidad de volver a su antigua ciudad.
—Veo que ya está todo —el hombre miraba con nostalgia la casa, aquella que estaba llena de recuerdos —. En unos días se instalaran los nuevos dueños, mientras nosotros nos acomodamos a Liverpool —le habló a su mujer.
Dionne simplemente asintió, abrazándose a su brazo.
Todos soltaron un suspiro pesado. Daba pena alejarse y olvidarse de la casa que los había acogido, dónde habían pasado años y creado memorias preciosas.
—¿Nos vamos ya a la playa? —la voz entusiasta de Charlotte, asomándose a través de la ventanilla bajada del coche, llamo su atención.
Los tres mayores abordaron el vehículo y, tras asegurarse con los cinturones y prender la radio, dieron por terminada su estancia en aquella ciudad. Las cosas para ellos habían terminado allí y nuevas aventuras los esperaban en la roja ciudad.
—¿Cuándo volveremos? —la niña abrazaba a su peluches favorito, ese que siempre la acompañaba a la hora de dormir, a la vez que balanceaba sus pies.
—Son unas vacaciones... permanentes —su madre volteó a verla con una pequeña sonrisa —. Viviremos allí.
Charlotte aplaudió emocionada, lo que dio a entender a los adultos que no había comprendido lo que Dinne quería decirle.
—¿Unas vacaciones permanentes? ¡Eso está genial! Pero... —su expresión pasó de golpe a una seria, asimilando lo que sucedía a su alrededor —, eso también significa que no volveremos. ¿Verdad?
Los azulados ojos de la pequeña se mantenían finos en Mayne, esperando una respuesta por parte de su hermano mayor. Ella sabía bien que él nunca le mentiría y por eso esperaba una respuesta muy sincera proveniente de él.
Y el chico se la dio. No una respuesta verbal, el muchacho solo asintió y dio a entender a la morena que eso no era así. Y le dolía, porque sabía que significa separarse de sus amigos y viajar a un lugar desconocido para ti.
—Pero estaremos bien en Liverpool, te lo prometo —fingió una sonrisa —. Estaremos contigo siempre, harás nuevos amigos y entraras en una gran academia dónde continuar con el patinaje.
Aquel lugar no atraía nada bueno para él. Y, aunque tenía más que superada a su madre, ese lugar no haría más que atraerle recuerdos de ella. Sabía que, por más que él quisiera, nunca podría regresar a esos momentos.
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AMOR VINCIT OMNIA ✔
Romantik𝐀𝐕𝐎 | "El amor lo vence todo" Chiara se odiaba a sí misma. Para Mayne, ella era perfecta en todos los sentidos. ··· Chiara tubo un duro pasado y una mala experiencia en el amor, para ella estaba todo perdido en ese campo. Y, por si fuer...