O6 | Huir sin ser vista

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Las tardes para ella se habían convertido en la misma rutina monótona. Salía del edificio y caminaba hasta una cafetería cercana. Allí pedía su café habitual y se dedicaba a hacer las tareas en su portátil. Llevaba tiempo haciendo lo mismo y no parecía cansarse de ello.

El tiempo se pasaba rápido, la música le hacia las tardes un poco más amena.

Suspiró apagando su computadora y tomó su teléfono al ver, al igual que las horas anteriores, no cesaba de vibrar. Eran mensajes tras mensajes, y todos ellos de la misma persona: su hermana mayor.

Entendía que estuviera preocupada por ella, pero después de un par de meses, Chiara esperaba que ella se acostumbrara a su rutina.

Para ese entonces no tenía nada de lo que preocuparse. Se había marchado de la residencia universitaria en la que vivía y él no tenía por que saber donde residía a partir del día que su hermana llegó a la ciudad.

Mayella había sido su salvación y ella ni siquiera estaba al tanto.

Agradecía internamente el segundo en el que aquella notificación entró a su móvil. El simple hecho de ver el nombre en la pantalla le había sacado una sonrisa y, cuando comenzó a leer las palabras escritas por su hermana, un gran sentimiento de alivió la recorrió.

«Chiara, igual esto te pilla muy de sorpresa y no sé si estarás de acuerdo con ello. Dentro de unas semanas me mudaré a Liverpool, podremos vivir juntas si es lo que tu quieres. No estoy dispuesta a obligarte a nada. Por favor, piénsalo.»

Después de tantos meses de sufrimiento, incluso cuando pensaba que todo había terminado, sintió que podría retomar su vida y regresar a la normalidad. Podría terminar el motivo por el que se marchó a la ciudad inglesa. Por fin estaría tranquila.

Desbloqueó su teléfono y se adentró en el chat que mantenía con su hermana, pulsando directamente el botón que indicaba llamar.

—Mayella, no hace falta que te preocupes por mi —hablaba con ella, a la par que recogía todas sus cosas —. Estoy bien. No he sido raptada ni nada por el estilo.

Se despidió con la mano de los camareros que trabajaban en el lugar. Tras varios años visitando, todos los días, la misma cafetería, no era de esperar que el personal ya la conociera. Chiara se había convertido en una de sus clientes más habituales.

—¿Qué no me preocupe? Por favor, Ara —de fondo se escuchaban ruidos, como si estuviera ordenando algunas cosas —. Desapareces por horas y me pides que no me preocupe —soltó un largo suspiro, a la vez que cesaba de hacer lo que estuviera haciendo —. No sé si habrás mirado por la ventana —pausó —, pero es más tarde de lo normal.

AMOR VINCIT OMNIA ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora