11 | Ganas de seguir

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Estaba agotada, lo único que quería era llegar a su casa y tirarse a su cama a dormir

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Estaba agotada, lo único que quería era llegar a su casa y tirarse a su cama a dormir. Había perdido la costumbre de salir con sus amigos y dejar que las horas pasaran hasta que la noche dominara sobre ellos. A raíz del primer ataque, había mantenido demasiado cuidado con cada actividad que realizaba. Se acabo el deporte, se restringía las salidas y prohibió lo que más le gustaba: el baile. 

Cualquier esfuerzo físico podía acabar con ella de un momento a otro y no estaba lista para afrontar ese momento. Lo había pensado cientas de veces, repitiendo siempre, una y otra vez, la misma pregunta. ¿Qué pasaría si yo me fuera? Las respuestas eran varias y cada una le desagradaba más que la anterior. La principal era el abandono a su familia y a toda esa gente que la quería.

Suspiró pasando sus manos por sus ojos. Quería dormir, descansar y olvidar parte de aquel día. Le había dolido, claro que lo había hecho. Hacía meses que no pisaba un lugar como ese, que no sentía el frío de las altas temperaturas que proporcionaban los aires acondicionados; hacia tiempo que no sentía lo que era el patinaje. Y pensaba haberlo olvidado.

Lo había sido todo y nada a la vez. Una pasión descubierta cuando tenía tres años y fue con su familia a una pista del centro, emocionada de sentir la comodidad de los patines y su gran facilidad encontrada en la disciplina.

Descansando en la comodidad de su cama, volvió a respirar con pesadez. Miraba el techo, replanteándose el porqué le había dicho a su amiga que estaba encantada de ir con ella a una fiesta. Ni siquiera le gustaban. Prefería mil veces quedarse en casa, en el cálido abrazo de algunas de sus mantas y una película mala de romance en el televisor. Pero, entonces, las palabras de su hermana volvieron a resonar en su interior: «Vive la vida, Chiara, o te la perderás toda»

Aquella frase había surgido de una discusión entre ambas, de la cual, si se hablaba en alto, podría sorprender a las dos hermanas. Nunca discutían, a pesar de estar en un estado de total desacuerdo, jamás llegaban a elevar sus tonos. Y esa mañana sucedió. 

Mayella estaba harta de ver a su hermana desperdiciar el tiempo, alejándose de todas esas cosas que le gustaban o de la gente que siempre le sacaba una sonrisa. Se pasaba el día en casa, encerrada, y lo máximo que salía, era a clase, dar una vuelta o al jardín. Apenas y se relacionaba con gente. Ella solo quería verla feliz y hacerla ver que su enfermedad no tenía porque alejarla del mundo. Solo quería que entendiera eso.

* * *

Si tuviera hecha una lista de sonidos que más detestaba, el característico ruido del timbre a horas tempranas, entraría en su podio. No existe nada más horrible que estar en un perfecto sueño y tener que abandonarlo para poder ir a abrir la puerta, y peor aún era luego no poder regresar a la cama. Eso era lo que pensaba Chiara cuando el inquietante sonido llevaba resonando por su casa desde cinco minutos atrás.

Su hermana no estaba, había tenido que salir a sustituir a una de sus compañeras en su turno del trabajo, por lo que la castaña estaba sola. Peinaba su cabello en un recogido rápido, tratando de colocarlos para poder verse presentable a la hora de abrir la puerta. Podía ser el cartero o cualquier vecino, pero le daba igual, tenía cuatro palabras preparadas para quien fuese.

AMOR VINCIT OMNIA ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora