12 | A punto de perderme

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La sensación de estar rodeada de tanta gente comenzaba a agobiarla

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La sensación de estar rodeada de tanta gente comenzaba a agobiarla. Pronto sintió como el aire comenzaba a faltarle y sus latidos se aceleraban poco a poco. El partido aun no había empezado y ya parecía que moverse de su asiento iba a ser imposible. No entendía que tenía de especial un partido entre dos equipos universitarios. Las gradas estaban llenas de multitud de personas, que vestían los colores de ambos clubes. Con pancartas y gritos de ánimo.

Gala se mantenía de pies, con su bolso apoyado en la silla de plástico y su barbilla elevada en busca de alguien. Devin Wilson. Un joven que había conocido en una discoteca hacia meses y que, según sus palabras textuales, la volvía loca. Desde luego que siempre tenía una gran sonrisa tatuada en su rostro cuando hablaba de él, y difícilmente se le borraba. Estaba enamorada y su mejor amiga lo sabía. No había hecho falta que la española lo dijera en alto para que la chica lo descubriera. Ese chico le caía bien y, aunque no tuviera ninguna idea sobre el deporte que jugaba, corearía su nombre junta a la voz chillona de su mejor amiga. 

—Chiara, ¡Dev no está saludando! —la rubia gritó con euforia mientras movía su mano de la misma manera —. ¡Por Dios! ¿Lo has visto? —se llevó una mano al pecho con emoción —. ¡Dime que lo has visto y que no estoy soñando! —su cabello rizado fue echado para atrás mientras ella se dejaba caer en el asiento —. ¡Chiara! ¡Devin me ha lanzado un beso!

Suspiró como una enamorada, colocando sus rizos a la perfección. La italiana solo podía hacer que reírse a carcajadas de la reacción de su amiga. Claro que lo había visto, no es que estuviera ciega. Y se alegraba un montón por la chica. Los dos habían pasado demasiado tiempo juntos. En citas, paseos o hablando durante horas por teléfono. Se notaba que los sentimientos de la muchacha era correspondidos por ese pelirrojo guapetón, como lo solía llamar Gala.

Un pitido llamó la atención de las dos amigas, haciendo que, en un autorreflejo, sus miradas se dirigieran a los jugadores situados en sus posiciones sobre el campo. Todos estaban listos, el arbitro levantaba su mano al aire y, cuando volvió a sonar el silbato, el balón comenzó a rodar por el verde césped. Todo el público animaba a su equipo, soltando quejidos cuando fallaban un tiro o vítores cuando algún jugador realizaba una buena jugada.

Así pasaban los minutos, ambos equipos empatados a uno. Quedaban escasos minutos para el final, cuando Devin tomó el esférico y corrió campo arriba en busca del tan ansiado gol. Gala tomó con fuerza la mano de la castaña y tiró de ella hasta ponerse en pie; estaban expectantes del balón y el novio de la española. El pelirrojo corría, evitando a sus oponentes y mirando en una sola dirección: la portería. Respiró con fuerza sin dejar de acercarse y golpeo la bola.

—¡Eso es! —voceó la rubia, seguido de un montón de aplausos. La grada de los rojos estaba en pie, habían ganado el partido.

Wilson se acercó hasta la escuadra, celebrando su gol. Corrió hacia donde se encontraba la chica y la señaló; le acababa de dedicar la victoria mientras ella se había quedado estática en su sitio. ¿Acaso Devin había hecho lo que acababa de hacer? 

AMOR VINCIT OMNIA ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora