25 | Todo o nada

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Chiara aguardaba pacientemente, de brazos cruzados, sintiendo como la brisa chocaba contra sus brazos descubiertos

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Chiara aguardaba pacientemente, de brazos cruzados, sintiendo como la brisa chocaba contra sus brazos descubiertos. El agua salada, fría y oscura, rozaba sus pies, mientras el chico comenzaba a quitarse las zapatillas. Lo observaba y cuestionaba sobre lo que tenía pensado hacer. Mayne terminó de quitarse la camiseta, aún con los pantalones puestos, y la miró. Sonrió y le extendió la mano.

—Chiara —la llamó, incitándola a bañarse con él —. Una vez me dijiste que querías hacer cosas que nunca habías hecho, y me he propuesto cumplirlas —se acercó a ella, tomándola de la cintura —. Hagámoslas juntos y empecemos ha hacerlas hoy.

—No sé si quiero empezar por bañarme en la playa de noche y en ropa interior —el inglés encaró una ceja.

—Lo importante es que estás conmigo —sonrió y tiró de ella levemente, acercándola al agua —. Venga, no es como si un tiburón fuera a devorarte.

La risa del castaño inundó el lugar, mientras la italiana solo podía mostrar una expresión de terror. Con esas palabras, sus ganas de sumergirse en el mar habían disminuido. Pero sus razones iban más allá de eso. Siempre le había gustado la playa, tal vez por haber vivido toda su infancia en una zona costera; había habido noches en las que se escapaba a la costa y nunca se había llegado a bañar. Claro que quería hacerlo, ganas no le faltaban.

El joven la ponía nerviosa, su simple tacto provocaba que su corazón se acelerara. Sabía que él nunca la juzgaría, pero no podía evitar el estado de nervios al saber que vería su cuerpo desnudo. Los traumas del pasado volvían a su mente, recordando todas esas palabras que, una vez, Seth le había dicho. Ella era preciosa, pero todos esos comentarios la hicieron odiarse. Tenía miedo de que Mayne se alejara de ella, que se diera cuenta de que no servía para nada y se marchara, como todo el mundo hacía. Y, por tantas veces que lo hubiera pensado, solo podía recordar la forma cariñosa en la que él la miraba. 

Igual se había precipitado y todo con Mayne iba demasiado deprisa, pero, en el fondo, Chiara sabía que él era el indicado.

Cerró los ojos unos segundos y dejó que el nubarrón que abarcaba su mente se disipara, se chupó los labios y empezó a desabrocharse el vestido. Tenía que aprender a quererse un poco más a sí misma, que la única opinión que le importara fuera la suya propia y que tenía que hacer las cosas por su felicidad. Solo así podría aprender a amarse. Estaba bien que se preocupara por los demás, eso demostraba mucho de ella; pero poner al resto por delante de ella le afectaba.

El largo vestido cayó a la arena, bajo la atenta mirada de Mayne. Él sonrió y tomó la mano de la chica. Sabía lo mucho que le costaba mostrar su cuerpo, como sabía lo mucho que le dolía el cambio de éste. Desde que había sido diagnosticada, su vida cambió. Adiós a los esfuerzos físicos, hola a una nueva forma de vida. Tuvo que cambiar su manera de alimentarse y cuidarse. A su vez, la idea de su reflejo no era exactamente como era en realidad, y comenzó a dejar de comer. Nada era suficiente para que ella se viera bien.

Y Mayne estaba al tanto de todo eso. Había demostrado tantas veces que ella no tenía porque desconfiar de él y la hizo sentir cómoda a su lado. Chiara se había abierto con el inglés, contándole cosas que pocos sabían.

—Eres preciosa, Chiara —su tono era calmado y sus ojos azules mostraban sinceridad en sus palabras. La susodicha agachó la cabeza, sonriendo.

* * *

Nunca se acostumbraría a la idea de estar rodeada de tanta gente. Sus latidos seguían acelerándose y su respiración se ralentizaba. Se agobiaba muy rápido. El partido apenas llevaba escasos minutos y las gradas estaban a rebosar de fanáticos de ambos grupos juveniles. Le había prometido a Mayne que iría a verlo y allí estaba, abrazada al brazo de Gala mientras animaba al inglés, vistiendo una de sus camisetas.

Miraba a los jugadores en el campo, sintiendo su ansiedad incrementar cada segundo. No quería verlo, no cuando comenzaba a olvidar lo sucedido en la discoteca. Su pecho dolía levemente al imaginárselo allí, observándola con esos ojos que hacían temblar a cualquiera del terror.

Gala seguía de pies, aplaudiendo, manteniéndose al margen de los pensamientos de la italiana. Seguía a Devin Wilson, el capitán del equipo, con la mirada, mientras suspiraba por él. Las cosas entre ellos funcionaban bastante bien, eran como dos piezas de puzle hechas para encajar entre ellos. Y eso alegraba a la castaña. Los hombres eran idiotas, eso lo llevaban muy claro las dos, pero parecía que todo en la vida les iba bien y habían podido encontrar a dos que no lo fueran tanto.

—Esto no puede ser —masculló la española al ver lo que sucedía en el campo.

Set había comenzado a discutir con Mayne, encarándose mutuamente. Jugadores de ambos equipos se dirigieron a separarlos, pero todo parecía llevar a una clara pelea entre los dos. El arbitro pitó de nuevo, reanudando el partido. La de cabellos rizados dirigió su vista a su amiga, quien tenía la suya perdida en el suelo de las gradas. Claro que tenía que estar allí, ¿cómo iba a perderse un partido tan definitivo como ese? Solo pudo suspirar, jugando con sus manos.

—¡Oye, ya está bien! —chilló a los minutos Gala —. ¡Echarlo del campo! —había un claro enojo en su voz, pero pronto se mezcló con la preocupación. Chiara, al no entender nada, se puso en pie con su ceño fruncido, para poder ver al castaño tumbado en el suelo sin poder moverse. Sintió como una mano acariciaba su espalda —. Seguro que está bien, cariño —la miró apenada.

No sabía que había pasado, estaba tan sumida en sus pensamientos que no estaba al tanto del partido. Estaba nerviosa. Los enfermeros comenzaron a entrar al campo, llevándose al número siete en camilla. Solo quería estar a su lado, tomándolo de la mano. Sabía que suponía esa lesión para Mayne. Era el partido de la final, algo demasiado decisivo para su equipo. Era ganar o perder.

—Necesito verlo.

Gala solo asintió.

—Busca a Devin, el sabrá donde llevarte.

Su pecho dolía demasiado, algo normal para ella. Se había acostumbrado a esa presión, sabía que solo era su enfermo corazón. Apoyó su mano en una de las paredes de la grada, dirigiendo la otra a la zona izquierda de su pecho. Respiró con calma, esperando que todo ese dolor desapareciera. 

Caminó hasta los vestuarios, agradeciendo que la presión bajara. Recorrió el lugar con sus ojos cafés hasta poder ver al capitán a lo lejos, recostado sobre una de la puertas; corrió hacia él, llamando su atención.

—¿Mayne? —preguntó tratando de recuperar su respiración. Devin solo señaló la puerta que había tras él, dejando que la morena se asomara por la pequeña ventanilla que ésta tenía —. ¿Estará bien? ¿Qué ha pasado?

Wilson disimuló su sorpresa, no se esperaba que la chica no se hubiera enterado.

—Al parecer Amery ha dicho algo de ti, por lo que yo he oído y Mayne se ha enfadado —cruzó sus brazos, moviendo su mirada al interior de la sala, en donde atendían al chico —. Luego, cuando el partido a seguido, Seth le ha hecho una mala entrada, que ha terminado en lesión para tu chico —Chiara se sonrojó ante las dos últimas palabra de Devin. 

Tu chico. Ellos no eran nada, o al menos que ella creyera.

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AMOR VINCIT OMNIA ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora