15 | Débil e imponente

10 1 0
                                    

Pasar tiempo con Mayne estaba siendo reconfortante para ella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pasar tiempo con Mayne estaba siendo reconfortante para ella. El joven hacia que olvidara todo lo que sucedía a su alrededor. La hacia reír y le animaba. En el fondo, estaba más que contenta de que el chico no la hubiera abandonado. Llevaba junto a la muchacha casi una semana y, gracias a la insistencia de la italiana, había ido a su casa casi todos los días. Le parecía demasiado que no pasara por su hogar, por mucho que a sus padres les pareciera bien que se quedará allí.

Las duchas en el hospital no eran de lo mejor. Eran de corta duración y el agua variaba su temperatura.  Por esa misma razón, Chiara había obligado al chico a pasar por su casa y descansar correctamente. Que durmiera un rato en la comodidad de su cama y que pasara un tiempo con su familia.

Había prometido que ella estaría bien, que no era necesario que se quedara con ella tanto tiempo. Y, en el caso de que le sucediera algo, siempre podría comunicárselo a Marcus, su padre.

En aquel momento, se encontraba leyendo una de las revistas juveniles que la señora Styles le prestaba. El inglés no estaba y ella no tenía nada mejor que hacer. Su médico le había mandado reposo, también; y solo hacía más que sentirse inútil. Comenzaba a creer que todas aquellas palabras salidas de su boca eran reales. Que ella no servía para nada y todos terminarían cansados de estar al pendiente de sus cuidados.

Estaba aburrida, concentrada en los artículos de las páginas, cuando la puerta sonó ante los repentinos golpes en está. Levantó su vista, a la espera de que alguien entrara. Pero nada. Volvieron a llamar y murmuró un pequeño «adelante», expectante de quien podría ser. Cerró la revista, dejándola caer en la mesilla a su lado. Si aquel que entraba era el chico de ojos engatusadores, le recriminaría por no seguir lo que le había dicho.

Pero estaba más que equivocada. Aquella figura era demasiado familiar para ella, ¿cómo no reconocerla? La había llevado al cielo para dejarla caer directamente en el infierno. Guapo pero nada más. Un ser despreciable que le helaba la sangre. Qué la hacía ver impotente, débil, pequeña. Lo odiaba. A él y todo lo que le había hecho pasar. Quería que sufriera los mismos males que ella misma había pasado y seguía soportando, pero, de nuevo, las cosas mala siempre suceden a la gente buena.

—Hazme un favor y lárgate. No quiero verte —tomó la revista y trató de retomar su lectura. Necesitaba evadir la presencia del chico.

El moreno no pareció tomarle mucha importancia a las palabras murmuradas por la chica, ni siquiera pensó que lo decía en serio. Solo se sentó en el sillón que el inglés siempre usaba y revisó la habitación sin mover un pie. El silencio los invadía; un ambientes incómodo y frío, que lograba causar escalofríos en la castaña. Chiara mantenía su respiración calmada, como le habían enseñado, mientras sentía que la tensión podía ser cortada con un cuchillo.

Dejó de leer con los ojos para centrarse en la conversación tenida con su médico, aquel que había controlado su enfermedad y la había atendido desde el primer momento que la italiana puso un pie en dicho lugar. Su médico, el único que conocía su verdadera historia.

—No sabes el mar sabor de boca que me dejó enterarme que estabas en el hospital —su mano atrapó la de la chica, fría y suave, pero ésta la apartó con gran rapidez —. Vamos, Chiara. Estoy aquí por ti —se puso en pie, observando a la morena con una gran lástima en sus ojos oscuros. Si no conociera su verdadera personalidad, se la habría creído —. Eso es lo que tiene, ¿no? Que venga a verte y que me preocupe por ti —tomó a la joven por ambas mejillas, frotando su pulgar contra una de éstas —. Es lo que un buen novio debería hacer por su chica, ¿es verdad?

Asqueada, Chiara rompió todo tipo de contacto con él.

—Tu y yo dejamos de ser pareja desde el mismo día en que intentaste abusar de mi —su mirada demostraba odio, valentía. Finalmente estaba siendo capaz de encarar al moreno y ponerlo en su lugar —. Todavía recuerdo la sensación de tus manos recorriendo mi cuerpo y del como yo, entre lágrimas, te suplicaba que parases. Pero nunca me hiciste caso y, aquella noche, casi muero por tu culpa —su corazón volvía a latir con fuerza, teniendo ese característico dolor en el pecho —. Tu y yo no somos nada. Ahora, márchate.

Las lágrimas atacaron sus ojos, y no solo por el recuerdo. La fuerte presión en su barbilla la hacía querer llorar. Seth la había acercado a su rostro, tomándola con fuerza. Le estaba haciendo daño. Estaba enfadado, lo podía ver en sus pupilas dilatas y ella, volvía a tener miedo. Miedo de él. El chico era capaz de muchas cosas y no tenía punto final.

El monitor pitaba con fuerza, acompañando a su corazón. Su pulso se aceleraba y, otra vez, sentía que su corazón escapaba de su pecho. Necesitaba ayuda, necesitaba que sacaran al chico de encima suya. La primera lágrima salada escapó de sus ojos, temblando con fuerza. La noche en que tuvo que correr al hospital se repetía a gran velocidad en si cabeza, temiendo que en aquellos momentos se volviera a repetir.

—Escúchame bien, bonita —su agarre se endureció, a la vez que la italiana trataba de que la soltase, agarrando su muñeca con toda la fuerza que podía sacar. Estaba demasiado cansada como para oponerse —. Por tu bien, espero que nadie sepa lo que sucedió esa noche —Chiara estaba en descontrol, siendo un mar de lágrimas al completo —. Nadie, pero nadie, te querrá tanto como yo lo haré —la aproximó más hacia él, causándole mucho más dolor —. ¿Está bien? Eres una enferma, una carga para todos. ¿Crees que tu nuevo noviecito te aguantará mucho? —chistó en negación —. Solo espera a que se enteré de lo que sucede y se olvidará de ti. No le será muy difícil encontrar a una mejor —se alejó de ella con demasiada brusquedad —. Ya nos volveremos a ver, pequeña Ara.

No podía más con el dolor de su pecho, y llevar una mano a dicha zona no le era de gran ayuda. Se sentía sucia y dolida, pensando en que todo lo que le había dicho el moreno era verdad. Mayne no aguantaría mucho a su lado. Sentía que se había quedado junto a ella por pura cortesía y, una vez le dieran el alta, no volvería a saber más de él. Eso es lo que siempre le sucedería: que todos se terminarán alejando de ella.

_____

AMOR VINCIT OMNIA ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora