32. En cuerpo y alma.

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Darah

Entro al coche y el señor me lleva al hotel. Subo y con cuidado abro la puerta, pero a simple vista tampoco veo rastro de él. Subo al segundo nivel y busco en las habitaciones y nada. Como última opción camino hacia al baño que está al final del pasillo y veo la puerta entreabierta.

Me acerco un poco más y lo puedo ver sosteniéndose del lavamanos con el cabello mojado, mientras algunas gotas caen de este y otras se resbalan por su abdomen. Un poco desconcertada vuelvo a subir la mirada y veo que me está mirando fijamente sin decir nada.

Obviamente, se dio cuenta de la tremenda repasada que le di y veo como esos malditos labios que me besaron dos veces, esbozan una sonrisa que no sé si interpretarla para bien o para mal. Por lo que empiezo a entrar en un poco de pánico, pero no diría pánico del malo.

En un momento como este no sé cómo expresarme, así que intento ser lo más clara que puedo para que mi mente no caiga en la locura.

-Adam... –mi respiración se entre corta por la hermosa vista que tengo en frente. Todo depende de una toalla. Él abre la puerta por completo y me mira a los ojos con una mirada que yo describiría como lujuriosa y deseosa.

-Sí? –vuelve a mirar mi vestido y despacio vuelve a subirla a mis ojos – ¿Desde cuándo dices mi nombre con ese tono? ¿Pretendes volver a excitarme? –¿Excitarlo? ¿YO?

Sin recibir ninguna respuesta de mi parte, él empieza a acercarse más mientras yo doy cortos pasos hacia atrás hasta que la pared ya no me deja retroceder más. Sin estar lo suficientemente cerca, él extiende su mano y toca mi rodilla, lo que me hace estremecer por su frío toque.

Su mano empieza a subir despacio hasta que la siento debajo de mi vestido y se detiene justo en mis muslos internos. Trago con dificultad, sus labios atrapan mi cuello y aprieta mi muslo, siendo lo suficiente para que mis piernas se debiliten.

-De qué hablas? –me atrevo a hablar y él me vuelve a mirar.

-Jamás me había sentido así porque una mujer me tratara de usted o que el simple movimiento de sus caderas me alterase tanto. Tú eres la loca desquiciada que pone en duda todo lo que digo, que me desafía y no le importa plantarme cara. No está en mis planes dejarte ir, pero si no quieres simplemente dices no y lo entenderé. –siento un roce de su mano en mi debilidad, lo que me hace cerrar los ojos y soltar un jadeo.

No creo que sea un buen momento para mentirme a misma, después de todo ya lo hice por mucho tiempo después de intentar autoconvencerme de que no era él, el hombre de mi sueño erótico. Abro los ojos y estos caen sobre sus labios qué están siendo relamidos.

Al diablo todo esto.

-Ya no aguanto más –me lanzo a por sus labios y lo beso con el deseo que mi cuerpo busca que él sacie.

En cuestión de segundos me corresponde el beso y vuelve a apretar mi muslo. Suelto otro jadeo, pero esta vez entre sus labios y siento como me sube una pierna y la enreda en su cintura, para luego hacer lo mismo con la otra.

Me lleva por el pasillo sin dejar de besarnos, pero se separa de mí cuando llegamos a la habitación.

-Qué pasó? –no me responde y fue a abrir las cortinas. La luz de toda la ciudad entra a la habitación y él se sienta en un sofá frente a la ventana.

-Desvístete –se ve tan erótico sentado ahí ordenándome que me desvista. Suelto mi cabello y me bajo el vestido despacio, dejándolo caer en el piso -Lencería –su mirada baja lentamente por mi cuerpo. Hago un ademán de quitármelo, pero me detiene –No, aún no. Ven –palmea sus piernas y sin dudarlo voy y me siento a horcajadas sobre él. Su mano abraza mi cuello y me obliga a mirarlo.

No puede ser tan complicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora