48. Mi deseo

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Hace dos años

Toda la ciudad se ve iluminada a más no poder. Todos están bien abrigados y acompañados, ya sea de amigos, familiares o parejas. Tomo un sorbo de mi té y continuo mi camino a mi habitación.

Veo los locales completamente decorados de navidad y me animo a entrar a una chocolatería. Uno de los mejores acompañantes de la soledad es el chocolate y no lo pienso discutir con nadie.

Por mis audífonos escucho que empieza a sonar ¨Everybody Dies¨ de Billie y subo el volumen empezando a tararearla mientras elijo qué chocolate me llevaré.

-Hola cariño -siento que tocan mi hombro y me giro hacia esa dirección y veo a una dulce señora sonriéndome.

-Oh, discúlpeme, no pude escucharla por la música -le respondo regresándole la sonrisa mientras le bajo el volumen a la canción.

-Sé que no trabajas en la tienda, pero siento que podrías ayudarme a conseguir chocolates para mis nietos.

-Por supuesto que si ¿tiene alguna idea de lo que les gusta?

Le tiendo mi brazo y ella lo entrelaza con el suyo. Ambas empezamos a caminar por la gran tienda y empiezo a ayudarla a elegir los chocolates. Podría pasar toda la noche ayudándola, porque prefiero estar aquí afuera, que encerrada en mi habitación sola.

Al terminar de elegir los chocolates, ambas pasamos hacia la caja y pagamos lo que elegimos. Caminamos hacia la salida y ella se detiene obligándome a hacer lo mismo.

-Para ti –me tiende una barra de chocolate y yo la tomo riendo ligeramente por el gesto.

-No debió de molestarse, pero muchas gracias –ella se acerca y me da un pequeño abrazo el cual le correspondo. Las dulces señoras son la cosa más linda del mundo.

-Ve con cuidado y procura abrigarte bien. Feliz navidad, cielo –se aparta de mí y continua su camino dándome la espalda.

Yo hago lo mismo continuando con mi camino y maldigo un poco las botas que traigo puestas porque me están empezando a molestar.

Antes de llegar paso por un grupo de jóvenes que están cantando villancicos rodeados de personas prestándoles atención y grabándolos. Me detengo un momento y les dejo una moneda para luego continuar con mi camino. 

 Logro llegar a tiempo antes de que cierren la residencia y subo a mi habitación. Cierro la puerta y me deshago de esas molestas botas. Me quito la chaqueta y la tiendo con cuidado, es mi bebé, la hice yo porque las chaquetas de invierno son exageradamente caras y esa solo me costó unos cuantos pinchazos de dedos.

Veo el lado de mi compañera de habitación completamente vacío y me pregunto qué tal la estará pasando con sus seres queridos. Antes de hundirme en mis pensamientos me apresuro a entrar al baño y darme una buena ducha. Hoy fue un día largo.

Al salir rápidamente me pongo mi pijama de peluchito y voy al pequeño refrigerador que tenemos para sacar mi tazón de pasta y calentarlo en el microondas.

Cansada de ver como el tazón da vueltas, tomo y móvil y veo que Lissa me envió una foto. Entro a su chat y veo una foto de ella, el pequeño y el pelirrojo, sonriendo los tres. Me parece tierno que pasen las navidades juntos por el pequeño George.

Los extraño mucho. No veo la hora de estar junto a ella y el pequeño, caminando los tres juntos como todas las personas que vi hoy.

Como respuesta le envío un corazón y continúo viendo el tazón dando vueltas. Como me gustaría estar ahí ahora mismo, pero aún ni siquiera doy por finalizada la carrera y tampoco es que me puedo permitir un vuelo con los gastos que tengo que cubrir aquí.

No puede ser tan complicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora