El verano moría lentamente, como un susurro que se apaga entre los días cada vez más breves y las noches más frescas. Los rayos cálidos y dorados que habían acariciado nuestra piel empezaban a ceder, y con ellos se iban también aquellas tardes infinitas, cargadas de risas y sueños. Decididas a saborear hasta el último vestigio de aquella temporada, Raghda y yo planeamos una última noche de chicas. Nos hacía falta esa pausa, una tregua para disfrutar de nuestra compañía, como si quisiéramos encapsular el verano en una noche, antes de que la marea del año escolar nos arrastrara con su oleaje de responsabilidades y estrés.
Nos sentamos en el sofá, con el silencio de la noche envolviéndonos y el aroma del té humeando entre nosotras. Raghda me miró, con esa mezcla de cariño y complicidad que sólo una amiga verdadera puede ofrecer.
—Jinan, tienes que dejar de pensar en ese chico misterioso que te cruzaste hace semanas —me soltó con una sonrisa entre comprensiva y desafiante—. No puedes seguir atormentándote por algo que ni siquiera conoces.
Sus palabras atravesaron mi mente como una ráfaga de aire frío. Tenía razón. Era absurdo aferrarse a un recuerdo, a una impresión fugaz que, sin embargo, había logrado instalarse en cada rincón de mis pensamientos. Suspiré, rindiéndome a la verdad de sus palabras.
—Tienes toda la razón, Raghda. No puedo seguir aferrándome a algo que ni siquiera entiendo —respondí, más para convencerme a mí misma que a ella.
Pero en el fondo, algo se rehusaba a soltarse del todo. Sabía que, si seguía pidiéndole a Allah que nos cruzara de nuevo, quizá sucedería. Solo si él era bueno para mí, claro. Llevaba tiempo pidiéndole a Allah por una amiga auténtica, una que pudiera comprenderme, escucharme y hacerme reír. Y entonces apareció Raghda, justo como la había imaginado, incluso mejor. ¿Por qué no podría pasar lo mismo con él?
—Así se habla —dijo Raghda, satisfecha, como si acabara de librarme de un hechizo—. Deja que el pasado se quede en el pasado y abre tu corazón a nuevas experiencias.
La mañana siguiente llegó envuelta en una brisa fresca que me estremeció al caminar hacia mi primer día de bachillerato. Una mezcla de nervios y emoción revoloteaba en mi pecho, y cada paso parecía resonar con una promesa. No sabía qué esperar, pero me sentía lista, como si algo estuviera a punto de comenzar.
Cuando el director comenzó a leer las listas de clase, mi corazón latió con más fuerza. Una parte de mí esperaba ser la única musulmana en el año, pero entonces, el nombre "Reda" resonó en la sala, y fue como si el aire se detuviera. Mi mandíbula cayó en un gesto de sorpresa.
Miré alrededor, buscando ansiosa el rostro detrás de ese nombre. Y cuando mis ojos se cruzaron con los suyos, sentí una chispa, una conexión inexplicable, como si el universo entero hubiera orquestado ese momento. Reda se levantó y caminó hacia el profesor, y en su andar, en esa sonrisa un tanto traviesa que se dibujaba en sus labios, había una seguridad que desbordaba cada paso.
A medida que se acercaba, no pude contener una sonrisa. Todo en mí gritaba que ese era el chico misterioso, el que había perturbado mis pensamientos durante semanas.
—Así que tú eres el chico misterioso de aquella vez —le solté, con una mezcla de incredulidad y diversión.
Él levantó una ceja, sorprendido y divertido a la vez.
—¿Me has estado investigando, Jinan? —preguntó con una sonrisa que dejaba entrever su picardía.
Solté una risa suave, dejándome llevar por el juego.
—No, solo me di cuenta cuando el director dijo tu nombre. Parece que el destino nos ha unido una vez más.
Reda se inclinó hacia mí, y en su voz, baja y cómplice, había un dejo de intriga que hacía temblar mi corazón.
—Entonces, ¿crees en el destino, Jinan?
Mi pulso se aceleró, atrapada por su cercanía y la intensidad de su mirada.
—No lo sé, pero parece que el destino quiere que nos conozcamos mejor —respondí, con un tono que intentaba ser despreocupado, aunque no podía engañar a nadie, ni siquiera a mí misma.
El resto del día transcurrió como en un sueño, en una danza de coqueteos y bromas, como si aquel primer encuentro hubiera sido solo un preludio de algo mucho más profundo. Nos reímos, compartimos secretos al oído, y en cada palabra, en cada sonrisa, sentía cómo algo en mí se iba abriendo, cómo la barrera entre ambos se desvanecía sin remedio.
Esa noche, mientras reflexionaba sobre el día, la emoción y la nostalgia se mezclaban en mí. Sabía que el encuentro con Reda no era solo una coincidencia; era como si algo o alguien, en algún rincón del destino, hubiera tejido ese cruce de caminos. No sabía qué me depararía el futuro, pero estaba dispuesta a dejarme llevar, a dejar que este viaje siguiera su curso. Insha'Allah, que así sea.
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In sha allah
RomanceEn el pintoresco pueblo de Jinan, un encuentro casual con el enigmático Reda desata una historia de amor apasionada. Pero cuando la familia de Reda desaparece sin dejar rastro, el destino se tuerce. Dos años después, Jinan intenta sanar en Bélgica...