El bullicioso centro comercial era un caleidoscopio de colores y sonidos, un vibrante mosaico de vida y comercio. Ritaj, mi prima y yo nos abrimos paso entre la animada multitud, navegando por un mar de boutiques de moda y cafés aromáticos. Habían pasado dos largos años desde nuestro último encuentro y la emoción de nuestro reencuentro crepitaba en el aire.
-Jinan, has cambiado mucho — exclamó Ritaj, sus ojos escudriñándome de pies a cabeza. —¡Mírate, ya crecido! — Sonreí, agradecí el cumplido y le devolví la observación. Ritaj tiene 15 años. Se había transformado en una joven serena, cuyo rostro alguna vez querubín ahora estaba adornado con la sutil gracia de la adolescencia. Bolsas de compras colgadas de sus brazos, evidencia de nuestra misión de explorar las últimas tendencias y recuperar el tiempo perdido. Mientras deambulamos por el laberinto de escaparates, la curiosidad de Ritaj desencadenó una conversación que tomaría un giro inesperado.
-Entonces, cuenta la verdad, Jinan. ¿Hay alguna persona especial en tu vida? — preguntó, con un brillo travieso en sus ojos. Tomado por sorpresa, me reí nerviosamente, contemplando si debía revelar los nuevos latidos en mi corazón a cierto compañero de clase. Justo cuando reunía el coraje, una oleada de reconocimiento surgió entre la bulliciosa multitud. Un chico que recordaba inquietantemente a Reda pasó junto a nosotros. El déjà vu fue asombroso: el mismo cabello oscuro y despeinado, la confianza casual en su paso. Mi corazón dio un vuelco y, por un momento, el vibrante centro comercial desapareció en el fondo. Ritaj notó mi distracción momentánea.
-Jinan, ¿qué pasa? Parece que has visto un fantasma
Tartamudeé, tratando de encontrar las palabras adecuadas — Es solo que... ese tipo que pasó por allí se parece mucho a Reda — Los ojos de Ritaj se abrieron con sorpresa.
-¡De ninguna manera! ¿Sigues colgado de él?" Mientras los ecos de su pregunta persistían, me encontré luchando con una mezcla de emociones. El extraño parecido había despertado sentimientos latentes, y no podía negar la comprensión de que, tal vez, mi corazón no se había alejado completamente de Reda. En medio del vibrante centro comercial, luché con el pasado y el presente, el tirón de la nostalgia y las emociones incipientes por alguien nuevo, creando un complejo tapiz de emociones en nuestra tan esperada aventura de compras.
El recuerdo de las palabras de mi madre resonó en mi mente mientras navegaba por las vibrantes calles de Bélgica, un lugar que se había convertido en mi nuevo hogar durante los últimos dos meses. Era una tarde fría y las luces de la ciudad iluminaban los caminos adoquinados. El ajetreo y el bullicio del centro comercial parecían un mundo de distancia de la conmovedora conversación que tuve con mi madre en el aeropuerto. "Hija, Reda, está en el mismo país al que vas", me había dicho mi madre, con voz mezcla de preocupación y cautela mientras me abrazaba fuerte antes de mi partida. En ese momento, la anticipación de comenzar un nuevo capítulo en mi vida había eclipsado el peso de sus palabras. Estaba ansioso por sumergirme en lo desconocido, por dejar que el encanto de una tierra extranjera borrara el dolor persistente que Reda había dejado atrás. Bélgica ofreció un nuevo comienzo, un lienzo esperando ser pintado con nuevas experiencias. Sin embargo, en medio del bullicioso centro comercial, el vívido recuerdo de la revelación de mi madre resurgió con fuerza inesperada. El encuentro con un niño que tenía un extraño parecido con Reda actuó como catalizador, despertando la curiosidad latente sobre la presencia de Reda en este país lejano. De repente, las promesas que hizo mi madre volvieron a mí. Me había asegurado que a mi llegada lo revelaría todo, detalles que podrían arrojar luz sobre la inesperada proximidad de Reda. Dos meses se habían escapado como arena entre mis dedos y, en el torbellino de adaptación a una nueva vida, había olvidado por completo la promesa. El peso de la revelación incumplida se posó sobre mis hombros, mezclándose con las nuevas emociones provocadas por el doppelgänger de Reda. Mientras caminaba por las calles, cada paso se convertía en una danza entre el presente y el pasado no resuelto. Las encantadoras luces de la ciudad parecían guardar secretos, y no podía evitar la sensación de que las historias no contadas de mi madre estaban entretejidas en el tejido de este paisaje extranjero, esperando ser desenredadas y comprendidas.
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In sha allah
RomanceEn el pintoresco pueblo de Jinan, un encuentro casual con el enigmático Reda desata una historia de amor apasionada. Pero cuando la familia de Reda desaparece sin dejar rastro, el destino se tuerce. Dos años después, Jinan intenta sanar en Bélgica...