Tumores; Reda

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El bullicio del hospital se desvanece mientras avanzo distraído por los pasillos, hasta que... me he chocado con alguien. Al levantar la vista, me encuentro con unos ojos que conozco demasiado bien.

- Reda, eres tú... No puedo creerlo. — suelta Jinan. Si, Jinan. La chica de la que estaba completamente enamorado hasta hace menos de un año.  El estómago me da vueltas. Jinan. Dos años después y el encuentro es tan abrupto como la última vez que la vi.

-¿Qué haces aquí en Bélgica? — digo intentando parecer indiferente. Intento ocultar la sorpresa, pero mi corazón late descontrolado. ¿Qué posibilidades había de encontrarme con ella aquí? Nunca se me hubiese pasado por la cabeza

-Estoy estudiando. Es mi segundo mes. ¿Y tú?. — Su voz me resulta extraña y conocida al mismo tiempo. Me pregunta algo que no sé si quiero responder.)

- Estoy aquí por mi madre. — hago una pausa — Verás Jinan — Casi me olvido hasta de respirar, tengo un nudo en la garganta y estoy apunto de soltar alguna que otra lágrima—Tiene un tumor cerebral. Se está muriendo. — La expresión de Jinan cambia, la sorpresa se mezcla con compasión. ¿Cómo reaccionará al saber que la mujer que solía visitar está al borde de la muerte?
Y así sin más, Jinan me pregunta por la habitación y sale corriendo hacia ella. Yo la espero fuera, la verdad es que están tardando mucho allí dentro. Cuando sale de la habitación, llorando, decido hablar de una vez.
-Deberíamos hablar más, Jinan. Hay mucho que poner al día. — La necesidad de reconectar con ella se mezcla con el miedo. ¿Podemos realmente volver a ser lo que éramos? No. No. No. Eso no puede pasar. No pienses eso Reda. Ya tienes a tu mujer.

Hoy, mientras caminaba por las calles de Bélgica, mis pensamientos se vieron envueltos en un torbellino de recuerdos. Dos años habían pasado desde aquel primer encuentro con Jinan, un encuentro que cambió el rumbo de mis días de una manera que no podría haber anticipado.

Recordaba con claridad el día en que nuestras vidas chocaron por casualidad en medio de la prisa cotidiana. Fue como si el universo conspirara para entrelazar nuestros destinos. Mis pasos apresurados, la mente llena de preocupaciones, hasta que la colisión se hizo inminente.

"Oh, perdón", balbuceó ella, y levanté la vista para encontrarme con unos ojos que emitían una mezcla de disculpa y dulzura. Su sonrisa, aunque breve y cortés como la de un extraño, dejó una huella en mi memoria.

En aquel instante, me sentí atrapado entre el desconcierto y la sorpresa. La belleza de Jinan, su presencia inesperada, se clavaron en mi mente como un destello fugaz. Mis labios, que estaban a punto de soltar alguna queja, se quedaron suspendidos en el aire cuando su sonrisa iluminó la escena. Era como si el tiempo se ralentizara, y mi corazón, por un momento, olvidara su ritmo habitual.

"No te preocupes", respondí con una sonrisa, y mi voz resonó con una calidez que ni yo mismo esperaba. "Parece que los dos estábamos distraídos".

La rapidez de mi reacción inicial dio paso a una conexión momentánea, una conexión que, de alguna manera, trascendía el simple cruce de caminos. Era como si en ese breve encuentro, hubiéramos compartido un destello de nuestras vidas, aunque aún éramos dos extraños que coincidieron en un cruce de destinos.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la realidad actual. El tiempo no se detiene, y la vida sigue su curso. Dos años han pasado, y Jinan ha quedado atrás en el torbellino de experiencias. Pero en algún rincón de mi mente, aquel encuentro sigue resonando como el eco suave de una melodía lejana. A veces, me preguntaba si algún día volvería a tropezarme con esos ojos que una vez me miraron como un extraño amistoso, y qué caminos se abrirán ante nosotros si eso sucede, y bueno, ahora me encuentro en esa situación.

In sha allahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora