El sol comenzaba a declinar cuando decidí marcar el número que había permanecido grabado en mi memoria durante tanto tiempo. La llamada resonó en el auricular, y mi corazón, como en un compás ansioso, esperaba la respuesta de Jinan. Después de unos segundos, su voz se filtró a través del teléfono, y esa familiaridad me transportó a un pasado que aún estaba tatuado en mi ser.
"Jinan, soy Reda. ¿Podemos vernos un rato?".
La propuesta resonó en el aire con una mezcla de ansiedad y determinación. Acordamos reunirnos a las diez en un parque cercano, no solo por la conveniencia logística sino también por el respeto a nuestras creencias compartidas. Era extraño cómo ciertos principios religiosos marcaban los límites en las interacciones entre géneros.
Cuando llegó la hora señalada, me encontré en el parque, observando el reloj mientras esperaba su llegada. En el crepúsculo, las luces del parque se encendieron, arrojando un aura suave y tenue sobre el entorno. Cada susurro de las hojas y el suspiro del viento formaban una sinfonía melancólica que resonaba con la turbulencia de mis emociones.
Jinan apareció, una silueta familiar que se acercaba en la penumbra del atardecer. Sus ojos, aunque lejanos, aún mantenían el fulgor que recordaba. Nos saludamos con una tensión perceptible, como si el aire alrededor capturara la incertidumbre que flotaba entre nosotros.
Nos sentamos en un banco, las palabras colgando en el aire como mariposas efímeras que se resisten a posarse. Finalmente, rompí el silencio, explicándole la razón de nuestra reunión, la verdad que se había tejido en mi vida en los últimos dos años.
-Jinan, estoy comprometido — pronuncié las palabras que creí necesarias, pero no menos difíciles. — Las cosas han cambiado desde que nos separamos, y, aunque siento que aún hay algo entre nosotros, tengo que dejar claro que estar comprometido no me permite seguir manteniendo este contacto — omito la parte en la que la digo que ha puesto mi mundo patas arriba. Estaba todo perfecto, hasta que volvió, volvió su manera me mirarme, y volvió esa sonrisa que me vuelve loco.
El parque, que momentos antes era un refugio tranquilo, se convirtió en el testigo silencioso de nuestra conversación. Jinan, en su silencio, parecía absorber cada sílaba, cada matiz de mis palabras. Sus ojos, antes cálidos y familiares, mostraban una mezcla de sorpresa y resignación.
El suspiro del viento entre los árboles fue la única banda sonora mientras procesábamos la realidad. Entendía que mi confesión resonaría en su interior de una manera única, una amalgama de recuerdos y emociones.
-Reda, yo... — empezó a decir, pero sus palabras se desvanecieron, como si la brisa se las llevara. Su mirada buscó la mía, y en ese momento, pude leer la tormenta de pensamientos que se gestaba en su interior.
Después de pronunciar esas palabras, de confesar mi compromiso y explicar la necesidad de cortar nuestro contacto, el silencio que se cernía entre nosotros se volvió más denso. La realidad de la situación se manifestó en cada expresión, cada mirada compartida. La necesidad de preservar mi compromiso pesaba sobre mis hombros, pero también sentía la pesadumbre de lo que estábamos sacrificando.
Fue entonces cuando tuve que ser claro, aun sabiendo que cada palabra era un pellizco más en nuestros corazones.
-Debemos cortar nuestro contacto, Jinan —afirmé con una sinceridad que me costaba sostener. — Es doloroso para los dos, lo sé, pero no podemos permitirnos seguir alimentando esta conexión cuando los dos sentimos algo por el otro. No sería justo para la chica con la que estoy comprometido.La expresión en el rostro de Jinan se quebró ligeramente, y vi en sus ojos una mezcla de pesar y aceptación. Cortar el contacto, dejar ir lo que alguna vez fue tan intenso, se sentía como desgarrar una parte de nosotros mismos.
Jinan, con la mirada intensa y la ansiedad pintada en su rostro, me pregunta con un nudo en la garganta a quién estoy comprometido. La gravedad de la situación se cierne sobre nosotros mientras considero las palabras que están a punto de cambiar el rumbo de nuestra conversación.
-Solo necesito saber eso — insiste Jinan con una voz cargada de emociones.
Mis labios se sienten pesados, como si las palabras fueran fragmentos de plomo. Finalmente, encuentro la fuerza para pronunciar el nombre que parece pesar más que cualquier otro en ese momento.
-Tasnim — resuena en el aire, una revelación que se siente como una losa sobre ambos.
La expresión en el rostro de Jinan cambia, y por un breve instante, puedo ver una mezcla de sorpresa, incredulidad y dolor. Algo se rompe en su interior, un vínculo que, aunque distante, aún persistía.
Sin decir una palabra, Jinan se levanta de golpe del banco. Su mirada se encuentra con la mía, y en ese instante, comprendo el torbellino de emociones que la embarga. Sale corriendo del parque, sus pasos resonando en el silencio de la noche.
Corre hacia su coche, y en ese breve momento, todo se vuelve confuso. El parque, antes un escenario tranquilo, se convierte en un lugar testigo de la ruptura de lo que una vez fue. El sonido apagado de sus pisadas y el crujir de las hojas bajo sus zapatos parecen ser la banda sonora de nuestra despedida.
Me quedo allí, en el parque, con la realidad pesando en mis hombros. Las palabras que compartimos y las que quedaron sin decir se desvanecen en la oscuridad. El eco de su partida reverbera en mi mente, y solo queda la incertidumbre de lo que sucederá a continuación. En el silencio de la noche, mientras veo las luces de su coche desvanecerse en la distancia, entiendo que lo que una vez fue, ya no será de la misma manera.
El peso de la confesión y el encuentro con Jinan dejaron mi mente en un torbellino de pensamientos mientras me dirigía a casa. Al llegar, el agotamiento físico y emocional me envolvió como una manta pesada, y me dejé caer en la cama, esperando que el sueño me llevara lejos de las complicaciones de la realidad.
A las tres de la mañana, fui arrancado de mi letargo por el sonido insistente del teléfono. La pantalla iluminada mostraba el nombre de Raghda, y la preocupación se apoderó de mí al responder. Su voz, entrecortada y ansiosa, trajo consigo una pregunta inquietante: "¿Sabes dónde está Jinan?".
La rareza de la situación me golpeó. Jinan debería haber estado en su casa desde hacía horas. La incertidumbre se apoderó de mí, y salí de la cama con la urgencia de descubrir lo que estaba sucediendo.
Las calles, que en otro momento se sentían familiares, se volvieron extrañas bajo la luz pálida de la luna. Mi búsqueda de Jinan se convirtió en una odisea nocturna, cada callejón y esquina sin revelar el paradero de la persona que, de repente, se había vuelto tan importante en mi vida.
La angustia creció a medida que las manecillas del reloj avanzaban. No encontrar a Jinan desencadenó un nudo en mi estómago y el eco de pensamientos oscuros que rebotaban en mi mente. ¿Dónde podía estar?
Entonces, la pantalla del teléfono iluminó la habitación, y un escalofrío recorrió mi espalda al ver el nombre de Raghda de nuevo. La voz temblorosa de Raghda llegó a través del auricular: "Han encontrado a Jinan... en el hospital. Ha tenido un accidente".
El mundo parecía detenerse en ese momento, y la adrenalina inundó mi sistema mientras corría hacia el hospital. Cada paso se volvía más pesado, más urgente, y mi mente luchaba por procesar la información. ¿Cómo podría cambiar tan dramáticamente todo en tan solo unas horas?
Al llegar al hospital, la ansiedad aumentó mientras buscaba información sobre el estado de Jinan. Las luces parpadeantes del pasillo parecían un eco surrealista de la noche. Cuando finalmente me permitieron verla, su figura frágil yacía en la cama, conectada a máquinas y cables.
La realidad de la situación se deslizó sobre mí como una manta fría. Mientras Jinan luchaba en su sueño, me quedé a su lado, sumido en el remolino de emociones, preguntándome cómo podía haber cambiado todo tan rápidamente.

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In sha allah
RomanceEn el pintoresco pueblo de Jinan, un encuentro casual con el enigmático Reda desata una historia de amor apasionada. Pero cuando la familia de Reda desaparece sin dejar rastro, el destino se tuerce. Dos años después, Jinan intenta sanar en Bélgica...