Tumores

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Reda, con la mirada baja y un tono de tristeza en su voz, me respondió ;

-Te prometo contarté todo detalladamente, pero ahora no es el momento, Jinan. Mi madre está ingresada. Tiene un tumor cerebral maligno.

Mi alma se quebró en mil pedazos al escuchar esas palabras, ya que la madre de Reda era como una segunda madre para mí.


La noticia sobre la madre de Reda me impactó como un eco inquietante de mi propio pasado. Hace unos años, perdí a mi abuelo a causa de un tumor cerebral y los recuerdos de esa dolorosa experiencia volvieron a surgir. Las emociones crudas, la impotencia y la sensación de pérdida inminente me inundaron. Si bien entendí la angustia por la que estaba pasando Reda, también reconocí la marcada diferencia entre perder a una madre y perder a un abuelo. El vínculo único con una madre, el pilar de apoyo emocional, intensificó el dolor en mi pecho mientras empatizaba con la profundidad del dolor de Reda. Mi corazón resonó con las complejas capas de dolor, trazando paralelos con mi propio pasado pero reconociendo el dolor distintivo y profundo que trae la pérdida de una madre.


Mis piernas comenzaron a moverse por inercia hacia la puerta de la habitación donde se encontraba la madre de Reda. Cuando escuché la noticia, una repentina oleada de emociones me abrumó. Me picaron los ojos por las lágrimas no derramadas y se me formó un nudo en la garganta que me dificultaba respirar. El peso de las palabras cayó pesadamente sobre mis hombros y una profunda sensación de impotencia me envolvió. Los pensamientos pasaron por mi mente, imaginando el dolor por el que debían estar pasando Reda y su familia. La realidad de un ser querido que lucha contra un tumor cerebral me golpeó como un maremoto y me dolió el corazón. Con cada momento que pasaba, las lágrimas que había estado tratando de contener comenzaron a correr por mi rostro, una expresión silenciosa de la profunda empatía y tristeza que sentía por Reda y su familia. Por un lado, sentí la felicidad de tener la suerte de volver a ver a la madre de Reda y de saber que le alegraba nuestro reencuentro. Por otro lado, la tristeza de saber que su tiempo en este mundo se estaba acabando y que no podría compartir más momentos con ella.

Pensé en cómo Reda debía de sentirse en este momento. Imaginé que su corazón también se encontraba en un torbellino de emociones. Por un lado, la angustia de ver a su madre luchando contra una enfermedad tan cruel. Por otro lado, la esperanza de poder pasar estos últimos momentos junto a ella, rodeado de personas que le importan.


Al llegar, ella me reconoció al instante. El brillo en sus ojos reflejaba una mezcla de alegría y tristeza.

-Jinan... Sabía que allah volvería a cruzar vuestros caminos. Espero que todo acabe bien entre vosotros inshaallah, aunque yo no estaré aquí para presenciarlo. Dale una oportunidad, escucha lo que tiene para decirte — Me dijo la madre de Reda, con una voz débil pero llena de amor.

-Pero ¿Por qué? ¿Porque os fuisteis sin avisar, desaparecisteis de la noche a la mañana.

-Jinan. Escúchale. El te va a explicar todo. Solo ten una cosa en cuenta. No fue su culpa. Fue mia y de su padre. Reda no tiene la culpa de nada. — Se acercó a mi, y me susurro al oido. — Lleva escribiéndote cartas y guardándolas en un cajón durante dos años.

In sha allahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora