Me encuentro sentada en la acogedora habitación de lectura, sumida en mis pensamientos mientras disfruto de una tranquila tarde de domingo. La luz del atardecer se filtra suavemente a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor. Estoy sumergida en mis pensamientos, cuando de repente, el sonido estridente del teléfono rompe el silencio.
Mi corazón se acelera al escuchar el tono familiar. ¿Podría ser mi padre? Siempre me llama a esta hora para preguntar cómo me va en Bélgica. Con una mezcla de anticipación y alegría, me apresuro a coger el teléfono. Sin embargo, mis expectativas se desvanecen en un instante cuando veo el nombre en la pantalla: "Reda".
Reda, el chico que hace dos años me rompió el corazón en mil pedazos. A pesar del tiempo transcurrido, todavía siento algo por él. Las heridas emocionales no se curan fácilmente, y aunque he intentado seguir adelante, cada vez que pienso en él, mi corazón se estremece con una mezcla de nostalgia y dolor.
Un torbellino de emociones se apodera de mí en este preciso instante. Me siento atrapada entre el deseo de contestar y el miedo a enfrentar las consecuencias de abrir esa puerta que cerré hace tanto tiempo. La incertidumbre me consume mientras me debato internamente.
Por un lado, una parte de mí anhela escuchar su voz, saber cómo ha estado todos estos años y tal vez, solo tal vez, encontrar algún tipo de cierre. Pero por otro lado, el recuerdo del rechazo y la decepción me invade, recordándome lo vulnerables que somos cuando entregamos nuestro corazón a alguien.
Las lágrimas amenazan con escapar de mis ojos mientras sostengo el teléfono en mi mano temblorosa. Sé que no puedo permitirme caer en la trampa de la esperanza una vez más. Reda desapareció hace dos años sin dejar rastro, y en todo ese tiempo, nunca respondió a ninguna de las ochocientas llamadas que le hice.
Finalmente, tomo una decisión dolorosa pero necesaria. Me niego a contestar la llamada. Sé que duele, pero es lo mejor para mí. No puedo permitir que mi pasado se interponga en mi camino hacia un futuro más brillante y lleno de posibilidades. El amor propio y la autodeterminación deben prevalecer.
Con manos temblorosas, presiono el botón de rechazo en el teléfono y lo coloco en la mesa con cuidado. Un suspiro lento escapa de mis labios mientras observo el dispositivo, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. No puedo evitar preguntarme qué habría pasado si hubiera contestado, si hubiéramos tenido una conversación que tal vez hubiera llevado a la reconciliación o simplemente a un cierre adecuado.
Desde el momento en que me desperté esta tarde, tenía en mente cómo pasaría mi tiempo. Planeaba invertir la mitad de la tarde sumergida en mis libros de estudio, preparándome para los próximos exámenes. La otra mitad, bien merecida, la destinaría a relajarme con un delicioso chocolate caliente mientras me entregaba a las intrigas y emociones de mis series favoritas en Netflix. Sin embargo, mi dulce plan se vio interrumpido por un inesperado recado que mi abuela me encomendó.
Así que, en lugar de encontrarme cómodamente acurrucada en mi sofá, me vi caminando por los pasillos de un concurrido centro comercial, tratando de encontrar el artículo que mi abuela me había pedido. El lugar era un hervidero de actividad, con una multitud de personas que iban y venían, cada una con su propio propósito y destino. El aire se llenaba de una mezcla de fragancias provenientes de las diferentes tiendas, creando un ambiente embriagador y lleno de vida.
Mis ojos se deleitaban con la variedad de tiendas que se extendían a lo largo del centro comercial. Cada escaparate era una ventana hacia un mundo de posibilidades, decorados con elegancia y cuidado para atraer la atención de los transeúntes. Los colores vibrantes y las luces brillantes se entrelazaban, creando una danza cautivadora que invitaba a explorar sus secretos guardados.
Mientras me adentraba en la búsqueda del artículo en cuestión, sentí un contacto inesperado en mi hombro. Al darme la vuelta, me encontré cara a cara con aquel chico que había visto anteriormente, aquel que se parecía sorprendentemente a Reda. Pero esta vez, al verlo más cerca, pude distinguir que se trataba de Adam, el hermano de Reda. Una mezcla de emociones contradictorias invadió mi ser en ese instante.
Nuestras miradas se encontraron, y en ese breve momento pude percibir un destello de sorpresa y reconocimiento en los ojos de Adam.
-Pero? Jinan! Madre mía, cuanto tiempo.
-Y tanto. Has crecido un montón Adam, estás más guapo
Hablamos sobre trivialidades, tratando de llenar el vacío de los años perdidos. Intenté contener la curiosidad que me consumía y no pude evitar preguntarle a Adam por qué él y Reda habían desaparecido sin dejar rastro, sin responder a mis llamadas que quedaron sin respuesta.
-Adam. Ahora sé sincero. Por la familia que éramos antes. ¿Porqué os fuisteis así? Sin avisar, sin contestar mis llamadas. ¿Porque? — Adam suspira.
-Es mejor que te lo cuente RedaEn ese momento, una avalancha de emociones se apoderó de mí. Me sentía confundida, como si estuviera atrapada entre el deseo de buscar respuestas y el miedo a revivir el dolor que Reda había infligido en mi corazón. Cada pensamiento y cada recuerdo se entrelazaban en mi mente, dejándome vulnerable y temerosa de lo que podría descubrir al final del camino.
Mientras me sumergía en un torbellino de pensamientos y sentimientos, el bullicio del centro comercial parecía desvanecerse a mi alrededor. El lugar se transformaba en un telón de fondo borroso, mientras mi mundo interior se intensificaba.
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In sha allah
RomansaEn el pintoresco pueblo de Jinan, un encuentro casual con el enigmático Reda desata una historia de amor apasionada. Pero cuando la familia de Reda desaparece sin dejar rastro, el destino se tuerce. Dos años después, Jinan intenta sanar en Bélgica...