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Capítulo 12

Ya habían comenzado las vacaciones de invierno.

Había nieve hasta en las ventanas. Yo por mi parte iba a todos lados con un buen abrigo, guantes, gorro de lana y bufanda.

Ese domingo no fue la excepción.

Ayer sábado, James,- ahora conocido por el apodo de Bucky-, me había mandado un mensaje donde me preguntaba si podía ir el domingo a entrenar.

Yo lo único que había querido hacer el fin de semana, era seguir en casa. Sentada en el sillón, mirando algo en netflix mientras comía alguna galletita de alto valor calórico.

Y no hablemos de las mañanas. Eran mucho peores. Entre el frío y el viento, lo que menos quería era levantarme de mi confortable y caliente cama.

-Yo también te amo querida cama, pero debo levantarme a desayunar.

Y era urgente, pues mi estómago rugía desde hacía más de media hora.

Cuando mi mente se decidió a levantarme, de inmediato alguien abrió la puerta sin golpear.

Era el viejo Rup. Prendió la luz con el interruptor al costado de la puerta.

Yo, al estar mirando hacia el techo, me quedé momentáneamente ciega con la luz.

-Me voy al pub con los muchachos.- Me comentó el abuelo.

De muchachos no tenían nada.

-Bien.- Mi voz salió extraña de mi boca, y asentí mientras me mantenía con la cara tapada bajo las colchas.

-¡Levántate que ya son las una de la tarde! Vamos, venga...-Sus manos, de un tirón, me destaparon y sentí como si me tiraran a un lago congelado.

-Está bien- gruñí

Él se fue caminando hasta la puerta, dándome la espalda y antes de salir, dijo:

-La comida está en el microondas.

-Vale.- le contesté antes de que el cerrara la puerta a sus espaldas.

Así había empezado la mañana del domingo.

Y prontamente las horas pasaron y me encontré de camino al teatro donde vivía Buck.

Debajo de todo el abrigo tenía un equipo deportivo de invierno, color negro y rojo.

Pero con todo el abrigo que tenía, parecía... bueno ya verán.

Cuando llegué, subí las escaleras de incendios y me encontré de pie frente a la puerta.

Toqué tres veces.

Cuando se abrió, James apareció del otro lado con una sonrisa y cuando sus ojos recorrieron mi vestimenta, el humor apareció en sus ojos celestes.

-Pareces una oruga con todo ese abrigo.

Su acento había mejorado, ahora parecía algo entre un estadounidense y un canadiense.

Me invitó a entrar y lo miré yo a él.

Tenía una remera de manga larga, color gris, muy ajustada.

Yo creía que me había acostumbrado a ver sus marcados abdominales a través de la remera, pero no era así.

El luego de cerrar la puerta, se quedó mirándome un largo rato, mientras yo luchaba con la bufanda.

-Buenas noches, señor Barnes.- le saludé yo enojada, por lo de la la oruga y su mirada, nerviosa.

Él se dio cuenta de que necesitaba ayuda y lo hizo con una sonrisa, me ayudó a sacarme el abrigo desde atrás, como todo un caballero.

Just call me James Donde viven las historias. Descúbrelo ahora