Selva de los recuerdos

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Capítulo 20

Caminaba despacio por un enorme bosque nevado. Mis pisadas quedaban marcadas en las muchas capas de nieve.

Pero no tenía frío, lo cual era extraño. Yo tenía puesto solo un vestido color azul, que me llegaba hasta la rodilla y además caían pequeños copos de nieve del cielo encapotado.

Caminé sin parar lentamente mientras miraba a mí alrededor, no se veía ni una estrella, y tampoco la luna.

No sabía por qué estaba allí, ni tampoco como había llegado. Había árboles y pinos a mis costados. Eran tan densos que no se podía ver a través de ellos.

Parecía estar dentro de un juego, un juego de terror. Me comencé a asustar y empecé a caminar más rápidamente.

De pronto llegué a un claro, que parecía estar en el centro de ese inmenso bosque. Me quedé quieta como una estatua unos instantes. No sabía que hacer ahora.

¿Cómo saldría de aquel lugar?

En otras circunstancias ese bosque me hubiera parecido muy bonito, pero la soledad y el silencio me habían empezado a asustar.

Miré otra vez a mí alrededor, para ver si algo había cambiado. No, a todos mis lados árboles, nieve y más árboles.

Comencé a caminar a paso inseguro, más al centro y cuando me fui acercando, vi algo allí que no había visto antes.

En medio del claro, danzando en el aire, habían pequeñas bolitas de luz que parecían levitar por arte de magia.

Eran varias lucecitas, y todas brillaban con la misma intensidad, me quedé con la boca abierta por unos segundos.

Seguía estando sola en ese lugar y con cuidado, me acerqué cada vez más y más a las luces danzantes.

Cuando estaba solo a unos centímetros, fui levantando mi brazo con la palma de mi mano abierta para poder tocarlas, pero cuando uno de mis dedos tocó una de ellas, un sonido molesto comenzó a llegar a mi mente.

El sonido una y otra vez, parecía inundar todo a mi alrededor y soplar con el viento, que sacudía las ramas de los arboles altos

Luego las luces se movieron rápidamente y me rodearon, comenzando a repetir mi nombre con voces femeninas, angelicales. Una y otra vez.

Entre el ruido del viento, y las voces misteriosas, me cubrí las orejas con las dos manos, desesperada. Cerré los ojos con fuerza y desee con todo mi corazón que se detuvieran.

Abrí los ojos, estaba todo oscuro a mí alrededor, exceptuando el celular que vibraba en la mesita de luz. Era el despertador.

Todo había sido un sueño, uno muy extraño.

Ahora si sentía el frío, pero la temperatura ahora había mejorado, igualmente estaba para estar abrigado y yo lo estaba, mucho. Perecía una oruga gigante.

Como siempre hacia, uno de mis brazos se sacrificó por el resto del cuerpo y salió por debajo de las colchas para apagar el despertador.

Cuando el ruido molesto por fin dejó de escucharse, salí a regañadientes de la cama y como era mi nueva costumbre, me tiré al suelo a hacer treinta lagartijas.

Luego practiqué mis golpes en el saco de boxeo -que seguía colgando del techo de mi habitación- Y después pasé hacia el baño sin mirar cierto espejo de la cómoda, que tenía cierta foto.

Si se lo preguntan, pasaron dos largas semanas y seguía sin  tener ninguna noticia. Yo ya estaba mucho mejor.

Entré a la bañera y usé jabón.

Just call me James Donde viven las historias. Descúbrelo ahora