Estaba sufriendo, como nunca lo había hecho en toda mi vida. Me dolía todo, y eso se notó en mi sueño inconsciente. Luego de que el rayo impacto en mí, mi traje absorbió la energía que pudo, y como era demasiada, exploto. No explotar de volar en pedazos, pero todos los cables dejaron de funcionar y el rayo fue directo a mis piernas.
En mi pierna normal sentí solo un cosquilleo, como esos que sentir cuando conectas algo a la corriente y te da un pequeño salto de electricidad, pero la otra pierna, que tenía el metal, conecto con el rayo, y me dolió insoportablemente, tanto que mi cabeza no aguanto más y me desvanecí.
No sabía cuánto tiempo hacia que había estado inconsciente, solo sabía que el dolor estaba volviendo, para mi gran preocupación.
También sentía sed, hambre y ganas de gritar. Pero lo que sentía en mi pierna y en mi cabeza dejaban eso de lado.
Mis parpados se abrieron por fin. Lo primero que vi cuando mis ojos se acostumbraron a la luz pálida, fue que estaba sola.
Era obvio que estaba en una sala de interrogación. El lugar no era muy espacioso, y solo había una mesa adelante mío y la silla donde estaba yo sentada.
Me quise mover, pero cuando lo intenté, un dolor agudo y creciente se hizo presente a todo lo largo de mi pierna derecha.
Di un pequeño grito de agonía. Y cuando miré hacia abajo, queriendo mover las manos para tocarme la pierna, me di cuenta que no podía.
Miré hacia mis muñecas con desesperación. Tenía puestas unas esposas de las que no había visto nunca nada parecido. No eran de metal, ni de plástico.
Traté de moverlas de lugar, pero nada. También intenté mover la silla del piso, pero la misma estaba como clavada al suelo. El dolor no ayudaba, pero lo podía mitigar pensando en cómo salir de aquí o preocupándome por la seguridad de mis amigos.
Miré a mi alrededor. Algo que siempre hacia cuando estaba en problemas. Las paredes eran como de metal, formando pentágonos uno al lado del otro.
A un costado, en el izquierdo, había un espejo, de esos largos que no llegan hasta el piso, miré mi reflejo.
Tenía una raspadura en mi mandíbula y en el pómulo derecho. Unas grandes ojeras acompañaban a mis ojos celestes. Mi pelo estaba sin peinar, todo a mí alrededor. Era como si hubiera ido a la guerra.
Sabia, por supuesto, que alguien o algo, me estaba mirando desde el otro lado de ese espejo y observé con atención, por si alguien me venía a dar alguna indicación.
Mi espera se terminó al fin, cuando la puerta que estaba adelante mío, se abrió y por ella entró una mujer.
Era alta, de unos cuarenta años, esbelta, pero se notaba que ejercitaba mucho. Sus ojos color almendra no dejaron de mirarme. Yo no le solté la mirada.
La mujer se sentó, y dejó unas carpetas que tenía en sus manos al entrar. Se apoyó en el respaldo de la silla y se cruzó de brazos, mientras me seguía mirando. Yo apreté los labios.
Si esto seguía así, no íbamos a llegar a ningún lado. Y si esperaba intimidarme, estaba muy lejos de hacerlo.
Ella estaba vestida toda de negro, y en una de sus mangas tenía un símbolo que ya había visto antes, pero me pareció extraño que ella lo llevara.
Era de Shield, ERA... Pues ese barco ya se había hundido hace tiempo. Yo lo sabía muy bien.
-Sabes, de joven yo era un poco como tu... Rebelde, fuerte, preparada... - me sorprendió la voz de la mujer, mientras yo dejaba de mirarla, y miraba una de mis muñecas y sus respectivas esposas.
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Just call me James
RomantikLucy es una tranquila camarera y universitaria de la ciudad de Toronto, su vida es normal y no cree en los superheroes. Todo eso cambia cuando cierto soldado empieza a ayudar a gente en problemas en la ciudad. El y Lucy se encuentran cuando ella mas...