Invierno en la cafetería

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A mamá no le gustaba que comiera dulces dentro del auto.

Por eso es que llevaba la bolsa escondida en mis bolsillos de los pantalones. Ella era dentista y además no le gustaba que llenara de azúcar todo el lugar.

Pero yo sabía que ese día iba a poder hacer las dos cosas que me gustaban. Comer golosinas mirando los campos y las ciudades, mientras pasaban por mis ojos a la velocidad del rayo. O por lo menos a esa edad lo que me parecía un rayo.

Amaba ir en auto de acá para allá.

Mamá parecía preocupada, papá repetía cosas una y otra vez.

Papá dijo que todo estaría bien. Que estábamos a salvo.

Dejar todo el pasado atrás. ¿Qué pasado? No me lo pregunten, no lo recuerdo.

Mucha gente alrededor. Muchas personas hablando.

Otros autos parecidos a los de papa u otros muy diferentes.

Todo se iría, nada nos seguiría a nuestro escondite.

Eso decía mi padre.

En unos momentos me quedé dormida, sentía los movimientos del coche contra el pavimento.

O contra la grava.

Sentía el viento que pasaba por las ventanas semi abiertas. Olor a tierra  y bosque.

Los murmullos de mis padres habían parado.

Pero la tranquilidad no duraría mucho tiempo.

No sé como pero lo vi desde donde estaba acostada, con los ojos entrecerrados.

Un camión negro.

Vino a toda velocidad en una intersección con semáforo en la luz contraria a la verde.

Por un segundo todavía estábamos a salvo. Nadie allí dentro pudo decir o hacer algo para prevenir la catástrofe.

Mamá me miró por unas milésimas de segundo.

En sus ojos había lágrimas sin derramar y me dedicó una pequeña pero hermosa sonrisa.

El auto impactó y luego lo que vi es confuso. Todo daba vueltas. Estrellas, vueltas. Desorden.

El pelo de mi madre, la cabeza de mi padre golpeando contra la ventana del auto y saliendo como una bala directo a la calle.

Y luego todo negro.

Me desperté sobresaltada de algo que parecía real. Más que real. La verdad es que mi vida antes del accidente había desaparecido de mi memoria hacía ya muchos años.

Lo único que quedaba era ese pedazo angustioso y desfigurado.

Triste.

Había peleado contra esto toda mi infancia, ahora venía a molestarme otra vez.

Todo luego de ese maldito intento de... algo.

Estaba toda sudada y temblando.

No sabía si había gritado o si me había movido mucho. Esperaba no haber levantado a Rup. No quería preocuparlo por esto.

Él siempre se ponía triste cuando le decía que no los recordaba. Y él me contaba historias de la familia.

Como cuando en la boda de mis padres la tía Berta robó un pedazo de pastel de la boda, en secreto  y mi abuelo había hecho toda una operación encubierta para resolver quien lo había hecho.

O las salidas a los parques con mis padres y el. Dice que mi madre cantaba. No recuerdo ni un segundo de eso.

Desearía hacerlo.

Just call me James Donde viven las historias. Descúbrelo ahora