Prólogo

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Al ver a mi ex levantarse de la terraza, me estremecí ante el profundo corte sobre su ojo. Ay. Seguro que necesitaría unos puntos, pero no me sentía muy comprensivo en ese momento.

-Quizás deberías hacer algo, Rodri. -Dijo Laura, acercándose sigilosamente a mí.

Le di a mi madre adoptiva un encogimiento de hombros impotente.

Nadie con cerebro intentaría interponerse entre Iván y algo que él quisiera. Y en ese momento, lo que él parecía querer era golpear a mi ex prometido hasta dejarlo en el suelo.

No me opondría en absoluto a eso. Tomás había sido algo así como un idiota últimamente. Pero hoy, había ido demasiado lejos. Puede que no se hubiera vuelto tan problemático como los otros que estaban decididos a separarnos a Iván y a mí, pero él ciertamente lo estaba pidiendo.

Laura miró a su esposo.

-No podemos simplemente quedarnos aquí parados.

-¿Por qué no? -Preguntó Mario. -Tomás debería haberlo sabido mejor.

Sí, sí, debería haberlo hecho.

Como un magnate de los negocios de gran éxito, Iván tenía la reputación de ser alguien con quien no te cruzabas ni subestimabas.

Era determinado. Implacable. Despiadado. Autoritario. Intimidantemente, inteligente. Más rico que Dios. Y, hasta hace varios meses, casado con su trabajo.

Ahora estaba casado conmigo. También era mi jefe.

Rara vez perdía la calma así. Probablemente porque no desperdiciaba energía emocional dejando que otros se metieran bajo su piel, pero como se suponía que los demás no debían saber que nuestro matrimonio era puramente un acuerdo comercial, él naturalmente tenía que desempeñar el papel de esposo posesivo. Y dado que no podía perder el flagrante borde del castaño que llevaba, ciertamente tenía una vibra amenazadora en este momento.

Iván miró fijamente al idiota.

-Te lo dije, ¿No? Te advertí una y otra vez que te alejaras de él, pero no me hiciste caso. -Lo reprendió, su tono suave. -Hiciste esta mierda. Si dices que te preocupas por Rodrigo, no lo demuestras para nada.

Tomás apretó los puños.

-Yo si me preocupo por él, él es...

-No es tuyo. -Iván terminó la frase por él. -Son mis anillos en su dedo. Es mi nombre el que ha tomado. Es mi cama la que comparte. Él es mío. Así que si te importa o no, sinceramente no es relevante en absoluto.

Tomás tragó.

-Fue mío primero.

-Y deberías haberte aferrado con fuerza. No lo hiciste. Lo dejaste ir. Ese fue tu error.

-Hice lo mejor para él.

-No, hiciste lo que era mejor para tí. Tal vez te hayas preocupado por Rodrigo, pero nunca lo pusiste en primer lugar, él nunca fue tu prioridad.

Las fosas nasales de Tomás se ensancharon.

-Yo era joven en ese entonces. Un chico.

-Un chico que quería espacio para perseguir sus ambiciones. Él te lo dio; No te maldecía por eso. ¿Y cómo lo agradeces? Intentando arruinar su matrimonio. ¿Creés que te lo agradecerá? ¿Creés que querrá a alguien que le haga eso?

La mandíbula de mi ex se endureció.

-Lo que creo... es que Rodri merece ser amado. Tú nunca lo amarás, no tienes eso en ti.

Esas palabras me apuñalaron en el pecho... porque eran ciertas. Iván no me amaba. Nunca lo hizo. Nunca lo haría. No debería importarme.

No se suponía que me importara.

Y definitivamente no me gustó lo que hice, pero me había enamorado de mi falso esposo. Sí, era así de estúpido.

Iván suspiró.

-Eso ya lo dijiste antes, no me importaba lo que pensabas en ese entonces y todavía no me importa. No me interesás y no eres de ningún interés para él. Tienes que ser un hombre y aceptarlo, porque no quiero que juegues estos juegos con él. Vas a irte de aquí y te mantendrás alejado.

Tomás levantó la barbilla.

-No puedes dictar lo que hago.

-Cuando se trata de mi esposo, puedo hacerlo.

-No lo retendrás a largo plazo, ¿Sabes? El verá que tengo razón sobre ti eventualmente y entonces te dejará.

Iván ladeó la cabeza y lo miró con curiosidad.

-¿Por qué creés que permitiría que haga algo así?

La cabeza de Tomás se echó hacia atrás.

-No puedes obligar a alguien a quedarse contigo.

-Rodri sabe que nunca lo dejaría ir.

Maldita sea, Iván era tan bueno actuando que, si no hubiera sido tan claro acerca de no querer un matrimonio real, podría haberlo creído.

-Él es sólo una posesión para ti. -Insistió Tomás.

-Él es mi posesión más preciada. -Dijo Iván. -Y tengo toda la intención de mantenerlo a mi lado. Aceptalo. Deja de molestar. Deja de aferrarte a este sueño de recuperarlo. No va a suceder.

-¿Y si no me alejo de él?

La boca de Iván se curvó en una sonrisa cruel y escalofriante que casi me hizo temblar.

-Haré que desees haberlo hecho.

Los ojos de Tomás parpadearon.

-Él puede conseguir a alguien mejor que tú. No lo mereces.

-Y tu crees que sí? Tu, que te comportaste como un completo imbécil, ¿Creés que lo mereces?

La vergüenza cruzó por el rostro de mi ex.

-Quizá ninguno de los dos lo hagamos, pero...

-No hay peros. Te equivocas al pensar que estarías casado con él ahora si no lo hubieras arruinado. Lo habría alejado de tí, incluso si me tomara años. No creas ni por un momento que sería tuyo si A, B o C no hubieran ocurrido. Lo habría hecho mío de una forma u otra. Sería un error pensar que no lo digo en serio. Cuando quiero algo, lo consigo. Deja de confiar en que lo arruine y lo pierda como tu lo hiciste. Nunca permitiría que alguien tan importante para mí se vaya de mi vida.

Tomás entrecerró los ojos y estudió a Iván con detenimiento.

-Hijo de puta, creés que podrías preocuparte por él a tu manera.

La mirada de Iván se deslizó hacia mí, ardiendo de posesión, impaciencia y algo... más. Algo que hizo que mi pulso se acelerara y mi respiración se detuviera, pero Tomás estaba equivocado, Iván no se preocupaba por mí. No había forma de que quisiera que este matrimonio fuera real. Ni siquiera quería un novio, mucho menos un esposo... ¿Verdad?

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