Capitulo Veinte: El tratado de magia

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Esa tarde, el sol se estaba poniendo.

Aleksandr estaba sentado en una mesa, acompañado de Natalya. Tenía la sensación de que lo observaban, pero no podía ver a nadie. Le dijo a Natalya:

--Necesito hablar contigo, Natalya. Creo que la mafia está detrás de mí. Me siento observado.

Natalya le miró a los ojos y le tocó la mano.

--No te preocupes, te ayudaré. Tú y yo tenemos una fuerza mágica juntos que no tiene ninguna mafia en el mundo.

Aunque Aleksandr sabía que Natalya tenía razón, no dejaba de sentir una agitación en su interior, como si la amenaza estuviera muy cerca. De repente, una ráfaga de aire pasó entre ellos, y los otros clientes del restaurante miraron a su alrededor, intentando entender qué ocurría. Aleksandr y Natalya se miraron, sabiendo que lo peor estaba por venir.

El restaurante era un lugar elegante y discreto, pero con toques de lujo, a la perfección para una cita entre dos amantes. Los dos habían venido a este lugar por primera vez, pero la relación de Aleksandr y Natalya era ya más de amor, y los dos sentían una atracción fuerte.

Aleksandr y Natalya habían tenido una relación hacía algunos meses, y a pesar de que el vínculo había sido muy fuerte desde el inicio, ambos se habían limitado a mantener una relación amorosa y privada. Los dos no habían hablado seriamente sobre una relación formal, pero lo sentían en su corazón.

De repente, Aleksandr sintió una punzada en el corazón, como si algo lo estuviera atacando. Su instinto le dijo que se trataba de la mafia, y miró a su alrededor para intentar averiguar más. Pero nada se movía. Todo era absolutamente silencioso y tranquilo. Entonces, por un segundo, Natalya desapareció.

Aleksandr se quedó helado en su silla. Donde Natalya había estado un segundo antes, ahora solo había una silla vacía. Un escalofrío recorrió su espalda. Luego, de repente, vio una figura siniestra, en el rincón más oscuro del restaurante. No podía verla bien, pero se sentía inseguro.

--Natalya, dijo, ¿dónde estás?.--

Una voz silenciosa, casi imperceptible, le respondió:

--Estoy aquí, mi amor. No te preocupes, estoy a salvo.

Aleksandr se giró hacia donde estaba la voz, pero no vio nada. Era como si Natalya estuviera desaparecida, pero al mismo tiempo, como si estuviera delante de él.

--¿Qué está pasando?, dijo con voz temblorosa.

Luego, una ráfaga de aire helado lo envolvió. Y de repente, el ambiente se transformó. La decoración del restaurante se hizo más oscura y más sombría. La mesa se volvió más grande, y las ventanas empezaron a temblar, como si estuvieran a punto de romperse. Aleksandr se sentía asustado, pero a la vez, fascinado.

--¿Qué es esto?, susurró.

--Esto, mi amor, es el inicio del fin, dijo la voz, y esta vez sonaba mucho más poderosa y autoritaria. El tono de esa voz le heló la sangre y dejó su corazón latiendo aceleradamente.

--No sé quién coño eres, pero no me harás daño, dijo, aunque no estaba tan seguro.

De repente, de detrás de la mesa salió una figura alta y oscura. Su rostro era un misterio, pues estaba cubierto por una capa de sombras.

--Soy lo que ustedes llaman el fin, y estoy aquí para reclamar lo que es mío, dijo. Su voz sonaba como si proveniera de las profundidades del infierno.

--No entiendo, dijo Aleksandr con una voz temblorosa.

--¿Qué es lo que reclamas?.

Y la sombra sonrió. Una sonrisa horrible y desgarradora, como si hubiera florecido en un cementerio, en la oscuridad y la muerte.

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