Capítulo 20

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-No es nadie especial

-¿A no?-le retó-Ambos sabemos que él siempre lleva a personas especiales a tu casa

-¿Tu eras especial, entonces?

Los dos guardaron silencio. Era cierto, ¿el había sido especial? ¿Y sino, entonces por qué le llevó? Quizá se estaba engañando a si mismo, y ese chico no era más que un compañero. De todos modos, estaba claro, que pasara lo que pasara él llamaría y haría de todo por informarse de la vida de Julio.
Eso era algo que simplemente no podía evitar. Y en ocasiones se sentía un completo idiota por ser capaz de llamar tan seguido pero no ir a verle. No, no era un idiota, era un cobarde. Tenía temor a que la sensación que siempre había tenido hacía él se descontrolada.

-No claro que no.-no se dio ilusiones-No lose, Olvídalo, ¿de acuerdo?

-No, Ethan.-se molestó Lesly -Nose exactamente qué es lo que estás buscando, si le quieres, lucharás por él y vendrás, te enfrentarás a él por mucho que no te recuerde y harás todo por que lo haga. Si continúas así, de cobarde y sólo llamándome a mí, y usándome como intermedio, no vas a lograr nada.

-No es fácil enfrentarte a una persona que no te conoce o que no te recuerda y decirle simplemente tus sentimientos. No quiero.

-¿Entonces prefieres quedarte como un cobarde que le teme al amor y que no fue capaz de luchar por él? Si fracasas no te vas a morir, para eso se hizo la vida, crío. Para fracasar la primera vez y para la segunda ya saber como debea actuar.

-¡No le temo al amor! Lo que hago es por su bien

-Ethan, cariño. Piénsalo, yo te ayudaré con él, tu mejor que nadie sabe que no estoy en contra de sus sentimientos, y quiero favorecerles, sólo eso. Nos vemos.

Y colgó. Ethan por su lado, se sentía molesto consigo mismo. Quizá y Lesly tenía razón, debería ir a verle...

***

Julio había recibido un mensaje de Henry dónde le invitaba a formar parte de un equipo de baloncesto. Seguro se lo pensaría, aunque la idea le agradaba un buen. Se durmió pensándolo y al amanecer tenía una respuesta segura.

-¿Tu entrarás también?-preguntó mientras estaban en la cancha de Basket Ball de la preparatoria

-Si. Y dejaré de asistir al gimnasio-contestó

-Entonces, también entraré

-Me alegra

Sonó la campana de entrada y regreso a sus clases. Al terminar informó a su madre que saldría a caminar. Había caminado mucho, gigantescos parques. Se había topado con una gran cantidad de diferentes tipos de personas. Madres con sus hijos, dos novios, personas tristes, enojadas, sonrientes y él seguía con su misma expresión

Sin darse llegó hasta aquella casa. No podía ser verdad, había sido un idiota, en esas circunstancias se sentía un completo masoquista. Observó a dos chicos, muno castaño y el otro pelirrojo, ambos le voltearon a ver, pero inmediatamente bajaron su vista como si ocultaran algo. Un dolor inevitable le dio en el pecho, su cabeza retumbaba con el ritmo lento de su corazón, sentía que la respiración se le iba, por más que inhalaba y exhalaba el aire para él era escaso. Sus dedos se aferraron a las rejas del portón, estaba mareado, el suelo se movía como si estuviese en algún juego mecánico.

Poco a poco la vista se le nublo dejándole una completa oscuridad. Unos ojos negros, que llevaba un chico rubio con una arrogante sonrisa. ¿Quién era él?

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Despertó y lo primero que vio fue el cielo azul. ¿Realmente se había desmayado? Se quitó un algodón con alcohol que tenía en la nariz e intentaba levantarse, pero aún continuaba extremadamente mareado, por ello unas manos aperladas y cálidas, le ayudaron empujandole. La vista se le aclaró y pudo ver que estaba en el patio de esa casa.

Era horrible esa sensación. Nunca se lo había imaginado, su pecho, su cabeza, su corazón, tres órganos que en esos momentos daban la impresión de que desaparecerían sin explicación alguna.

Las manos pertenecían al chico pelirrojo, quién le veía muy preocupado por los síntomas que recién presentaba. Julio se sostuvo fuertemente de su mano y bajó de la camilla en la que lo tenían. No estaba seguro de que pudiese tener suficientes fuertas para caminar, pero aún así, lo hizo con la ayuda de la fuerza del pelirrojo.
Se apoyó primeramente con el pie derecho, sintiendo la dureza del piso y una vez que se sintió seguro apoyó el otro pie.
Fue un engaño, ya que cayó fuertemente al piso, el pelirrojo no soporto su peso.

Vagos recuerdos (yaoi/homoerótica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora