Capítulo 4

231 13 4
                                    

Nostálgico, devastado, triste, enojado, adolorido, aflijido, eso y más sentía Julio en aquél momento. Habían pasado más de diez minutos, quizá los quince, y el dolor que sentía en sus heridas aún no se iba, no era capaz de salir a enfrentar a Ethan. Le dolía, mucho. Se levantó del suelo para salirse de ahí, no sin antes observarse al espejo y asegurarse de que no quedara ni una sola lágrima en su rostro. Salió cabizbajo viendo a Ethan sentado en la cama.

—Por un momento tuve la idea de que tenías una navaja contigo y te suicidaste en mi baño — dijo irónicamente

—¿Han pasado los quince minutos?— preguntó ignorandole

—¿Tu que crees? —como siempre, sus burlas eran tan estúpidas, Julio no había respondido —Ya puedes lavarte —le ordenó.

Julio se acercó al baño a lavarse, sintió como el ardor de hace unos minutos se había retirado, y ahora solo le quedaba la fría agua, salió de él esperando lo que ahora venía, pensando que excusa usaría ahora, puesto que ya no le quedaban más y no podía salir así, sin decir nada, eso sería ser grosero y significaría haber insultado a Ethan, seguido de esto, merecerse un castigo. Sin mencionar ninguna palabra, ni siquiera una sonrisa, Ethan se le acercó lentamente con los dedos huntados se cremas, poniéndolos sobre los brazos de Julio.

No había ardor, no había dolor, no había nada, solo sentía como su piel absorbía la refrescante crema que había retirado un poco lo rojo del brazo, había ablandado la piel y dejarla totalmente suave. Ethan había acabado y seguía callado, no hablaba, se limpió los dedo con una franela y volteó a ver a Julio.

—Vayamos a comer —ordenó

Julio obedeció, siguiéndole, habían preparado comida rápida, y muy pocas veces, mantenían una conversación, cuando por fin se pudo marchar caminó rápido hasta su casa se sentía fatal,  y para el peor de los casos durante su camino a casa, había topado con un par de chicos  del instituto.

—¡Miren al señor idiota! — señaló un chico, los demás solo se habían echado a reír.

Estaba a su límite, odiaba su vida completamente. Caminó rápidamente a casa, entró al departamento buscando una de sus navajas, la sacó inmediatamente que la vio, dejó a un lado su mochila y se quitó la chaqueta, sus ojos habían comenzado a humedecerse y aunque no viera claramente dónde, se cortó en una parte de la muñeca. La sangre salió instantáneamente, recorriendo todo su entorno. Aprovechó la oportunidad para hacer otro par de cortadas, y así llenar prontamente su brazo, se puso un poco de papel sobre ellas para que absorbiera toda la noche, y rápidamente se pasmo en un sueño.

Se había despertado demasiado tarde para ir al instituto, por lo tanto, estuvo limpiando su departamento. Al  acabar, para distrerse un poco de todo lo que había pasado, decidió visitar a su madre, sin olvidarse de llevar consigo su navaja favorita. Estaba frente a la puerta de su vieja casa, dónde hasta hace un par de días aún habitaba en ella, tocó el timbre un par de en veces hasta que su madre salió y al verlo se sorprendió echándose a sus brazos.

—¡Hijo! — exclamó ella aún en sus brazos

—¿Cómo estás, Les?

—¡Te he dicho que no me llames por mi nombre! —exclamó Lesly separándose de él —Soy tu madre...

—Vale, lo siento,  es la confianza

—¡Pasa! Vayamos adentro, estaba haciendo la lista de los productos faltantes para la cena, iré de compras con una amiga

—Me alegro

—¿Puedes venir a cenar?

—¡Oh claro! Vendré.

Vagos recuerdos (yaoi/homoerótica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora