Capítulo 3

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Y ahí se encuentraba Julio, nuevamente sentado en la sala de Ethan. Habían terminado sus aburridas clases, y tal como se lo había ordenado, ahí estaba esperando la fuerte humillación que éste le haría, no pensaba otra cosa que no fuese esa, incluso en sus clases había estado demasiado distraído.

Ethan le observaba mientras ideaba que hacerle o como castigarle pero su mente no presentaba alguna buena idea, era lo mismo de siempre, tener a alguien que hace las cosas por ti. Y tampoco quería hacer sufrir al pobre crío, no lo merecía —pese a que destruyó las cenizas de su abuelo— Y por supuesto; al pensar en esto quería hacerle sufrir, porque en la muy profundidad de él sentía un inmenso dolor. Aunque no había sido capaz de matarle o torturalo poco a poco, y si, era por la estupidez más irónica que había utilizado: el tono de sus ojos, que le provocaba una emoción bastante extraña, pero jamás se atrevería a demostrárselo y sólo le haría unos leves castigos.

Julio aún se encontraba cabizbajo observando al chico rubio, éste estaba incorporado junto al sofá con una sonrisa burlona. En realidad, se mostraba un tipo demasiado frío, sin corazón, pero a Julio le daba igual ¿porqué tendría que importarle? Su realmente preocupación era otra, a la cuál no le prestaba ni el más mínimo interés. Ethan se acercó a Julio, y en un momento brusco le robo su mochila para de está sacar su móvil, una vez echo esto regresó al lugar original la mochila manteniendo el móvil en su mano. ¿Para qué lo quería?

—¿Puedes darme mi teléfono? — preguntó temeroso Julio

—Lo haré — soltó Ethan — Cuando te pongas de rodillas y me lo pidas

¿Iba en serio? ¿Cómo iba a hacer algo así? ¡Ni su propia madre le humillaba a tal grado! Al escuchar aquéllas palabras dio un pequeño salto sintiendo como los latidos de su corazón se alentaban. Levantó su cabeza para encontrarse con la sonrisa de Ethan esperando a que éste retirarse sus palabras o aclarara que todo era una estúpida broma, pero en lugar de esto obtuvo una severa mirada del chico que le demostraba que todo iba demasiado en serio.

—¿Qué...? — preguntó confuso

—Si no te arrodillas, no podrás obtener esto-señaló el móvil en su mano

—Pero yo no...

—¿No puedes? ¿Es eso, idiota? ¡Que patético eres! — exclamó mientrasse ponía de pié y le daba la espalda — Estaré en mi habitación, ya sabes dónde queda. Cuando estés listo puedes ir.

Y sin decir alguna otra palabra se marchó caminando con las manos en los bolsillos de su pantalón. Dejó a Julio repleto de sorpresa, incapaz de imaginarse así mismo arrodillado ante Ethan, las manos le habían empezado a teblar. Aún seguía sentado en el pequeño sofá observando el suelo, tenía que hacer algo pronto, si realmente le interesaba su teléfono.

Después de un par de segundos, y meditar de que manera lo haría, se puso de pié dispuesto a hacerlo, dio un leve pasó cayendo al suelo ya que las piernas -en ese momento-no le funcionaban bien. Poco a poco fue subiendo escalones sintiendo que una ola de calor le invadía, cuando por fin estaba frente a la puerta de Ethan, con su mano tomó el picaporte sintiendo la frialdad del fierro, lentamente la giro y la abrió.

Observó a Ethan recostado en la cama con los ojos cerrados ¿se habría dormido? Se acercó a él, buscando con la mirada su móvil pero no lo encontraba, le siguió viendo sin importarle que quizá esté podía despertar y atacarle o burlarse de él. Su cabello rubio le demostraba vida, era demasiado hermoso, sus párpados eran extremadamente blancos, sus pestañas eran muy largas, su ceja negra estaba entrezacada, su nariz dejaba observar como respiraba, y que hablar de sus labios estaban muy carnosos y tenían un color rojo sensual, tanto que a Julio le entraron ganas de robarle un leve beso, y obviamente después de pensar esto, se dio más asco y se odio por tener pensamientos de una nenaza.

Vagos recuerdos (yaoi/homoerótica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora